The Pavilion from Japan proposes to learn from the wisdom and technology of the past

Tue, 24/06/2008

Europa Press

La ciudad de Tokio ya superaba el millón de habitantes hace 200, cuando era llamada Edo. A pesar de ser una gran ciudad, el río que la atravesaba era potable en todos sus tramos, hasta la desembocadura. Esto era así por la buena gestión de los recursos y de los residuos que realizaban sus habitantes y que tenía como resultado la generación muy reducida de residuos.


Éste es uno de los mensajes de la video-instalación que recibe al visitante del Pabellón de Japón de la Exposición Internacional Zaragoza 2008, entre los que se encontraba hoy el alcalde de Zaragoza, Juan Alberto Belloch. Este pabellón propone echar la vista atrás para aprender de la sabiduría y de la tecnología del pasado.


Compuesta de dos pantallas laterales y una frontal que envuelven al visitante, la animación proyectada utiliza los motivos de los dibujos tradicionales japoneses, los 'ukiyoe', y guiada por un Kappa, ser mitológico de la cultura japonesa.


Muchos de los consejos que hoy se emiten a la sociedad para el ahorro de agua, ya se seguían en la ciudad de Edo. Así, el agua de los baños se reutilizaba para la limpieza o para el refresco de las calles, o el papel se reciclaba dándole diferentes usos, incluso como material de confección.


Ningún residuo era depositado en los acuíferos, las defecaciones humanas se recogían y eran trasladadas hasta las zonas agrícolas donde servían de fertilizante.


Por otra parte, las obras hidráulicas que desarrollaron los japoneses de principios del siglo XIX, ya concebían los ríos como sistemas que no se pueden intentar someter, sino que hay que aprender sus ciclos y actuar de forma respetuosa.


Así, en un país que se caracteriza por las grandes inundaciones, los ingenieros de esta época idearon el sistema de diques discontinuos que era capaz de resistir las grandes acometidas de las crecidas de los ríos, dejando pasar parte de esta agua.


LA TECNOLOGÍA DEL PRESENTE.


Al finalizar este video, las pantallas se abren y se descubre una cascada de agua al lado de la cual hay que pasar para acceder a la zona dos del pabellón, que con 1.750 metros cuadrados es uno de los más grandes de la Muestra. Toda esta segunda zona está ambientada musicalmente con un claro ejemplo de nuevas tecnologías responsables medioambientalmente, los altavoces de agua.


Este sistema aprovecha la sensibilidad del agua a las ondas del sonido para amplificar esta señal que transforma posteriormente en sonido. Un deposito de agua cilíndrico, transmite las ondas de sonido, al final del mismo, un disco de membranas, similar a la de los altavoces tradicionales, convierte esa señal amplificada en sonido.


En esta segunda zona, se genera un ambiente misterioso, gracias a la música, a la escasa luz, y a las proyecciones que caen sobre telas translúcidas. Se emiten también las imágenes que desde la sonda lunar japonesa Koaguya se toman del Planeta Tierra y lo muestran como el planeta del agua.


También ofrece la posibilidad de tomarte un té especial creado por los hosteleros del pabellón de Japón y que conjuga el té japonés con el aroma de las naranjas valencianas.


Siguiendo el ejemplo de la utilización del papel de hace 200 años, los vasos en que se convida al visitante, esta fabricado con almidón obtenido de las patatas, que volverá a la tierra a la que servirá de abono, en vez de constituir un residuo no degradable.


El pabellón cuenta también con un restaurante en la parte superior del pabellón donde se puede degustar comida japonesa.


ZARAGOZA Y JAPÓN


La pasión por la cultura japonesa en España tiene un centro de referencia importante en la capital aragonesa, ya que el Museo de Zaragoza acoge la mayor colección de arte japonés en España gracias a la donación que hizo el profesor emérito de la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza, Federico Torralba.


Este especialista ha dedicado toda su vida al estudio de la cultura japonesa, lo cual le valió recientemente ser condecorado con la Orden del Sol Naciente, otorgada por el emperador del Japón y máxima distinción que el país nipón concede a los ciudadanos no japoneses que han contribuido al mejor conocimiento de su cultura y sentir.