Drought in Italy causes alarm
Thu, 26/04/2007
En 2003 una devastadora ola de calor arrasó Europa, provocando a su paso decenas de miles de muertos. Sólo en Italia las víctimas mortales fueron más de 4.000, lo que obligó a las autoridades a decretar el estado de emergencia. Ahora, cuatro años después, el espectro de aquella tragedia se cierne nuevamente sobre el país transalpino, que ha sufrido el invierno más cálido de los últimos 200 años.
Los meteorólogos ya han advertido que el mes de junio será infernal, alcanzándose temperaturas tan elevadas como las que se registraron en aquel terrible verano del 2003. Pero, por si fuera poco, los primeros síntomas de la pesadilla ya han comenzado a materializarse, en forma de una severa sequía que ha reducido drásticamente las reservas hídricas del norte de Italia y que está provocado que el Ejecutivo de Romano Prodi se plantee la posibilidad de declarar el estado de emergencia nacional.
Ahí está por ejemplo el Po, que con sus 652 kilómetros es el río más largo de Italia, y que se encuentra en un grave estado de desnutrición: por su cauce discurre la mitad de agua de la que habitualmente suele llevar. En vez de los 953 metros cúbicos de agua que cada segundo, como media, suele mover, ahora tan sólo fluyen 431. Su salud es tan precaria que sólo durante la semana pasada sus aguas han descendido en 80 centímetros, según revelan las mediciones realizadas en la localidad de Pontelagoscuro.
El Po es el gran enfermo, pero no es la única reserva acuífera del norte de Italia aquejada de serias dolencias. Los grandes lagos transalpinos también están en una situación crítica: el Grada, por ejemplo, alcanza en estos momentos una altura hídrica de únicamente 55,9 centímetros, frente a los 110 que suele medir en abril.
Y aún está peor el Lago Mayor, el segundo más grande del país, pues el nivel de sus aguas se encuentra en la actualidad casi un metro por debajo de los que suele estar, lo que significa que contiene unos 60 millones cúbicos de agua menos de la que disfrutaba el año pasado.
Los técnicos han lanzado la voz de alarma. Pero lo peor aún está por llegar: el verano aguarda a la vuelta de la esquina y los meteorólogos alertan de que junio será muy, muy caluroso, con temperaturas similares a las del verano de 2003. La posibilidad de que Italia sufra un gran apagón se ha disparado, dado que cerca del 15% de su producción de energía eléctrica depende de las centrales hidroeléctricas y de que todo indica que este verano el consumo se va a disparar en un intento desesperado por hacer frente al calor, lo que podría hacer saltar por los aires toda la red.
Los agricultores están aterrados. «La supervivencia de sectores como el del azúcar o el del arroz, en los cuales Italia detenta el liderazgo europeo y que se concentran casi totalmente en las orillas del Po, dependen para su supervivencia de la cuenca hídrica del río. Y también está en sus manos casi la mitad de la producción nacional de tomate para conserva», señala la asociación agrícola Coldiretti. «Además, la disponibilidad de agua para riego es indispensable para el cultivo del maíz destinado a la alimentación de más de 4,1 millones de vacas que producen la leche que se utiliza en la elaboración de los quesos italianos, como el Grana Padano, el Parmigiano o el Provolone, y de los más de 5,2 millones de cerdos de los cuales se obtiene en gran parte el jamón de Parma.
Los meteorólogos ya han advertido que el mes de junio será infernal, alcanzándose temperaturas tan elevadas como las que se registraron en aquel terrible verano del 2003. Pero, por si fuera poco, los primeros síntomas de la pesadilla ya han comenzado a materializarse, en forma de una severa sequía que ha reducido drásticamente las reservas hídricas del norte de Italia y que está provocado que el Ejecutivo de Romano Prodi se plantee la posibilidad de declarar el estado de emergencia nacional.
Ahí está por ejemplo el Po, que con sus 652 kilómetros es el río más largo de Italia, y que se encuentra en un grave estado de desnutrición: por su cauce discurre la mitad de agua de la que habitualmente suele llevar. En vez de los 953 metros cúbicos de agua que cada segundo, como media, suele mover, ahora tan sólo fluyen 431. Su salud es tan precaria que sólo durante la semana pasada sus aguas han descendido en 80 centímetros, según revelan las mediciones realizadas en la localidad de Pontelagoscuro.
El Po es el gran enfermo, pero no es la única reserva acuífera del norte de Italia aquejada de serias dolencias. Los grandes lagos transalpinos también están en una situación crítica: el Grada, por ejemplo, alcanza en estos momentos una altura hídrica de únicamente 55,9 centímetros, frente a los 110 que suele medir en abril.
Y aún está peor el Lago Mayor, el segundo más grande del país, pues el nivel de sus aguas se encuentra en la actualidad casi un metro por debajo de los que suele estar, lo que significa que contiene unos 60 millones cúbicos de agua menos de la que disfrutaba el año pasado.
Los técnicos han lanzado la voz de alarma. Pero lo peor aún está por llegar: el verano aguarda a la vuelta de la esquina y los meteorólogos alertan de que junio será muy, muy caluroso, con temperaturas similares a las del verano de 2003. La posibilidad de que Italia sufra un gran apagón se ha disparado, dado que cerca del 15% de su producción de energía eléctrica depende de las centrales hidroeléctricas y de que todo indica que este verano el consumo se va a disparar en un intento desesperado por hacer frente al calor, lo que podría hacer saltar por los aires toda la red.
Los agricultores están aterrados. «La supervivencia de sectores como el del azúcar o el del arroz, en los cuales Italia detenta el liderazgo europeo y que se concentran casi totalmente en las orillas del Po, dependen para su supervivencia de la cuenca hídrica del río. Y también está en sus manos casi la mitad de la producción nacional de tomate para conserva», señala la asociación agrícola Coldiretti. «Además, la disponibilidad de agua para riego es indispensable para el cultivo del maíz destinado a la alimentación de más de 4,1 millones de vacas que producen la leche que se utiliza en la elaboración de los quesos italianos, como el Grana Padano, el Parmigiano o el Provolone, y de los más de 5,2 millones de cerdos de los cuales se obtiene en gran parte el jamón de Parma.