Ingenia a submarine transfer

Thu, 18/06/2009

La Verdad

La sequía es un problema que apasiona a aquellos que buscan soluciones para los territorios deficitarios. Y si se combina con el malogrado Trasvase del Ebro, eso lleva a proponer las fórmulas más diversas para captar los volúmenes que desembocan en el mar. Para unos se trata de excedentes; para otros, agua que se pierde; y para los terceros aportaciones necesarias para el ecosistema marino.
Entre los primeros se encuentra Antonio Domínguez Sanz, un ingeniero técnico aeronáutico y licenciado en Farmacia de Madrid, que ha propuesto al Gobierno regional un sistema para captar, almacenar y aprovechar el caudal del agua que los ríos vierten al mar. Ha patentado su idea. Sostiene que si se aplica en la desembocadura del Ebro «se podría asegurar definitivamente el abasteciomiento a toda la zona levantina».
Ha explicado a La Verdad que su invención no es un trasvase, puesto que recoge el agua una vez vertida en el mar. «Se trata de una técnica similar a la que utilizan los holandeses para construir sus pólders. Consiste en construir un embalse en una zona ganada al mar, que recogería el exceso de agua».
Antonio Domínguez relata que en marzo del año pasado el Ebro transportaba entre 1.000 y 1.2000 metros cúbicos por segundo. «Durante setenta días se arrojaron 4.900 hectómetros al mar, gran parte de los cuales se habrían podido recuperar con el procedimiento de mi invención». Para transportar el agua hasta las cuencas del Júcar y el Segura se construirían canalizaciones submarinas. «Partirían del fondo del embalse, que se uniría con otros depósitos auxiliares a lo largo de toda la costa. Afectaría muy poco a la biodiversidad y causaría un impacto ambiental mínimo. No habría expropiaciones y se consumiría muy poca energía», concluye.
La Consejería de Agricultura y Agua está estudiando la propuesta. No es la única que ha surgido en los últimos años. El investigador e ingeniero castellano-manchego Antonio Ibáñez de Alba propuso un sistema de captación submarina de agua en un punto comprendido entre 200 y 500 metros de la desembocadura del Ebro. Diseñó una canalización submarina de 500 kilómetros de tuberías.