The Hydrographic Confederation of the Ebro and the General Direction of the Water take the first step to use, finally, the Val prey
Wed, 14/07/2010
La Confederación Hidográfica del Ebro y el Departamento de Agricultura de la DGA han dado un primer paso para que la presa del Val pueda aprovecharse como es debido. Ocho años después de su puesta en servicio, el primer embalse del Pacto del Agua sigue estando infrautilizado porque carece de un canal o una tubería con la que servir el agua.
Esa carencia, incomprensible en una obra que costó 96 millones de euros, obliga a que la única fórmula para explotar los 24 hectómetros cúbicos de este pantano sea soltar caudales a través del cauce del Queiles con las limitaciones e inconvenientes que eso conlleva para los regantes.
La solución pasa por dotar al embalse de una toma en alta que permita distribuir el agua a presión. Sin embargo, esa actuación no serviría de nada si no va acompañada de una profunda modernización de las 5.000 hectáreas que regadío que hay en Tarazona, Novallas, Malón y Vierlas.
Ante esta situación, la CHE y la DGA han pedido a los regantes que realicen una concentración parcelaria. Si estos agricultores demuestran su interés en el proyecto cumpliendo esa condición indispensable, el Departamento de Agricultura redactará tanto el proyecto de la toma en alta desde el embalse del Val como el de las redes secundarias que llevarán el agua desde esa conducción principal hasta cada parcela.
Por su parte, la Confederación se compromete a financiar y ejecutar la toma en alta. La documentación aportada en la última comisión de seguimiento del Pacto del Agua refleja que esa actuación costará unos 80 millones de euros, pero el presupuesto real solo podrá conocerse cuando el Gobierno de Aragón tenga terminado el proyecto. La explicación al despropósito actual reside en que uno de los objetivos que se perseguían con la construcción de la presa del Val era el abastecimiento a municipios como Tarazona o Tudela. Los usos agrícolas iban a ser secundarios, por lo que durante la construcción del pantano -iniciada en 1993- no se previeron las obras necesarias para que el agua llegase a los regadíos. La consecuencia de esa falta de anticipación es que los caudales del embalse solo pueden salir por el cauce del Queiles.
En otras obras hidráulicas se almacena toda el agua posible con dos únicas limitaciones: los caudales mínimos y las concesiones situadas aguas abajo. En cambio, la situación del Val hace que cada comunidad de base siga recibiendo sus dotaciones de riego directamente del río como si no existiese la nueva presa, lo que impide cualquier planificación. Cuando todos los regantes están servidos, y solo si sobra agua, los caudales excedentes se acumulan en el embalse para ser repartidos por igual a partir de marzo.
El acuerdo al que han llegado la CHE, la DGA y los regantes se adoptó en una reunión celebrada a principios de julio. Un "botijo sin pitorro". El embalse del Val no tiene toma a través de un canal o una tubería, por lo que solo se puede utilizar sirviendo el agua a través del Queiles. Por eso los regantes dicen que es "un botijo sin pitorro".
Esa carencia, incomprensible en una obra que costó 96 millones de euros, obliga a que la única fórmula para explotar los 24 hectómetros cúbicos de este pantano sea soltar caudales a través del cauce del Queiles con las limitaciones e inconvenientes que eso conlleva para los regantes.
La solución pasa por dotar al embalse de una toma en alta que permita distribuir el agua a presión. Sin embargo, esa actuación no serviría de nada si no va acompañada de una profunda modernización de las 5.000 hectáreas que regadío que hay en Tarazona, Novallas, Malón y Vierlas.
Ante esta situación, la CHE y la DGA han pedido a los regantes que realicen una concentración parcelaria. Si estos agricultores demuestran su interés en el proyecto cumpliendo esa condición indispensable, el Departamento de Agricultura redactará tanto el proyecto de la toma en alta desde el embalse del Val como el de las redes secundarias que llevarán el agua desde esa conducción principal hasta cada parcela.
Por su parte, la Confederación se compromete a financiar y ejecutar la toma en alta. La documentación aportada en la última comisión de seguimiento del Pacto del Agua refleja que esa actuación costará unos 80 millones de euros, pero el presupuesto real solo podrá conocerse cuando el Gobierno de Aragón tenga terminado el proyecto. La explicación al despropósito actual reside en que uno de los objetivos que se perseguían con la construcción de la presa del Val era el abastecimiento a municipios como Tarazona o Tudela. Los usos agrícolas iban a ser secundarios, por lo que durante la construcción del pantano -iniciada en 1993- no se previeron las obras necesarias para que el agua llegase a los regadíos. La consecuencia de esa falta de anticipación es que los caudales del embalse solo pueden salir por el cauce del Queiles.
En otras obras hidráulicas se almacena toda el agua posible con dos únicas limitaciones: los caudales mínimos y las concesiones situadas aguas abajo. En cambio, la situación del Val hace que cada comunidad de base siga recibiendo sus dotaciones de riego directamente del río como si no existiese la nueva presa, lo que impide cualquier planificación. Cuando todos los regantes están servidos, y solo si sobra agua, los caudales excedentes se acumulan en el embalse para ser repartidos por igual a partir de marzo.
El acuerdo al que han llegado la CHE, la DGA y los regantes se adoptó en una reunión celebrada a principios de julio. Un "botijo sin pitorro". El embalse del Val no tiene toma a través de un canal o una tubería, por lo que solo se puede utilizar sirviendo el agua a través del Queiles. Por eso los regantes dicen que es "un botijo sin pitorro".