The coastal ones ask that it was not accused to them of the disappearance of the salmon

Sun, 13/12/2009

La Voz de Asturias

La frase que resumió el sentir de los ribereños asturianos en las cuartas jornadas sobre la gestión sostenible de la pesca fluvial celebradas ayer en Pravia la pronunció el más veterano de entre todos ellos. Manolo el Manguero, proveniente del Narcea, nacido en 1920, exclamó desolado a sus 89 años: "Antes había munchos, munchos salmones, ónde tan".
Explicó ante una sala llena cómo había pescado salmontes toda su vida y contó la anécdota de que una vez les pusieron a los pescadores una multa de 3.000 pesetas. "Fue a interceder por nosotros un cura, y cuando volvió nos dijo que "pescar salmones para comer nunca hará daño".
A las jornadas llegaron otras grandes figuras del río: Jesús Ruiz, teniente de alcalde de Cabrales, habló por los del Cares; el que fue alcalde de Valdés, Jesús Landeira, por los del Esva y en representación de la asociación La Socala; y del Sella llegó José Antonio Noval, del Esmerillón. Todos ellos denunciaron dos puntos clave: la cultura ribereña ya no existe, dijeron, "sumergida en normativas, reglas, globalizacióny restricciones" y tampoco se puede acusar a los ribereños de la desaparición del salmón, "porque no hay salmones en el río".
Aunque el tono de la jornada fue positivo, el día de ayer se convirtió en algo parecido al canto del cisne de los pescadores. "Desaparecen las tiendas de pesca, en la cuenca del Narcea ya no existe ninguna; e incluso conceptos lingüísticos como "la media hora" que se pide al compañero para que te ceda el sitio ya no tendrán sentido; todo lo anterior conforma una cultura ribereña que no se sostiene con la normativa actual". Por unanimidad los reunidos reclamaron la recuperación de esa cultura, porque "es la única manera de recuperar el salmón". El día se desarrolló con total entendimiento de los reunidos, que con pocas palabras manifestaron una postura común. Aún sin mencionar directamente la nueva legislación, indicaron que reglas y restricciones daban el finiquito a su forma de vida.