The toxic spill flows in the Danubio river
Fri, 08/10/2010
Lo que las autoridades húngaras temían se confirmó ayer por la mañana: el vertido tóxico de barro rojo provocado por la rotura el pasado lunes de una balsa con residuos de aluminio ha alcanzado el río Raba, afluente del Danubio. La subdirectora de la Dirección General de Desastres, Reka Becz, confirmó la mala noticia al explicar que habían subido de manera alarmante los niveles de acidez en el Raba. Y a pesar de que los servicios de emergencia tratan de impedir que el escape alcance la segunda vía fluvial más importante de Europa los presagios no son nada optimistas.
Tras acabar el lodo corrosivo completamente con el ecosistema del río Marcal -han muerto miles de peces-, situado cerca de la zona más afectada, Tibor Dobson, responsable regional de los servicios anticatástrofes, señaló que el nivel de acidez en el Raba superaba el pH 9 -el día después de producirse vertido alcanzó el 13 dentro de una escala que va del 0 al 14-, cuando lo normal es que se sitúe entre 6 y 8.
A pesar de todos los esfuerzos de los servicios de salvamento y limpieza, el lodo tóxico mantiene inundados tres condados, con una extensión de unos 40 kilómetros cuadrados. Siete pueblos han quedado anegados y centenares de personas han tenido que ser evacuadas. Los equipos de emergencia trabajan día y noche para taponar la filtración de residuos de la fábrica siniestrada, cuyo escape ha causado la mayor catástrofe ecológica sufrida por el país magiar.
En medio del dolor por las pérdidas humanas y materiales, los habitantes de las poblaciones que han quedado más dañadas, como Kolontár, luchan por controlar la riada tóxica que ha invadido viviendas, carreteras, ferrocarriles, campos y naves industriales. «No podemos bajar la guardia, tenemos que detener la contaminación porque de esta batalla depende nuestro futuro», declaró el alcalde de Kolontár, Karoly Tily. El regidor decretó además una jornada de duelo por las víctimas. El primer ministro, Viktor Orban, visitó a primera hora de ayer la citada localidad y se mostró más bien pesimista con las labores de reconstrucción. «Por desgracia, tengo la impresión de que todo esfuerzo aquí no sirve para nada. Probablemente se creará un nuevo pueblo y se abandonará esta parte de la villa para siempre, porque es imposible vivir aquí», manifestó el dirigente conservador. De momento, según dijo Orban, los servicios de rescate tendrán que cercar y aislar las zonas más golpeadas para evitar que el material contaminante afecte a mayor población. «Es difícil encontrar las palabras, si esto hubiera ocurrido durante la noche, todo el mundo estaría muerto», añadió el jefe del Gobierno. Y reiteró que el desastre no pudo deberse a causas naturales. Insistió en que casi seguro se debió a un error humano ya que «el muro del embalse no se desintegró en un minuto; debería haberse detectado», subrayó.
La pesadilla comenzó el pasado lunes con la rotura de un dique que almacenaba barro rojo -una sustancia química tóxica y corrosiva- en una empresa de aluminio cerca de la localidad de Ajka, a 160 kilómetros al oeste de Budapest. El vertido subsiguiente provocó una riada que barrió las comarcas de Veszprem, Gyor-Moson-Sopron y Vas, además de causar cuatro muertos y alrededor de 150 heridos, tanto por ahogamiento como por verse afectadas por la toxicidad.
La compañía propietaria de la fábrica, Hungarian Aluminium Production and Trade Company (MAL Zrt), investiga las causas del accidente y un previsible aumento de la cantidad de fluidos en la balsa rota por las lluvias recientes y en otras que podrían correr la misma suerte. El Gobierno ha ordenado a la compañía que detenga la producción de aluminio, pero su director, Zoltan Bakonyi, aseguró que las tareas en la planta afectada, que da trabajo a 1.100 personas, tendría que reanudarse el lunes, porque de lo contrario «en un mes habremos perdido a toda nuestra clientela». Un portavoz de la firma se reunió con la población de Kolontár para pedirle disculpas y asegurar que la empresa sufragará los gastos de los funerales de la víctimas. Voluntarios retiran peces muertos del río Marcal, cuyo ecosistema ha quedado completamente destruido por el vertido venenoso. El vertido tóxico también mantiene en vilo a Rumanía, ya que el Danubio cruza el país para desembocar en el mar Negro. Las autoridades de Bucarest están temerosas, ya que según las previsiones el barro rojo amenaza con alcanzar mañana la provincia de Mehedinti. Según el director de su Prefectura, Florin Albei, la localidad de Brazias es la que corre más peligro. Por eso se baraja la posibilidad de cortar el suministro de agua a la capital, Dobreta Turnu Severin, una urbe de 100.000 habitantes que se abastece del Danubio. Albei admitió que si el lodo llega a esta zona rumana «el mayor daño los sufrirían los peces, la fauna y la flora». Otros dos países ribereños - Serbia y Croacia- estudian decretar también el estado de emergencia para afrontar la catástrofe ecológica.
Los residuos de aluminio contaminan uno de sus afluentes, donde los equipos de emergencia trabajan contrarreloj para frenar los fluidos
Tras acabar el lodo corrosivo completamente con el ecosistema del río Marcal -han muerto miles de peces-, situado cerca de la zona más afectada, Tibor Dobson, responsable regional de los servicios anticatástrofes, señaló que el nivel de acidez en el Raba superaba el pH 9 -el día después de producirse vertido alcanzó el 13 dentro de una escala que va del 0 al 14-, cuando lo normal es que se sitúe entre 6 y 8.
A pesar de todos los esfuerzos de los servicios de salvamento y limpieza, el lodo tóxico mantiene inundados tres condados, con una extensión de unos 40 kilómetros cuadrados. Siete pueblos han quedado anegados y centenares de personas han tenido que ser evacuadas. Los equipos de emergencia trabajan día y noche para taponar la filtración de residuos de la fábrica siniestrada, cuyo escape ha causado la mayor catástrofe ecológica sufrida por el país magiar.
En medio del dolor por las pérdidas humanas y materiales, los habitantes de las poblaciones que han quedado más dañadas, como Kolontár, luchan por controlar la riada tóxica que ha invadido viviendas, carreteras, ferrocarriles, campos y naves industriales. «No podemos bajar la guardia, tenemos que detener la contaminación porque de esta batalla depende nuestro futuro», declaró el alcalde de Kolontár, Karoly Tily. El regidor decretó además una jornada de duelo por las víctimas. El primer ministro, Viktor Orban, visitó a primera hora de ayer la citada localidad y se mostró más bien pesimista con las labores de reconstrucción. «Por desgracia, tengo la impresión de que todo esfuerzo aquí no sirve para nada. Probablemente se creará un nuevo pueblo y se abandonará esta parte de la villa para siempre, porque es imposible vivir aquí», manifestó el dirigente conservador. De momento, según dijo Orban, los servicios de rescate tendrán que cercar y aislar las zonas más golpeadas para evitar que el material contaminante afecte a mayor población. «Es difícil encontrar las palabras, si esto hubiera ocurrido durante la noche, todo el mundo estaría muerto», añadió el jefe del Gobierno. Y reiteró que el desastre no pudo deberse a causas naturales. Insistió en que casi seguro se debió a un error humano ya que «el muro del embalse no se desintegró en un minuto; debería haberse detectado», subrayó.
La pesadilla comenzó el pasado lunes con la rotura de un dique que almacenaba barro rojo -una sustancia química tóxica y corrosiva- en una empresa de aluminio cerca de la localidad de Ajka, a 160 kilómetros al oeste de Budapest. El vertido subsiguiente provocó una riada que barrió las comarcas de Veszprem, Gyor-Moson-Sopron y Vas, además de causar cuatro muertos y alrededor de 150 heridos, tanto por ahogamiento como por verse afectadas por la toxicidad.
La compañía propietaria de la fábrica, Hungarian Aluminium Production and Trade Company (MAL Zrt), investiga las causas del accidente y un previsible aumento de la cantidad de fluidos en la balsa rota por las lluvias recientes y en otras que podrían correr la misma suerte. El Gobierno ha ordenado a la compañía que detenga la producción de aluminio, pero su director, Zoltan Bakonyi, aseguró que las tareas en la planta afectada, que da trabajo a 1.100 personas, tendría que reanudarse el lunes, porque de lo contrario «en un mes habremos perdido a toda nuestra clientela». Un portavoz de la firma se reunió con la población de Kolontár para pedirle disculpas y asegurar que la empresa sufragará los gastos de los funerales de la víctimas. Voluntarios retiran peces muertos del río Marcal, cuyo ecosistema ha quedado completamente destruido por el vertido venenoso. El vertido tóxico también mantiene en vilo a Rumanía, ya que el Danubio cruza el país para desembocar en el mar Negro. Las autoridades de Bucarest están temerosas, ya que según las previsiones el barro rojo amenaza con alcanzar mañana la provincia de Mehedinti. Según el director de su Prefectura, Florin Albei, la localidad de Brazias es la que corre más peligro. Por eso se baraja la posibilidad de cortar el suministro de agua a la capital, Dobreta Turnu Severin, una urbe de 100.000 habitantes que se abastece del Danubio. Albei admitió que si el lodo llega a esta zona rumana «el mayor daño los sufrirían los peces, la fauna y la flora». Otros dos países ribereños - Serbia y Croacia- estudian decretar también el estado de emergencia para afrontar la catástrofe ecológica.
Los residuos de aluminio contaminan uno de sus afluentes, donde los equipos de emergencia trabajan contrarreloj para frenar los fluidos