The future of water

Mon, 23/06/2008

El Mundo

Se ha bromeado con la necesidad de cambiar el refranero español. No es el hambre, sino la sed lo que agudiza el ingenio. Y es que desde que la sequía se situó en la primera línea de la vida de los catalanes, se ha producido una cascada de propuestas destinadas a paliarla. Finalmente, gracias a las pregarias de los fieles adeptos catalanes, o a la Verge de Montserrat a la que se encomendó el conseller de Medi Ambient, Francesc Baltasar, la crisis desapareció y para alejar el fantasma definitivo surgió la figura endiosada de la desalinizadora enfundada en un atuendo de superheroína dispuesta a repartir agua por doquier y alejar el fantasma de la sequía. Pero, ¿es la desalinizadora la mejor forma de atajar la escasez de agua?
BARCELONA.- En tiempos de crisis surgen los mesías y se expande la fe. Algo así ha sucedido con las desalinizadoras. En una época en que Cataluña ha sido azotada por una de las sequías acuciantes más intensas de los últimos 60 años, el Govern de la Generalitat ha tratado de ofrecer a la población la imagen de la desalinizadora como la gran panacea. Dicen que atajará la crisis y que garantizará un suministro regular, de forma que el fantasma de la escasez de agua desaparecerá por los siglos de los siglos.
Pero, ¿es realmente la desalinizadora la solución idónea para sequías venideras o su puesta en marcha ha sido una estrategia política planteada en tiempos de crisis, aprovechando la situación, y obviando los puntos negativos de su puesta en funcionamiento?
«La desalinización no es necesariamente el mejor sistema para erradicar la sequía». Toda una declaración de principios del vicepresidente de la Asociación Española de Desalinización y Reutilización (AEDyR), Manuel Rubio, que contempla la desalinización más como un «elemento complementario» que no como una alternativa única para paliar la sequía». Algo que la Generalitat no parece compartir, teniendo en cuenta que a la creación de la planta de El Prat de Llobregat, le seguirán otras medidas como la de la planta de Cunit y la ampliación de Tordera, que producirán 60 hectómetros cúbicos cada una.
La planta de El Prat no era, ni con mucho, la primera opción prevista por la Generalitat cuando hace unos años se percató de que Cataluña se enfrentaba a un ciclo hídrico especialmente seco. De hecho, su construcción sufrió un retraso de cuatro meses fruto de la negativa inicial de Iniciativa per Catalunya, que ha tenido que solventarse con el trabajo non stop (24 horas) de 250 operarios. «Y creciendo», dice el gerente de Aigües Ter Llobregat (ATLL), Joan Comta. La urgencia de la situación así lo requería. «Se han avanzado algunas obras que antes estaban previstas para 2015 y ahora para 2012», explica el gerente. Finalmente, la planta estará lista entre finales de abril y principios de mayo, después de que en enero se realicen las pruebas de funcionamiento, aunque de no sufrir retrasos debería haberlo estado en enero.
Actualmente hay en España apróximadamente un millar de desalinizadoras, aunque este dato debe tomarse en cuarentena, dado que muchas son de uso privado y burlan el control estatal. De hecho, España es el país con mayor número de plantas desalinizadoras de Europa.Una cifra que levanta las iras de muchas organizaciones ecologistas como el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) que reprochaba en un informe la «frenética construcción» de plantas y su impacto negativo en el medio ambiente y en el cambio climático.
En dicho estudio, WWF señalaba que la construcción de desalinizadoras podía ser la solución para garantizar el suministro de agua en el futuro, pero no una respuesta coyuntural. La emisión de gases de efecto invernadero, la destrucción de la costa, el gasto de energía y la salmuera son los principales argumentos usados por las organizaciones para criticar la construcción de estas plantas.
Sin embargo, tanto el gerente de ATLL como el vicepresidente de AEDyR coinciden en que estas plantas se han convertido casi en un imperativo para hacer frente a un periodo que se prevé muy seco. «Con los movimientos migratorios, las sequías afectarán a 150 millones de personas en los próximos 20 años», sentencia Rubio.
Sobre todo teniendo en cuenta que el río Llobregat, el principal abastecedor de agua de la zona, presenta una variación impresionante de caudal que pude pasar súbitamente de pocos metros cúbicos por segundo a unos dos mil.
Además, según apunta Comta, si la planta hubiera funcionado este año, las consecuencias de la sequía se habrían minimizado sustancialmente. Y es que la planta funcionará el 100% del tiempo, de forma que, en época de bonanza el agua se guardará en los embalses para tenerlos más llenos. En ese sentido, Comta deja claro que, si la planta de El Prat hubiera estado en funcionamiento durante la sequía, los embalses nunca hubieran estado por debajo del 30%. ¿Falta de previsión? «Sí, aunque esta década ha sido especialmente seca», admite.
«Con las tres desalinizadoras, las iniciativas de reutilización de Llobregat y el Besós, la explotación racional de las aguas subterráneas y la eficiencia de las redes de riego, tendremos suficiente para garantizar el suministro», justifica Comta.
La desalinizadora de El Prat no es una más. Su entrada en funcionamiento la elevará a la categoría de la planta más grande de Europa substituyendo a la actual: Carboneras (Almería). Y es que la capacidad de producción de la catalana será de 180.000 metros cúbicos al día, una cifra nada desdeñable. Así, el 25% del agua que suministra ATLL a sus aproximadamente 100 municipios -Barcelona ciudad y ocho comarcas del entorno- quedarán cubiertos anualmente por la planta.
La desalinización no es más que un proceso de tratamiento del agua del mar para eliminar la sal y, hacerla apta para el uso ciudadano. Eso sí, el proceso mediante el cual se trata el agua requiere una tecnología avanzada y precisa, así como una fuente de energía constante.
El complejo proceso de desalación se inicia con la captación de agua del mar que, en el caso de El Prat se hará mediante una tubería situada a 2,2 kilómetros de la costa y a más de 20 metros de profundidad. Aunque, el corazón de la planta es la nave de la ósmosis inversa, cuyas membranas semipermeables impiden el paso de cualquier elemento que no sean las moléculas de agua.Esta es la parte del proceso de mayor consumo eléctrico (3,8 kw/m).
Antes de las ósmosis hay diversos procesos de filtración, cada uno de ellos más exigente, para retirar el máximo de impurezas del agua y que las membranas de la ósmosis no tengan que lavarse constantemente. El agua sale de la nave de la ósmosis es tan pura que sería incluso «agresiva», explica Comta. Por ello, en el último proceso, se le añaden minerales (sodio, calcio y CO2) «para hacer un agua fantástica», bromea el gerente.
Los dos principales escollos a los que cualquier planta de desalinización debe hacer frente son el gasto excesivo de energía que, en el caso del Prat, se resuelve con una subestación de más de 25 metros y la salmuera -sal sobrante después de que el agua sea procesada-.Sin embargo, Comta dice que eso no supone ningún contratiempo para la moderna planta de El Prat, dado que cuenta con una estación depuradora que devuelve la sal al agua del mar a través de unas cañerías instaladas a 60 metros de profundidad -donde no hay algas- y, mientras no se reutiliza, se mezcla con el agua tratada de forma que, al ser devuelta al mar, no presenta una concentración de sal que pueda resultar mortal para las especies de la zona.
Respecto a la energía, el responsable de la revista ecológica WorldWatch, José Santamarta, afirma que las desalinizadoras consumen un 30% menos de energía que los trasvases.