Millenarian irrigations against the desert
Mon, 09/02/2009
Alem Mehet, un campesino uigur de la provincia china de Xinjiang, atrapada al noroeste del país entre los desiertos del Gobi y Taklamakan, no riega su huerto con un pozo subterráneo, ni con aspersores ni con agua procedente de la red pública. Lo hace con un «karez», un sistema de regadío inventado hace 2.000 años que sigue funcionando y abasteciéndole del líquido elemento en pleno siglo XXI. Al igual que en otros países de Asia central como Irán o Afganistán, donde se emplea la denominación árabe «qanat», en Xinjiang hay abundantes reservas de agua subterránea procedente de la cordillera Tian Shan (Montaña Celestial), pero el problema es sacarla a una árida superficie cubierta por vastas extensiones de dunas de arena. Con el agua del deshielo Desde hace más de dos milenios, los uigures, la etnia autóctona de esta remota región enclavada a 3.000 kilómetros de Pekín, vienen luchando contra la sequía y la desertización con este curioso método. Ayudándose únicamente con precarias herramientas manuales, construían un pozo cabecero en la falda de la montaña, en cuyo subsuelo se acumulaba el agua procedente del deshielo. A partir de dicha balsa, que se situaba a unos 20 metros de profundidad, se excavaba un canal subterráneo que aprovechaba la pendiente del terreno para que el agua fluyera naturalmente en dirección a la ciudad más cercana y sus huertas, situadas más abajo. Dicho conducto bajo la superficie solía tener un metro y medio de alto y medio metro de ancho, por lo que los obreros debían descender hasta su interior a través de otros pozos verticales horadados en el terreno, algunos de los cuales llegan a tener hasta 18 metros de profundidad. Sin apenas aire, casi a oscuras y con las rodillas hundidas en el agua, que fluía a unos 12 grados, excavaban con sus picos y palas para seguir ampliando a lo largo el canal subterráneo entre 10 y 30 metros más. Y así sucesivamente, hasta conformar unas extensas redes de conductos que, en el «karez» más corto, tienen 300 metros de longitud y, en el más largo, llegan a alcanzar 20 kilómetros hasta salir por fin a la superficie tras sortear el desierto bajo tierra y evitar que se evapore el agua. En el Museo del «Karez» de Turpan, una ciudad cercana a la capital provincial, Urumqi, una fotografía aérea muestra una loma del desierto sobre la cual van descendiendo varias hileras de pozos que, separados entre sí por unos veinte metros de distancia, se acercan hasta un oasis plagado de árboles y cultivos. Ciudades gracias a los «karez» Con sus 56.000 habitantes de la actualidad, Turpan debe su existencia a los «karez», de los que llegó a haber 1.784 que sumaban 5.272 kilómetros, contaban con 172.367 pozos verticales y bombeaban 858 millones de metros cúbicos de agua al año. De ellos, ya sólo quedan operativos 614 (uno de cada tres) que tienen una producción anual de 301 millones de metros cúbicos de agua, puesto que la mayoría se han secado con el paso del tiempo. Repartidos por el centro de la provincia de Xinjiang, con tres veces la superficie de España, los principales se localizan en ciudades como Kuma, Mori, Atosh, Hotan, Kuqa y Sanji, pero sobre todo en Turpan y Kumul. En la primera localidad aún quedan 404 de los 1.238 que llegó a tener en el pasado, mientras que Kumul conserva la mitad de sus 300 «karez». Sólo en Turpan, este arcaico método genera cada año 231 millones de metros cúbicos de agua, que sirven para regar plantaciones e incluso para consumo humano, ya que el agua procedente de las montañas es mineral. Desde la cordillera Tian Shan, que tiene picos permanentemente nevados de 5.494 metros de altitud, hasta Turpan hay 60 kilómetros y un descenso de 1.400 metros sobre el nivel del mar, por lo que algunos «karez» aún operativos, como el que está cerca de la Cueva de los Mil Budas, llegan a tener 1.000 años de antigüedad. Desde entonces, el agua conducida por estos canales subterráneos ha dado la vida a los moradores de Turpan, que, tras el Mar Muerto, es la segunda depresión de terreno más baja del planeta al situarse 154 metros por debajo del nivel del mar. Además, esta zona es la más calurosa de China y, en verano, los termómetros han llegado a alcanzar hasta 50 grados centígrados, lo que contribuye a perpetuar un paisaje árido que sólo recibe una media anual de 16 milímetros de lluvia, pero en el que se pueden evaporar 3.600 milímetros de agua cuando castiga el sol. El Río Madre Sin ir más lejos, y debido al calor reinante durante los meses estivales, la cordillera de sus alrededores ha sido bautizada como las Montañas Llameantes, cuya infernal estampa en medio de una asfixiante calima hasta ha sido inmortalizada con las aventuras del Rey Mono en el clásico de la Literatura china «Viaje al oeste». Por todo ello, no es de extrañar que los vecinos de Turpan denominen a los canales subterráneos de los «karez» el Río Madre, ya que les permite la subsistencia regando sus plantaciones de uvas, algodón y sandías. Así lo hace Alem Mehet, quien se abastece del pequeño canal que, ya en la superficie, le trae el agua de la montaña. Gracias a tal suministro, puede beber, lavarse y, lo más importante, cultivar su huerto. «Si no tuviera el “karez” detrás de la vivienda, tendría que construir un pozo subterráneo que me costaría entre 20.000 y 40.000 yuanes (entre 2.277 y 4.555 euros)», explica a ABC el campesino, que este año obtuvo una cosecha de 6.000 kilos de uvas pasas. Tras venderlas a unos 8 yuanes el kilo (0,91 euros), Alem Mehet consigue los 48.000 yuanes (5.476 euros) que necesita para vivir un año. Y todo ello gracias a un sistema de riego inventado hace dos milenios que, además, multiplica exponencialmente el valor de las viviendas edificadas a su lado. «Hace cuatro siglos, construir un pozo costaba cinco kilos de oro y se tardaba tres generaciones en terminar un “karez” de 20 kilómetros», indica el campesino, quien matiza que «ahora, una casa cerca de un “karez” vale 400.000 yuanes (45.491 euros), mientras que una que no lo esté sólo cuesta 10.000 yuanes (1.137 euros)». A pesar de su importancia para la agricultura de Xinjiang, los «karez» tampoco han sido ajenos al paso del tiempo, ya que el último se construyó en 1986 en Tuxon, cerca de la ciudad de Turpan. En la actualidad, los uigures prefieren excavar un pozo y no un sistema de canalizaciones subterráneas tan complejo y peligroso para los trabajadores, que deben horadar la roca. Pero los «karez» continuarán estando vigentes en esta inhóspita región de China mientras su agua siga regando los cultivos y provocando que florezca la vida en medio del desierto.