The “jellyfish” that decontaminates rivers

Tue, 25/05/2010

Physalia es el nuevo proyecto de Vincent Callebaut, un buque que pretende cruzar los cauces fluviales de Europa con exposiciones sobre los entornos naturales, mientras purifica el agua a su paso y sirve de laboratorio para la investigación sobre nuevos métodos de saneamiento.

Plásticos, aguas jabonosas, restos químicos industriales, purines de las ganaderías, fertilizantes de uso agrícola, disolventes o hidrocarburos. Todo llega en mayor o menor medida a los cauces de los ríos. No hace falta más que tirar del álbum de fotos para ver las consecuencias que el progreso humano ha tenido en el sistema hidrológico; aquellas pozas cercanas donde acudían las familias a bañarse han desaparecido o ahora son, simplemente, impracticables. Además, si se miran el botiquín de casa y la colección de jabones y ungüentos, se descubre que cualquier actividad humana contamina.

Aunque los datos de la ONU son alentadores cuando afirman que el 90 por ciento de la población mundial bebe y utiliza agua apta para el consumo y aunque vivimos con la certeza de que en Europa estamos muy lejos de pertenecer a esos 900 millones de personas que siguen sin acceso al agua potable, la gestión del agua, su saneamiento y su análisis siguen siendo de interés prioritario para la UE, como se destaca en varios de sus informes. «El aumento de la población y la industrialización, la intensificación de la agricultura, la canalización (...), el uso recreativo, las sequías y las inundaciones han aumentado las presiones ejercidas sobre las aguas continentales europeas», dice el informe sobre aguas continentales de la Agencia Europea del Medio Ambiente.

Entre Directivas Marco del Agua y proyectos de análisis institucionales sobre el estado de las aguas y la concentración de nuevos agentes contaminantes, como las drogas, aparecen ideas extraoficiales de lo más audaces. Es el caso del Physalia, un concepto arquitectónico francés, un futurista anfibio diseñado por Vincent Callebaut y que toma su espectacular forma de la medusa Physalia physalis, más conocida como la carabela portuguesa. Este experimental buque-ágora pretende cruzar los cauces fluviales de toda Europa con exposiciones temporales sobre los entornos naturales, mientras purifica el agua a su paso y sirve de laboratorio internacional para la investigación sobre nuevos métodos de saneamiento. «El hombre está en el centro de este proyecto biónico que recomienda el equilibrio entre las acciones humanas y el respeto del medio ambiente», explican fuentes del estudio arquitectónico.

CUBIERTO O AL AIRE LIBRE

Su particular estructura desmontable albergará en su casco una doble membrana neumática con paneles fotovoltaicos que generarán la energía necesaria para el funcionamiento de las instalaciones e hidroturbinas en la parte inferior para utilizar la fuerza de la corriente y moverse por los ríos. Una capa de aluminio recubre la estructura de acero y además está envuelto por una capa de óxido de titanio que, al reaccionar con los rayos ultravioletas, limpiaría el agua, al menos en teoría. «Es como en las depuradoras, donde se irradia el agua para eliminar las bacterias. Pero si el agua tiene turbidez y no pasa la luz...», matiza Iñaki Vadillo, investigador del grupo de Hidrogeología y profesor de la Universidad de Málaga.

Toda la cubierta se mueve para poner fin al trabajo de los paneles solares y los jardines superiores, desvelando al mismo tiempo parte de su distribución interior, programada en torno a cuatro grandes espacios. El jardín del agua representa la puerta de entrada a la nave y estaría reservada a las exposiciones temporales.

Mientras el techo está cerrado, su superficie metálica absorbe y refleja la luminosidad de las aguas, aunque puede desaparecer dando paso a un ambiente abierto a la brisa fluvial. El área de la Tierra es el corazón de este gran buque, porque es el centro de la arquitectura y porque en él se desarrollarán los trabajos de laboratorio de los investigadores. La zona más profunda contaría con sillones para la relajación, una enorme vitrina central en la que ardería un fuego en claro contraste con los ojos de buey de la sala para admirar la panorámica de la fauna y la flora local. Y por último el jardín del aire, un anfiteatro abierto al ambiente y creado con el fin de ser el foro de discusión y punto de encuentro de visitantes, investigadores y ciudadanos.

ANTIDEPRESIVOS Y COCAÍNA

Un proyecto utópico y optimista que quizá no salga a la luz, pero que es importante como idea. Aunque no se puede separar el tratamiento del agua superficial, cuya contaminación es más fácil de detectar y más inmediata, de las aguas subterráneas, más protegidas por el filtro natural del suelo que impide el acceso a algunos contaminantes, pero más difíciles de regenerar y que en última instancia alimentan también a las aguas superficiales. «No sirve para nada estudiar sólo el río, hay que estudiar todo el ciclo hidrológico», apunta Vadillo.

Aunque la regulación es clara respecto a la depuración de aguas de zonas urbanas e industriales antes de su incorporación a los cauces y a que los agentes contaminantes son conocidos, medidos y regulados, en los últimos años, los ríos siguen sufriendo las consecuencias de la vida del hombre y el mejor remedio sigue siendo la prevención.

Además de que nuevos componentes añaden su toxicidad a las aguas, produciendo modificaciones en el comportamiento metabólico y que aún deben recorrer un largo camino en cuanto a detección y regulación se refieren. Son los llamados PPCP e incluyen analgésicos, antibióticos, antiepilépticos, antidepresivos e incluso drogas de consumo de fin de semana. Muchos estudios se han ocupado del análisis de este tipo de sustancias en las aguas urbanas.

El reciente proyecto Aquaterra, liderado en España por el investigador del CSIC, Damiá Barceló, denunció la presencia en el río Ebro de cocaína en primer lugar, y de anfetaminas o éxtasis, revelando algo más que la radiografía del consumo social. «Los fármacos son uno de los agentes contaminantes de las zonas urbanas. Cada vez se consumen en mayor cantidad con el consiguiente riesgo ambiental», explica Barceló.

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