Ebro Delta and the 'little overflow'

Mon, 16/04/2007

El Periódico

Una nueva cultura del agua
En los primeros días de marzo han sido noticia a la vez la crecida del río Ebro y el informe del panel científico de la ONU sobre las consecuencias del cambio climático. Y una de las consecuencias más importantes del cambio climático es el ascenso del nivel del mar, que podría engullir una buena parte del delta del Ebro a finales de este siglo. ¿Tiene este problema solución? Sí, y precisamente el remedio está en las crecidas del Ebro... siempre que lleguen al delta. Pero los embalses de Mequinença y Riba-roja impiden la llegada de los sedimentos a la parte final del río. Los sedimentos que deberían estar en el delta yacen ahora en la cola del Mequinença.

Y MIENTRAStanto, la crecidita del Ebro destapaba todos los tópicos que muestran que no hemos llegado al siglo XXI: el río está sucio; las cosechas, perdidas; los diques, rotos. Todo ello nos muestra que nuestro concepto de río sigue siendo el del río-peligro y no hemos entendido todavía que el río es algo más que un canal de desagüe. Y, para más vergüenza, la crecida que se ha producido este año tiene un periodo de recurrencia de unos pocos años, crecidas como esta eran habituales en el Ebro de principios del siglo XX cada 3-5 años. No es por tanto una crecida extraordinaria.
Si entendiéramos que el río es un sistema vivo, si realmente nos cre- yéramos lo que dice la directiva marco del agua, reconoceríamos en las llanuras aluviales inundadas del Ebro el seguro contra las inundaciones y valoraríamos su interés como sistemas naturales. El objetivo de nuestras administraciones debería ser recuperar estas zonas como sistemas naturales y seguro frente a avenidas. Sin embargo, hemos oído todo lo contrario: se trata de protegernos del río, de dragarlo para que circule, para que no entre en las construcciones o actividades agrarias que hemos colocado en zonas inundables. Otra vez topamos con lo mismo: un modelo de gestión mas propio del siglo XIX que del XXI.
PORotra parte, la crecida que se ha originado aguas abajo de los embalses ha sido de agua casi limpia, sin sedimentos. Esta agua ha sido muy útil para eliminar la cuña salina (agua de mar) de la parte baja del río, impedir la salinización del Delta y asegurar una buena pesca para el año próximo (por cada metro cúbico de crecida, aproximadamente unos 40 kilos de sardinas más el próximo año). O sea, que el agua del río no se ha perdido en el mar (como algunos políticos nos han recordado). Esta crecidita
no se podría usar para trasvasar hacia otros lugares ni aunque se hubiera querido hacerlo (¡los embalses estaban llenos!). Las crecidas del Ebro son algo consustancial en el río, y no podemos pensar en un Ebro vivo sin ellas. La lástima es que no haya servido para consolidar el delta.
Para ello habría sido necesario que el sedimento que yace en el fondo de Mequinença y Riba-roja se hubiera trasladado hacia el mar. Y esto es técnicamente plausible, como ha demostrado un estudio del profesor
Martín Vide
que muestra que se puede remover el fango del fondo y depositarlo en el pie de presa, y luego las crecidas lo arrastrarían hacia el Delta. Y hay fango suficiente en Riba-roja y Mequinença para compensar la subida del nivel del mar. Y existen todavía crecidas para poder arrastrarlo. O sea, que sabemos lo que deberíamos hacer para salvar el delta.
¿Por qué no lo hacemos? Básicamente, porque nos falta la valentía de cambiar la forma de gestionar el ciclo del agua (y los sedimentos) de la cuenca. Los embalses de Mequinença y Riba-roja se gestionan para maximizar la producción eléctrica y evitar que se inunde Tortosa. Otros objetivos son secundarios. Aprovechar la avenidas para trasladar sedimentos al delta les suena, a la mayoría de gestores del agua de la cuenca, a chino, a una rareza de unos cuantos iluminados. Por eso hemos perdido ya casi siete años desde que propusimos esta solución y no avanzamos (véase un artículo mío en este periódico del ¡11 de marzo del 2001!).

NI EL MINISTERIOde Medio Ambiente ni la Confederación Hidrográfica del Ebro ni la propia Generalitat se creen de verdad que es posible salvar el delta, ya que a los trabajos que hemos detallado no se les da ninguna prioridad (unos pocos euros para estudios en los presupuestos de este año). Sin la valentía de poner en marcha las medidas que son posibles, el delta se irá hundiendo poco a poco, y quizá cuando nos dispongamos al traslado de sedimentos ya sea demasiado tarde para muchos de los mejores ecosistemas deltaicos.
La solución es simple: gestión integrada de la cuenca, con prioridad para la conservación de los ecosistemas y la seguridad de las personas. Y esto no lo puede liderar una Administración hidráulica que ha perdido su autoridad frente a unas comunidades autónomas mas empecinadas en regar más o en desarrollar campos de golf que en preservar el delta del Ebro. ¿Lamentaremos también en la próxima crecida del Ebro la pérdida de una nueva oportunidad para salvar el delta?
Catedrático de Ecología de la UB.