A vegetal plague alters the Ebro

Fri, 07/08/2009

El País

A los pies del embarcadero de Móra d'Ebre (Ribera d'Ebre) el herbazal traspasa las aguas, se extiende sobre el Ebro y se agolpa en las márgenes del río hilando una maraña de felpudos flotantes. Josep Grau, de 61 años y payés de la localidad, lo señala con asombro. "De vez en cuando ves pasar unas extensiones de algas enormes", dice y extiende ambos brazos como si hubiera pescado una presa gigantesca. Josep y el pueblo entero las denominan algas aunque se trate de macrófitos, planta acuática que recubre el Ebro cada verano desde hace cerca de una década. Pero Grau nunca había visto un río tan verdoso: el proceso se intensifica y acelera año a año. "Cuantas más hay, más crecen. Son ya la principal plaga que sufre el Ebro", advierte el experto en ecología acuática y responsable medioambiental de Endesa, Antoni Palau. La vida del río está cambiando. "Y las especies autóctonas pierden".
Pierden porque el verano del Ebro se ha convertido en un paraíso para macrófitos: aguas cálidas y un caudal pobre con corrientes incapaces de arrastrar sedimentos, con el consiguiente descenso de los minerales que frenaban a los vegetales acuáticos. Un estudio del departamento de investigación de ecología acuática de la Generalitat (IRTA) sostiene que los macrófitos ya recubren más del 50% de la superficie fluvial. Tal crecimiento ha favorecido a las especies invasoras, es decir, a la mayoría. Seis de cada 10 organismos que habitan el Ebro llegaron de fuera. "A los peces de aquí les hemos cambiado la casa, ahora el río favorece especies más agresivas y las autóctonas están en coma", dice Nuno Caiola, investigador del centro.
Los ecologistas culpan del cambio a la infraestructura hidráulica, que, subrayan, convierte el río en una balsa caldeada y sin corrientes. "En parte es cierto. Pero esta infraestructura lleva décadas funcionando y la proliferación de vegetales es un proceso relativamente nuevo", detalla Joan Armengol, catedrático de ecología de la Universidad de Barcelona. "El aumento de la presión humana sobre los recursos del río ha sido clave. Ha dejado de ser un río natural. Es la culminación de una pésima gestión del Ebro", asevera.
La única especie autóctona en alza es el macrófito. "Siempre estuvo aquí, pero el río no lo dejaba crecer. Ahora se ha multiplicado sin control y brota incluso en el tramo bajo del Segre", apunta Caiola. La proliferación favorece a las especies exóticas, puesto que las autóctonas no tienen experiencia en un hábitat tan denso en vegetales. "El río ya no pertenece a la madrilla, la bagra, el barbo. Apenas se encuentran pese a que siempre se criaron en estas aguas". Hay otros beneficiados: los macrófitos se revelan como espléndido criadero para el mosquito tigre o la mosca negra, cuya presencia aumenta imparable.
Ello contrasta con la escasez de actuaciones para que el Ebro recupere el viejo pulso. Endesa, empresa responsable de los principales embalses, provoca crecidas artificiales varias veces al año para depurar el fondo. La propia eléctrica admite que es insuficiente: los macrófitos se recuperan al cabo de dos semanas. La Agencia Catalana del Agua (ACA) investiga el asunto, pero apenas actúa. "No se concreta nada. Habría que reducir los estudios y abordar el tema de una vez", dice Palau.
Otras entidades vinculadas a la ACA realizan actividades periódicas para retirar los vegetales. Lo hacen para mantener la navegabilidad del río sin considerar otros factores. Vicent, ribereño de 48 años encargado de manejar las barcazas que cruzan el Ebro a la altura de Miravet, suele recurrir a su ayuda. "Si no cortaran algas, sería imposible navegar. Pero ¡cómo crecen!", grita señalando una lata de cerveza entre macrófitos que se mantiene de pie como si reposara sobre una roca. Costosamente, la barcaza se abre paso entre los macrófitos. Pero Vicent descarta pedir ayuda a la ACA. "No vendrían tan pronto. Ya limpiaron esto hace 20 días".