En general, se puede decir que los países europeos consideran el cambio climático como un fenómeno preocupante, al que hay que tener bajo vigilancia. De manera global, todos los gobiernos asumen futuros cambios en los recursos hídricos debido al cambio climático.
Este hecho sugiere que los Estados Miembros apoyarían un marco europeo que diera soporte a las medidas de adaptación al cambio climático, sin obviar por ello el principio de subsidiariedad que rige la política comunitaria. Por tanto, la Unión Europea podría representar un papel coordinador de las diferentes políticas orientadas a combatir los efectos del cambio climático sobre el agua.
Estas políticas han de ser aplicadas en todos los ámbitos -comunitario, nacional, regional y local- agrupando, además, los intereses públicos y privados. No obstante, todavía se está en una fase inicial de desarrollo, por lo que son necesarias medidas para completar el marco regulador, a la vez que apoyan las inversiones y estrategias a largo plazo para garantizar la sostenibilidad de la explotación de los recursos. La integración de estas medidas adaptativas en las políticas comunitarios de desarrollo sostenible es algo que debiera llevarse a cabo.
En este sentido, se espera que para el año 2007 se publique un "Green Paper" sobre adaptación al cambio climático.
La Directiva Marco del Agua (DMA) se contempla, con respecto a la adaptación a los efectos del cambio climático, como una herramienta adecuada para integrar las diferentes medidas intersectoriales que deban ponerse en marcha.
La efectividad de la DMA para afrontar los efectos del cambio climático dependerá de cómo se implementen las proyecciones y actuaciones a largo plazo en los planes de gestión de cuencas. En principio, parece recomendable dar preferencia a las medidas de menor coste, aunque tengan un impacto sobre el control del clima menor, antes que medidas a largo plazo que exijan reestructuraciones profundad y de alto coste. Además, sería conveniente distinguir entre medidas directas -que influyen de forma inmediata en las corrección de los efectos del cambio climático- e indirecta, con objeto de mejorar la eficiencia.
En el momento actual, y teniendo en cuanta el elevado grado de preocupación manifestado por todos los Estados, parece que las medidas de adaptación no están demasiado desarrolladas. Muchas de ellas, de hecho, permanecen en fase de diseño, y fundamentalmente están orientadas a la gestión de desastres, antes que a evitar la escasez de agua y las sequías.
Por otro lado, la motivación principal para poner en práctica estas medidas no suele responder, de manera única, a una preocupación por el cambio climático, sino que conlleva además beneficios adicionales. Es decir, se tiende a asumir medidas que no contribuyen de manera exclusiva a paliar los efectos del cambio, y una vez que se tienen muy claros los balances de dichas medidas en términos de coste-beneficio.
Existe una gran necesidad de información más precisa sobre el cambio climático y sus efectos, incluidas las predicciones a escala regional. Las áreas más significativas de la futura agenda de investigación son:
Mejora de los sistemas de información y predicción
Reducción de incertidumbres entre los efectos del cambio climático y la propia variabilidad natural
Mejora de los modelos hidrológicos e hidráulicos
Establecimiento de modelos de observación a tiempo real
En general, se considera que ha de investigarse acerca de la eficiencia general de las medidas de adaptación propuestas