Snowfalls can not fill in water reservoirs
En Almería no recordaban una nevada así. Los valencianos estaban que no se creían el horizonte blanco que se extendía ante sus ojos. La huerta murciana se encharcó por tanta lluvia torrencial. El temporal que la semana pasada convirtió España en una estación de esquí alimentó las esperanzas de que el fin de la sequía se avecinaba. Decepción total. La nieve sólo ha conseguido arrancar a los embalses una casi insignificante subida de un 0,1%.
Las reservas hidráulicas siguen sobreviviendo de manera precaria y, a pesar de lo que parece que ha caído, algunas cuencas, como la del Segura, la del Ebro, las catalanas y las del Norte peninsular, no sólo no han mejorado nada, sino que han perdido cada una tanta agua como podría almacenar el estadio Santiago Bernabéu.
Pongamos el caso de la cuenca más vacía de España, la del Segura: está tan seca que, a pesar de que ha llovido 10 veces más que lo habitual, agoniza al 12,5% de su capacidad (la semana anterior se encontraba al 12,6%).
La situación en muchos lugares es bastante peor que el año pasado, el más seco de la Historia desde que se tiene constancia. Y de los datos se desprende algo tan nuevo como inquietante: el norte también se muere de sed.
En 2006 por estas fechas, los embalses de las cuencas del País Vasco estaban al 95% de su capacidad. Ahora se encuentran al 43%. Del mismo modo, la del Ebro ha bajado del 60% al 57%, y las de Cataluña, del 51% al 44%. La meteorología nos vuelve a sorprender con sus insólitos arrebatos.
«Aparentemente ha nevado una barbaridad, pero eso se ha traducido en muy poquita agua», asegura, moviendo la cabeza, el director general de Agua del Ministerio de Medio Ambiente, Jaime Palop. Pero, entonces, ¿qué es lo que pasa?
Cuenca baja
Pues que las nubes son caprichosas y no ha escogido para desahogarse los lugares más adecuados. Las copiosas precipitaciones registradas, por ejemplo, en Cádiz o en Sevilla, no han servido de mucho porque han aterrizado en la cuenca baja de los ríos, donde no hay posibilidades de recoger el agua.
Además, la nieve no siempre es mejor reserva de agua que la lluvia, en contra de lo que se tiende a creer. Sobre todo en las zonas no montañosas, donde, si no cae de forma continuada, se va tan pronto como llega. Es el fenómeno conocido como sublimación: pasar de estado sólido a vapor en vez de licuarse. «La nieve se evapora muchísimo», dice Palop. Y más en el litoral mediterráneo, donde nada más proclamarse el fin del temporal, el sol se empleó a fondo.
«Bueno, la nieve es una buena reserva de agua», objeta Jesús González, portavoz del Colegio de Ingenieros de Montes, «porque se libera gradualmente en el suelo y luego pasa a los arroyos y a incrementar la masa freática». «Pero claro, tiene que estar rodeada de árboles, porque si cae en un lugar pelado, desaparece», añade.
Además de estas desafortunadas circunstancias, se ha producido entre los ciudadanos un fenómeno psicológico que también conviene tener en cuenta. Lo resume Servicio de Predicción del Instituto Nacional de Meteorología, Angel Rivera: «Cada vez estamos menos acostumbrados a que llueva y nieve, así que, cuando ocurre, pensamos que es la bomba».
En realidad, señala, éste ha sido un temporal normal de invierno. No se ha batido ningún récord de nieve acumulada. Las precipitaciones han sido abundantes -una media de 21,6 litros por metro cuadrado, lluvias 10 veces más abundantes que la media en Murcia o en Las Palmas-, pero tampoco nada que no hubiera ocurrido antes. Partíamos de una situación previa tan desoladora que entre todos hemos mitificado el reciente fenómeno meteorológico.
El panorama no es demasiado alentador, pero Medio Ambiente tiene sus rezos puestos en las lluvias de abril. «Si en primavera llueve en condiciones normales, el sistema hidráulico comenzará a arrancar y se marcará un punto de inflexión», confía Palop. De estas precipitaciones depende, de hecho, que el abastecimiento urbano esté garantizado al 100% durante 2007.
¿Y si no? En el supuesto apocalíptico de que no volviera a llover este año -puede pasar, en este maremágnum climatológico- «habrá que abordar otras estrategias».
Los planes antisequía, que el Gobierno quiere tener aprobados para el mes que viene, establecen protocolos graduales de actuación según los diferentes niveles de emergencia. Se dan casi por seguras las restricciones en la agricultura en las cuencas del Júcar, Segura, Ebro, Tajo y Guadalquivir.
Restricciones en Cataluña y penalización del consumo excesivo en el País Vasco
Adiós a la división entre la España seca y la España húmeda. En el norte tampoco llueve ya y las autoridades comienzan a estar preocupadas. En Cataluña se ha declarado el estado de presequía y en el País Vasco, donde se encuentra en el periodo más seco de los últimos 62 años, se considera que la situación es «alarmante».
Habrá que vigilar con cuidado cómo evolucionan las áreas metropolitanas de Barcelona. Por segundo año consecutivo, las precipitaciones han sido insuficientes.
La Agencia Catalana del Agua, dependiente de la Consejería de Medio Ambiente, emitió un comunicado que no puede ser más pesimista: «Si se mantiene la situación actual, se pueden producir problemas en la satisfacción adecuada de las demandas de agua para abastecer a las poblaciones». A mediados de mayo podría declararse un estado de alerta de sequía si el escenario no cambia.
En el País Vasco el temporal se ha dejado notar más, pero se mantienen las medidas de emergencia. El Consorcio de Aguas de Bilbao Vizcaya ya ha anunciado que podría poner en marcha a partir del verano medidas disuasorias.
Esto significaría cerrar el grifo durante ciertas horas y penalizar económicamente a los que consuman por encima de una cantidad prefijada, explican en el Consorcio.
Las reservas hidráulicas siguen sobreviviendo de manera precaria y, a pesar de lo que parece que ha caído, algunas cuencas, como la del Segura, la del Ebro, las catalanas y las del Norte peninsular, no sólo no han mejorado nada, sino que han perdido cada una tanta agua como podría almacenar el estadio Santiago Bernabéu.
Pongamos el caso de la cuenca más vacía de España, la del Segura: está tan seca que, a pesar de que ha llovido 10 veces más que lo habitual, agoniza al 12,5% de su capacidad (la semana anterior se encontraba al 12,6%).
La situación en muchos lugares es bastante peor que el año pasado, el más seco de la Historia desde que se tiene constancia. Y de los datos se desprende algo tan nuevo como inquietante: el norte también se muere de sed.
En 2006 por estas fechas, los embalses de las cuencas del País Vasco estaban al 95% de su capacidad. Ahora se encuentran al 43%. Del mismo modo, la del Ebro ha bajado del 60% al 57%, y las de Cataluña, del 51% al 44%. La meteorología nos vuelve a sorprender con sus insólitos arrebatos.
«Aparentemente ha nevado una barbaridad, pero eso se ha traducido en muy poquita agua», asegura, moviendo la cabeza, el director general de Agua del Ministerio de Medio Ambiente, Jaime Palop. Pero, entonces, ¿qué es lo que pasa?
Cuenca baja
Pues que las nubes son caprichosas y no ha escogido para desahogarse los lugares más adecuados. Las copiosas precipitaciones registradas, por ejemplo, en Cádiz o en Sevilla, no han servido de mucho porque han aterrizado en la cuenca baja de los ríos, donde no hay posibilidades de recoger el agua.
Además, la nieve no siempre es mejor reserva de agua que la lluvia, en contra de lo que se tiende a creer. Sobre todo en las zonas no montañosas, donde, si no cae de forma continuada, se va tan pronto como llega. Es el fenómeno conocido como sublimación: pasar de estado sólido a vapor en vez de licuarse. «La nieve se evapora muchísimo», dice Palop. Y más en el litoral mediterráneo, donde nada más proclamarse el fin del temporal, el sol se empleó a fondo.
«Bueno, la nieve es una buena reserva de agua», objeta Jesús González, portavoz del Colegio de Ingenieros de Montes, «porque se libera gradualmente en el suelo y luego pasa a los arroyos y a incrementar la masa freática». «Pero claro, tiene que estar rodeada de árboles, porque si cae en un lugar pelado, desaparece», añade.
Además de estas desafortunadas circunstancias, se ha producido entre los ciudadanos un fenómeno psicológico que también conviene tener en cuenta. Lo resume Servicio de Predicción del Instituto Nacional de Meteorología, Angel Rivera: «Cada vez estamos menos acostumbrados a que llueva y nieve, así que, cuando ocurre, pensamos que es la bomba».
En realidad, señala, éste ha sido un temporal normal de invierno. No se ha batido ningún récord de nieve acumulada. Las precipitaciones han sido abundantes -una media de 21,6 litros por metro cuadrado, lluvias 10 veces más abundantes que la media en Murcia o en Las Palmas-, pero tampoco nada que no hubiera ocurrido antes. Partíamos de una situación previa tan desoladora que entre todos hemos mitificado el reciente fenómeno meteorológico.
El panorama no es demasiado alentador, pero Medio Ambiente tiene sus rezos puestos en las lluvias de abril. «Si en primavera llueve en condiciones normales, el sistema hidráulico comenzará a arrancar y se marcará un punto de inflexión», confía Palop. De estas precipitaciones depende, de hecho, que el abastecimiento urbano esté garantizado al 100% durante 2007.
¿Y si no? En el supuesto apocalíptico de que no volviera a llover este año -puede pasar, en este maremágnum climatológico- «habrá que abordar otras estrategias».
Los planes antisequía, que el Gobierno quiere tener aprobados para el mes que viene, establecen protocolos graduales de actuación según los diferentes niveles de emergencia. Se dan casi por seguras las restricciones en la agricultura en las cuencas del Júcar, Segura, Ebro, Tajo y Guadalquivir.
Restricciones en Cataluña y penalización del consumo excesivo en el País Vasco
Adiós a la división entre la España seca y la España húmeda. En el norte tampoco llueve ya y las autoridades comienzan a estar preocupadas. En Cataluña se ha declarado el estado de presequía y en el País Vasco, donde se encuentra en el periodo más seco de los últimos 62 años, se considera que la situación es «alarmante».
Habrá que vigilar con cuidado cómo evolucionan las áreas metropolitanas de Barcelona. Por segundo año consecutivo, las precipitaciones han sido insuficientes.
La Agencia Catalana del Agua, dependiente de la Consejería de Medio Ambiente, emitió un comunicado que no puede ser más pesimista: «Si se mantiene la situación actual, se pueden producir problemas en la satisfacción adecuada de las demandas de agua para abastecer a las poblaciones». A mediados de mayo podría declararse un estado de alerta de sequía si el escenario no cambia.
En el País Vasco el temporal se ha dejado notar más, pero se mantienen las medidas de emergencia. El Consorcio de Aguas de Bilbao Vizcaya ya ha anunciado que podría poner en marcha a partir del verano medidas disuasorias.
Esto significaría cerrar el grifo durante ciertas horas y penalizar económicamente a los que consuman por encima de una cantidad prefijada, explican en el Consorcio.