Mayors and farmers say that damages in agricultural sector rises 2003 figures
Sun, 08/04/2007
Lo peor ha pasado, pero las consecuencias de esta riada podrían ser peores que las que se registraron tras la de 2003. Aún es pronto para cuantificar las pérdidas, algo que no se sabrá hasta al menos, dentro de ocho o diez días, cuando la superficie anegada vuelva a su estado natural y los desperfectos salgan a la luz.
La Unión de Agricultores y Ganaderos de Aragón (UAGA) insiste en que habrá que esperar a que las aguas vuelvan a su cauce, pero cifra en 18.000 las hectáreas que han quedado cubiertas por el agua. Además, han pedido un plan urgente de peritación de daños y que se declare desastre natural. Con esta calificación y conforme a la normativa de la Unión Europea las distintas Administraciones pueden indemnizar a los afectados de la riada al 100%, tanto por los daños en los cultivos como por los ocasionados en infraestructuras.
No obstante, el Ebro pierde fuerza por minutos, y a las 23.00 de ayer había disminuido a los 4,43 metros a su paso por Castejón (Navarra) y a 3,58 en Zaragoza (el viernes estaba a 5,17). En la capital aragonesa, el río tenía un caudal de 1.188 metros cúbicos por segundo (el viernes, 2.264,9). En Tortosa, el Ebro estaba en 5,38.
Mientras, los agricultores y los alcaldes de las zonas afectadas miran al futuro con el ceño fruncido. Casi todos estiman que los daños en infraestructutras (caminos levantados, agujeros y roturas) serán similares a los de 2003, pero aseguran que los de las cosechas podrían ser muy superiores. Gran parte de la hortaliza es ya irrecuperable. También el primer corte de la alfalfa.
Además, y si después de que desaparezca el agua llega el buen tiempo y el calor, todo se pudrirá. No tardará en llegar mayo y la cosecha de verano. Sin embargo, este año la tierra estará demasiado húmeda y tal vez no pueda recibir nuevos cultivos, por lo que su producción se retrasará o se perderá.
La calma se va recobrando muy poco a poco. En la Ribera Baja, los centímetros bajan con mucha lentitud (el descenso es de apenas 4 kilómetros por hora). Alcaldes y representantes de esta zona, como Felisa Salvador -presidenta de la Ribera Baja del Ebro-, no están de acuerdo con las versiones que apuntan a que esta riada ha sido inferior a la de 2003. Con sus huertas anegadas, explican que tal vez haya crecido en altura menos centímetros, pero no porque la avenida haya sido menor, sino porque se han roto más motas y el agua ha ganado en anchura en vez de altura. "No ha entrado en las poblaciones, pero ha dejado fatal los campos", recalca Felisa.
En esta línea se expresaban desde la Agrupación de Protección Civil de Quinto. "En altura, nos hemos quedado a dos centímetros de la marca de la otra vez, y hoy (por ayer) el agua ya ha bajado cuatro dedos. Sin embargo, los daños han sido mayores en las huertas, porque se ha roto, por ejemplo, la mota de Fuentes", aseguraba Luis Miguel Budría.
"O la riada ha sido mayor, o los caudales bajaban más sucios, lo que igualmente ha elevado su nivel", explicaba. "Muestra de ello es que en 2003 no nos preocupaba la huerta baja, porque no llegó a allí, y esta vez sí".
El alcalde de Quinto, Javier Abenia, reiteraba que el nivel descendía muy lentamente y decía que la marca que hicieron en el puente de hierro en 2003 había sido alcanzada también este año. "Puede que sea por la suciedad. Lo que está claro es que los daños van a ser mayores, porque es época de cosechas".
En juego la cosecha de verano
En la Ribera Alta del Ebro el nivel del agua había bajado ya ayer hasta dos metros. El presidente y alcalde de Remolinos, Alfredo Zaldívar, valoró que el maíz, el trigo y las hortalizas serán las paganas de estas últimas riadas.
"Los daños en infraestructuras serán similares a los de 2003, pero los que queden sobre las cosechas, serán superiores", apuntaba. Insistía, además, en que los agricultores están a merced de la meteorología. "Si ahora vienen unas semanas de calor, después de que el agua se retire, todo se pudrirá. Si hay que plantar las nuevas cosechas y no se puede regar, no habrá nada que hacer".
Por otra parte, el presidente de la Agrupación de Protección Civil de la Ribera Alta, Andrés Ferrer, insistía en que hasta dentro de ocho o diez días, cuando el agua se retire, no podrá iniciarse el recuento de daños. "Creo que serán, como mínimo, iguales que los de hace cuatro años", aseveraba. "Esta vez se han roto más motas, lo que ha perjudicado mucho más a los campos. La riada ha sido más tardana y los trigos ya estaban altos y habrá que ver qué pasa con las cosechas ahora...", sostenía con cierta desesperanza.
También apoyó la tesis que apunta a que ha influido que los caudales bajasen más sucios. "Ahora es una tarea prioritaria la limpieza", aseguró.
El alcalde de Boquiñeni, Félix Coscolla, argumentó que el subsuelo ha sufrido notablemente con esta avenida, ya que "ha habido mucha agua durante casi dos semanas y todo el terreno está muy reblandecido". Esto "perjudicará a las cosechas más de lo que lo hizo en 2003", dijo. El primer edil recalcó que todavía no se han podido evaluar los daños, pero que, según las primeras estimaciones, en el término municipal se han visto afectadas unas 600 hectáreas.
Su homólogo de Gallur, Antonio Liz, recordó que las secuelas de la riada se dejarán notar, sobre todo, por las fechas en las que se ha producido. "Hace cuatro años ocurrió en febrero y los agricultores tuvimos tiempo para reaccionar. Ahora, ha llegado en primavera y está en juego la cosecha de verano", comentó. Éste calculó que el 80% de los campos (unas 1.500 hectáreas) de la localidad han quedado dañados.
¿Peor que la de 2003?
Todos insisten en que la riada de este año ha sido más perjudicial para el campo por la conjunción de tres factores: la repetición y duración de las puntas, la lluvia caída y el fuerte viento. Hace cuatro años, la cresta de la avenida llegó de repente y bajó también con rapidez. En esta ocasión, en apenas quince días se han registrado tres puntas. Cuando llegó la última -el miércoles a la Ribera Alta y el viernes a Zaragoza- los diques de contención ya estaban debilitados por las dos anteriores.
Las motas de tierra que protegen los núcleos habitados y las cosechas estaban empapadas y permitieron las filtraciones. Esta riada ha permanecido en su punto álgido durante al menos 30 horas, tiempo en el que ha puesto al límite el sistema de defensas. Además, cuando la última crecida llegó a las riberas, los terrenos ya tenían agua embalsada y no podían absorber la que recibían. En 2003, estaban secos.
El viento que sopló el miércoles y el jueves y que provocó olas fluviales de hasta medio metro ha condicionado también sus efectos. El aire favoreció que el agua rebasase los diques y derribase árboles que habían perdido estabilidad al reblandecerse el terreno. Por otro lado, las fuertes precipitaciones -en dos días llovió casi tanto como en diciembre, enero y febrero- dificultaron las labores.
La Unión de Agricultores y Ganaderos de Aragón (UAGA) insiste en que habrá que esperar a que las aguas vuelvan a su cauce, pero cifra en 18.000 las hectáreas que han quedado cubiertas por el agua. Además, han pedido un plan urgente de peritación de daños y que se declare desastre natural. Con esta calificación y conforme a la normativa de la Unión Europea las distintas Administraciones pueden indemnizar a los afectados de la riada al 100%, tanto por los daños en los cultivos como por los ocasionados en infraestructuras.
No obstante, el Ebro pierde fuerza por minutos, y a las 23.00 de ayer había disminuido a los 4,43 metros a su paso por Castejón (Navarra) y a 3,58 en Zaragoza (el viernes estaba a 5,17). En la capital aragonesa, el río tenía un caudal de 1.188 metros cúbicos por segundo (el viernes, 2.264,9). En Tortosa, el Ebro estaba en 5,38.
Mientras, los agricultores y los alcaldes de las zonas afectadas miran al futuro con el ceño fruncido. Casi todos estiman que los daños en infraestructutras (caminos levantados, agujeros y roturas) serán similares a los de 2003, pero aseguran que los de las cosechas podrían ser muy superiores. Gran parte de la hortaliza es ya irrecuperable. También el primer corte de la alfalfa.
Además, y si después de que desaparezca el agua llega el buen tiempo y el calor, todo se pudrirá. No tardará en llegar mayo y la cosecha de verano. Sin embargo, este año la tierra estará demasiado húmeda y tal vez no pueda recibir nuevos cultivos, por lo que su producción se retrasará o se perderá.
La calma se va recobrando muy poco a poco. En la Ribera Baja, los centímetros bajan con mucha lentitud (el descenso es de apenas 4 kilómetros por hora). Alcaldes y representantes de esta zona, como Felisa Salvador -presidenta de la Ribera Baja del Ebro-, no están de acuerdo con las versiones que apuntan a que esta riada ha sido inferior a la de 2003. Con sus huertas anegadas, explican que tal vez haya crecido en altura menos centímetros, pero no porque la avenida haya sido menor, sino porque se han roto más motas y el agua ha ganado en anchura en vez de altura. "No ha entrado en las poblaciones, pero ha dejado fatal los campos", recalca Felisa.
En esta línea se expresaban desde la Agrupación de Protección Civil de Quinto. "En altura, nos hemos quedado a dos centímetros de la marca de la otra vez, y hoy (por ayer) el agua ya ha bajado cuatro dedos. Sin embargo, los daños han sido mayores en las huertas, porque se ha roto, por ejemplo, la mota de Fuentes", aseguraba Luis Miguel Budría.
"O la riada ha sido mayor, o los caudales bajaban más sucios, lo que igualmente ha elevado su nivel", explicaba. "Muestra de ello es que en 2003 no nos preocupaba la huerta baja, porque no llegó a allí, y esta vez sí".
El alcalde de Quinto, Javier Abenia, reiteraba que el nivel descendía muy lentamente y decía que la marca que hicieron en el puente de hierro en 2003 había sido alcanzada también este año. "Puede que sea por la suciedad. Lo que está claro es que los daños van a ser mayores, porque es época de cosechas".
En juego la cosecha de verano
En la Ribera Alta del Ebro el nivel del agua había bajado ya ayer hasta dos metros. El presidente y alcalde de Remolinos, Alfredo Zaldívar, valoró que el maíz, el trigo y las hortalizas serán las paganas de estas últimas riadas.
"Los daños en infraestructuras serán similares a los de 2003, pero los que queden sobre las cosechas, serán superiores", apuntaba. Insistía, además, en que los agricultores están a merced de la meteorología. "Si ahora vienen unas semanas de calor, después de que el agua se retire, todo se pudrirá. Si hay que plantar las nuevas cosechas y no se puede regar, no habrá nada que hacer".
Por otra parte, el presidente de la Agrupación de Protección Civil de la Ribera Alta, Andrés Ferrer, insistía en que hasta dentro de ocho o diez días, cuando el agua se retire, no podrá iniciarse el recuento de daños. "Creo que serán, como mínimo, iguales que los de hace cuatro años", aseveraba. "Esta vez se han roto más motas, lo que ha perjudicado mucho más a los campos. La riada ha sido más tardana y los trigos ya estaban altos y habrá que ver qué pasa con las cosechas ahora...", sostenía con cierta desesperanza.
También apoyó la tesis que apunta a que ha influido que los caudales bajasen más sucios. "Ahora es una tarea prioritaria la limpieza", aseguró.
El alcalde de Boquiñeni, Félix Coscolla, argumentó que el subsuelo ha sufrido notablemente con esta avenida, ya que "ha habido mucha agua durante casi dos semanas y todo el terreno está muy reblandecido". Esto "perjudicará a las cosechas más de lo que lo hizo en 2003", dijo. El primer edil recalcó que todavía no se han podido evaluar los daños, pero que, según las primeras estimaciones, en el término municipal se han visto afectadas unas 600 hectáreas.
Su homólogo de Gallur, Antonio Liz, recordó que las secuelas de la riada se dejarán notar, sobre todo, por las fechas en las que se ha producido. "Hace cuatro años ocurrió en febrero y los agricultores tuvimos tiempo para reaccionar. Ahora, ha llegado en primavera y está en juego la cosecha de verano", comentó. Éste calculó que el 80% de los campos (unas 1.500 hectáreas) de la localidad han quedado dañados.
¿Peor que la de 2003?
Todos insisten en que la riada de este año ha sido más perjudicial para el campo por la conjunción de tres factores: la repetición y duración de las puntas, la lluvia caída y el fuerte viento. Hace cuatro años, la cresta de la avenida llegó de repente y bajó también con rapidez. En esta ocasión, en apenas quince días se han registrado tres puntas. Cuando llegó la última -el miércoles a la Ribera Alta y el viernes a Zaragoza- los diques de contención ya estaban debilitados por las dos anteriores.
Las motas de tierra que protegen los núcleos habitados y las cosechas estaban empapadas y permitieron las filtraciones. Esta riada ha permanecido en su punto álgido durante al menos 30 horas, tiempo en el que ha puesto al límite el sistema de defensas. Además, cuando la última crecida llegó a las riberas, los terrenos ya tenían agua embalsada y no podían absorber la que recibían. En 2003, estaban secos.
El viento que sopló el miércoles y el jueves y que provocó olas fluviales de hasta medio metro ha condicionado también sus efectos. El aire favoreció que el agua rebasase los diques y derribase árboles que habían perdido estabilidad al reblandecerse el terreno. Por otro lado, las fuertes precipitaciones -en dos días llovió casi tanto como en diciembre, enero y febrero- dificultaron las labores.