The ascent of three meters of the level of the water puts brake to the agony of the sea of Aral
Mon, 16/07/2007
Según datos oficiales, con la construcción del dique de Kok-Aral y la eliminación de regadíos en el río Sir Daria, para lograr que aporte un mayor flujo de agua al Aral, se ha logrado que la superficie del lago aumente en un 13 por ciento en los últimos dos años. El nivel de las aguas se ha elevado 3 metros. En 2005, el volumen de pesca era de 1.500 toneladas y ahora se ha llegado a las 15.000, factor que está contribuyendo a que la población autóctona, constituida fundamentalmente por pescadores, regrese a la zona. Además, al haber una mayor evaporación, han aumentado las precipitaciones.
LA PARTE SUR DESAPARECERÁ
Las autoridades de Astaná cuentan con una importante ayuda internacional en sus esfuerzos, pero sólo lograrán salvar la parte norte del lago, la que está en territorio kazajo. La parte sur, que tiene forma de herradura y se encuentra en el lado uzbieko, desaparecerá irremisiblemente en unos diez años. El dique de Kok-Aral se construyó precisamente para impedir que el agua que llega a través del Sir Daria se escape hacia el sur.
El mar de Aral era hace 50 años un lago ovalado con una superficie de 67.000 kilómetros cuadrados. En medio tenía una isla llamada Renacimiento. Ahora es una península, de ahí la forma de herradura. Todo empezó con una de las obras faraónicas del régimen soviético: los trasvases, efectuados a partir de 1957, del Amú Daria y Sir Daria, los dos grandes ríos centroasiáticos que desembocan en el Aral. El primero por el sur, desde Uzbekistán, y el segundo por el norte.
A través de numerosos canales, el agua de ambos ríos era desviada para irrigar los campos de algodón en pleno desierto. De esa manera, el caudal que recibía el Aral quedó reducido de 58,4 kilómetros cúbicos de agua al año a apenas un kilómetro cúbico. Como resultado, la superficie del lago pasó a ser la mitad y su volumen descendió en tres cuartas partes.
La desecación del Aral hizo que muchas localidades, antes situadas en su ribera y ricas en cultivos de legumbres y cereales, sean ahora estériles. Decenas de poblados quedaron aislados en medio del desierto y sin medios para sobrevivir. La arena se tragó dos millones de hectáreas de tierras fértiles.
Las ciudades de Muinak (Uzbekistán) y Aralsk (Kazajstán), los dos puertos principales del Aral, se encuentran hoy día a 120 y 40 kilómetros, respectivamente, de la actual costa. Los esqueletos de los barcos varados en la arena del desierto dan idea de la dimensión de la catástrofe. Uchasái es otro de esos puertos fantasmas, cuyos habitantes vivieron siempre de la pesca. Kazajstán espera que el año que viene Aralsk vuelva a ser costera.
La agonía del Aral ha afectado también al clima. Los inviernos son más fríos y los veranos más cálidos y secos. La situación sanitaria también empeoró. La contaminación del agua, la tierra y el aire hizo que aparecieran numerosas enfermedades respiratorias e intestinales. El 85 por ciento de las mujeres eran anémicas y la tasa de mortalidad infantil llegó a alcanzar el 35 por 1.000. En todo el entorno vivían más de tres millones de personas. La única salida fue buscar otras zonas en donde establecerse.
Para financiar los programas de ayuda y desarrollo de las zonas afectadas por la catástrofe ecológica causada por la desecación del Aral, el Banco Mundial se comprometió en 1995 a conceder un préstamo de 300 millones de dólares. Ya ha entregado más de la mitad.
LA PARTE SUR DESAPARECERÁ
Las autoridades de Astaná cuentan con una importante ayuda internacional en sus esfuerzos, pero sólo lograrán salvar la parte norte del lago, la que está en territorio kazajo. La parte sur, que tiene forma de herradura y se encuentra en el lado uzbieko, desaparecerá irremisiblemente en unos diez años. El dique de Kok-Aral se construyó precisamente para impedir que el agua que llega a través del Sir Daria se escape hacia el sur.
El mar de Aral era hace 50 años un lago ovalado con una superficie de 67.000 kilómetros cuadrados. En medio tenía una isla llamada Renacimiento. Ahora es una península, de ahí la forma de herradura. Todo empezó con una de las obras faraónicas del régimen soviético: los trasvases, efectuados a partir de 1957, del Amú Daria y Sir Daria, los dos grandes ríos centroasiáticos que desembocan en el Aral. El primero por el sur, desde Uzbekistán, y el segundo por el norte.
A través de numerosos canales, el agua de ambos ríos era desviada para irrigar los campos de algodón en pleno desierto. De esa manera, el caudal que recibía el Aral quedó reducido de 58,4 kilómetros cúbicos de agua al año a apenas un kilómetro cúbico. Como resultado, la superficie del lago pasó a ser la mitad y su volumen descendió en tres cuartas partes.
La desecación del Aral hizo que muchas localidades, antes situadas en su ribera y ricas en cultivos de legumbres y cereales, sean ahora estériles. Decenas de poblados quedaron aislados en medio del desierto y sin medios para sobrevivir. La arena se tragó dos millones de hectáreas de tierras fértiles.
Las ciudades de Muinak (Uzbekistán) y Aralsk (Kazajstán), los dos puertos principales del Aral, se encuentran hoy día a 120 y 40 kilómetros, respectivamente, de la actual costa. Los esqueletos de los barcos varados en la arena del desierto dan idea de la dimensión de la catástrofe. Uchasái es otro de esos puertos fantasmas, cuyos habitantes vivieron siempre de la pesca. Kazajstán espera que el año que viene Aralsk vuelva a ser costera.
La agonía del Aral ha afectado también al clima. Los inviernos son más fríos y los veranos más cálidos y secos. La situación sanitaria también empeoró. La contaminación del agua, la tierra y el aire hizo que aparecieran numerosas enfermedades respiratorias e intestinales. El 85 por ciento de las mujeres eran anémicas y la tasa de mortalidad infantil llegó a alcanzar el 35 por 1.000. En todo el entorno vivían más de tres millones de personas. La única salida fue buscar otras zonas en donde establecerse.
Para financiar los programas de ayuda y desarrollo de las zonas afectadas por la catástrofe ecológica causada por la desecación del Aral, el Banco Mundial se comprometió en 1995 a conceder un préstamo de 300 millones de dólares. Ya ha entregado más de la mitad.