The plague of the H2O in bottle
Mon, 14/05/2007
En la lista de los objetos y prácticas cotidianas de consumo que no gustan a los ecologistas, un ranking hasta ahora encabezado por las bombillas incandescentes y las bolsas de plástico, el consumo de agua embotellada se está haciendo con un sitio destacado. Críticas sustentadas por estudios como el publicado esta semana por el Instituto Worldwatch y que sitúa a España en la lista de países con un disparado consumo de agua en botella por una mezcla de comodidad, seguridad, gusto, cachet social, pero también falta de sensibilidad ecológica. De acuerdo a estos reproches, el impacto medioambiental de esta tendencia de H2O en botella empieza en su mismo origen. Con el riesgo que supone la sobre-explotación de manantiales o acuíferos subterráneos. Además de toda la energía necesaria para producir, embotellar, empaquetar, almacenar y distribuir el agua embotellada. Y la puntilla que supone los resultantes millones de toneladas de plástico, derivado del petróleo. A tenor de los cálculos facilitados por el Worldwatch Institute, el coste de una botella de agua es de 240 a 10.000 veces superior al del agua corriente. Esto supone que un metro cúbico de agua embotellada en países industrializados cuesta entre 370 a 740 euros frente a los céntimos que cuesta un metro cúbico de agua corriente. Con la ironía de que en países industrializados, aquellos que más consumen agua embotellada, la calidad del suministro público suele ser bastante buena, mientras que simultáneamente mil millones de personas en el Tercer Mundo no tienen cubiertas sus necesidades básicas. Las cifras facilitadas con anterioridad por el Earth Policy Institute estiman que para fabricar todas las botellas de agua que se consumen al año en Estados Unidos se necesita el equivalente a 1,5 millones de barriles de petróleo diarios. Suficiente para satisfacer las necesidades anuales de 100.000 vehículos con motor de combustión interna. Con el agravante de que un 90 por ciento de las botellas utilizadas no se reciclan debidamente. España, gran consumidora Entre 1997 y el 2005, el consumo global de agua embotellada se ha duplicado, generando una industria que mueve 100.000 millones de dólares al año y con una tasa de crecimiento bastante envidiable. Aunque Estados Unidos se mantiene como el mayor consumidor mundial, China y la India han visto multiplicada su sed por agua embotellada. Mientras que España figura en la lista de los diez mayores consumidores del mundo, según los cálculos del Worldwatch. Como muestra de estos crecientes reparos, por lo menos en Estados Unidos, algunas jurisdicciones en el gigante americano —como Oregon o Connecticut— están empezando a subir los impuestos y depósitos requeridos para el comercio sobre el agua embotellada. Tasas que hasta ahora se venían aplicando únicamente a envases de refrescos y cerveza. Con una campaña abierta entre restaurantes para terminar con la oferta a sus clientes de agua embotellada a la que recientemente se ha sumado el venerable y californiano Chez Panisse, en Berkeley. Según ha declarado su manager, Mike Kossa-Rienzi, «para nosotros tiene sentido no usar toda esa energía y recursos para embotellar agua, por ejemplo en Italia, traerla hasta nuestro restaurante y luego tener que reciclar botellas». Dentro del redoblado pulso por reducir las emisiones contaminantes asociados con el cambio climático, el consejo para encontrar un remedio a este problema medioambiental no puede ser más simple: agua del grifo. Y si no le gusta el sabor o no se fía de su calidad, entonces recurra a un filtro.