Zebra mussel invades Ebro river
Wed, 15/11/2006
«¿Pero cómo ha podido llegar hasta el Ebro? Realmente no se sabe, pero lo más probable es que todo comenzara con la llegada de una embarcación infestada de mejillones cebra». IÑAKI PIERRUGUES BARBERÁN/ Cinco años después de que se detectara la presencia del mejillón cebra en el bajo Ebro, biólogos de la Asociación para la Conservación y el Estudio de la Biodiversidad, que estaban realizando distintos estudios para el Departamento de Medio Ambiente del Gobierno Vasco sobre poblaciones de náyades (invertebrados de agua dulce), han descubierto la presencia de estos ejemplares adheridos en algunas algas del embalse de Sobrón (Burgos) y en el salto hidroeléctrico de Puentelarrá (Álava), ambos en la cabecera del río Ebro.
El mejillón cebra, cuyo nombre científico es Dreissena polymorpha, fue descrito por Pallas en 1771 a partir de unos ejemplares encontrados en el mar Caspio. Es un molusco bivalvo de agua dulce, que también resiste en aguas salobres, procedente de los mares Negro y Caspio, donde habita en equilibrio biológico. Su concha tiene forma triangular y el borde externo romo, con aspecto de un pequeño mejillón marino, pero sólo alcanza los tres centímetros de largo y posee un dibujo irregular de bandas blancas y oscuras en zigzag. Se sujeta al sustrato mediante un biso, formando extensos y densos racimos semejantes a las mejilloneras marinas. Tiene preferencia por aguas estancadas y con poca corriente. Y no es comestible.
Desde principios del siglo XX se ha especulado sobre la posible presencia del mejillón cebra en la Península Ibérica. Existen citas de finales del siglo XIX que se refieren a su aparición en el río Duero en Portugal, pero probablemente se trataba de alguna introducción accidental de especímenes muertos por vía marítima (Azpeitia Moros, 1933). No obstante, se detectaron ejemplares jóvenes de mejillón cebra en un punto concreto de la cuenca media del río Llobregat, cuyo origen se desconoce pero se sabe que desaparecieron con las riadas de octubre de 1982 (Altaba, 1992). Finalmente, los temores sobre la posible invasión de este bivalvo exótico se hicieron realidad cuando en agosto de 2001 un grupo de malacólogos de Cataluña especialistas en náyades y de naturalistas del Grupo de Natura Freixe de Flix (Tarragona) detectaron su presencia en el bajo Ebro (Cataluña), desde Xerta hasta el embalse de Ribarroja.
¿Pero cómo ha podido llegar hasta el Ebro? Realmente no se sabe, pero lo más probable es que todo comenzara con la llegada al Ebro de una embarcación infestada con mejillones cebra o cargada con agua de lastre infestada de larvas de esta especie. Esta supuesta embarcación habría diseminado mejillones cebra por varios puntos del bajo Ebro o quizás sólo en el embalse de Ribarroja expandiéndose rápidamente las larvas planctónicas. Pero tampoco se pueden descartar otras hipótesis, porque esas larvas se pueden adherir en las botas de cualquier pescador.
La vía de entrada del mejillón cebra en un ecosistema libre de esta especie suele ser la suelta de agua con larvas de este molusco invasor transportada en una embarcación o recipiente procedente de otro lugar donde esté presente. Una vez introducido el mejillón cebra en un ecosistema puede ocurrir que se adapte perfectamente al medio y prolifere con mayor o menor rapidez, pero puede ser que no logre sobrevivir y desaparezca. Esto depende de la interacción de diversos factores ambientales. Lo cierto es que en el Ebro se ha introducido adaptándose con éxito al nuevo hábitat y ya constituye una verdadera plaga. Y es que, el Ebro es un importante corredor biológico, también para las especies exóticas como Dreissena polymorpha, y puede ser la vía de entrada definitiva del mejillón cebra al resto de ríos y humedales de la península Ibérica.
El mejillón cebra se alimenta de fitoplancton, compitiendo con otras especies autóctonas por este alimento e incrementando el nivel de materia orgánica, afectando así a la calidad de las aguas continentales. Por lo tanto, afecta toda la fauna y flora silvestres debido a la alteración de los ecosistemas. El mejillón cebra se caracteriza por causar un gran desequilibrio ecológico al cubrir y tapizar todo el sustrato que encuentra a su paso: lecho fluvial, cantos rodados y rocas, vegetación de ribera, conchas de bivalvos autóctonos (que están muy amenazados, como Margaritifera auricularia), construcciones hidráulicas de todo tipo, piscifactorías, turbinas, desagües, depósitos, cascos, motores y anclas de embarcaciones, embarcaderos, industrias, centrales hidroeléctricas, plantas potabilizadoras de agua, presas, azudes, acequias y canales de riego, canales de entrada y salida de centrales energéticas, etc.; e incluso llega a obstruir totalmente cañerías, tuberías, conductos de irrigación y conducciones hidráulicas en general. La acumulación de miles y miles de valvas de especímenes muertos de mejillón cebra modifica el sustrato de los fondos de los ríos, de las playas de ribera y de los sedimentos fluviales.
Según los expertos, la introducción del mejillón cebra es consecuencia de dos cosas: de la ausencia del principio de prevención y de la descoordinación entre las administraciones afectadas. Cinco años no han sido suficientes para actuar, lo que pone en solfa la eficacia de las administraciones implicadas. No han sido conscientes de las consecuencias ecológicas, puesto que la proliferación de este molusco puede competir con especies autóctonas y afecta a la calidad del agua; no han sido conscientes de las consecuencias económicas, que son de primer orden, ni de las consecuencias en la agricultura o en la industria. Era necesario mayor control en las embarcaciones, mayor información en los embalses donde se practica la pesca deportiva, mayor vigilancia y va a ser necesaria mayor cantidad de dinero.
El mejillón cebra, cuyo nombre científico es Dreissena polymorpha, fue descrito por Pallas en 1771 a partir de unos ejemplares encontrados en el mar Caspio. Es un molusco bivalvo de agua dulce, que también resiste en aguas salobres, procedente de los mares Negro y Caspio, donde habita en equilibrio biológico. Su concha tiene forma triangular y el borde externo romo, con aspecto de un pequeño mejillón marino, pero sólo alcanza los tres centímetros de largo y posee un dibujo irregular de bandas blancas y oscuras en zigzag. Se sujeta al sustrato mediante un biso, formando extensos y densos racimos semejantes a las mejilloneras marinas. Tiene preferencia por aguas estancadas y con poca corriente. Y no es comestible.
Desde principios del siglo XX se ha especulado sobre la posible presencia del mejillón cebra en la Península Ibérica. Existen citas de finales del siglo XIX que se refieren a su aparición en el río Duero en Portugal, pero probablemente se trataba de alguna introducción accidental de especímenes muertos por vía marítima (Azpeitia Moros, 1933). No obstante, se detectaron ejemplares jóvenes de mejillón cebra en un punto concreto de la cuenca media del río Llobregat, cuyo origen se desconoce pero se sabe que desaparecieron con las riadas de octubre de 1982 (Altaba, 1992). Finalmente, los temores sobre la posible invasión de este bivalvo exótico se hicieron realidad cuando en agosto de 2001 un grupo de malacólogos de Cataluña especialistas en náyades y de naturalistas del Grupo de Natura Freixe de Flix (Tarragona) detectaron su presencia en el bajo Ebro (Cataluña), desde Xerta hasta el embalse de Ribarroja.
¿Pero cómo ha podido llegar hasta el Ebro? Realmente no se sabe, pero lo más probable es que todo comenzara con la llegada al Ebro de una embarcación infestada con mejillones cebra o cargada con agua de lastre infestada de larvas de esta especie. Esta supuesta embarcación habría diseminado mejillones cebra por varios puntos del bajo Ebro o quizás sólo en el embalse de Ribarroja expandiéndose rápidamente las larvas planctónicas. Pero tampoco se pueden descartar otras hipótesis, porque esas larvas se pueden adherir en las botas de cualquier pescador.
La vía de entrada del mejillón cebra en un ecosistema libre de esta especie suele ser la suelta de agua con larvas de este molusco invasor transportada en una embarcación o recipiente procedente de otro lugar donde esté presente. Una vez introducido el mejillón cebra en un ecosistema puede ocurrir que se adapte perfectamente al medio y prolifere con mayor o menor rapidez, pero puede ser que no logre sobrevivir y desaparezca. Esto depende de la interacción de diversos factores ambientales. Lo cierto es que en el Ebro se ha introducido adaptándose con éxito al nuevo hábitat y ya constituye una verdadera plaga. Y es que, el Ebro es un importante corredor biológico, también para las especies exóticas como Dreissena polymorpha, y puede ser la vía de entrada definitiva del mejillón cebra al resto de ríos y humedales de la península Ibérica.
El mejillón cebra se alimenta de fitoplancton, compitiendo con otras especies autóctonas por este alimento e incrementando el nivel de materia orgánica, afectando así a la calidad de las aguas continentales. Por lo tanto, afecta toda la fauna y flora silvestres debido a la alteración de los ecosistemas. El mejillón cebra se caracteriza por causar un gran desequilibrio ecológico al cubrir y tapizar todo el sustrato que encuentra a su paso: lecho fluvial, cantos rodados y rocas, vegetación de ribera, conchas de bivalvos autóctonos (que están muy amenazados, como Margaritifera auricularia), construcciones hidráulicas de todo tipo, piscifactorías, turbinas, desagües, depósitos, cascos, motores y anclas de embarcaciones, embarcaderos, industrias, centrales hidroeléctricas, plantas potabilizadoras de agua, presas, azudes, acequias y canales de riego, canales de entrada y salida de centrales energéticas, etc.; e incluso llega a obstruir totalmente cañerías, tuberías, conductos de irrigación y conducciones hidráulicas en general. La acumulación de miles y miles de valvas de especímenes muertos de mejillón cebra modifica el sustrato de los fondos de los ríos, de las playas de ribera y de los sedimentos fluviales.
Según los expertos, la introducción del mejillón cebra es consecuencia de dos cosas: de la ausencia del principio de prevención y de la descoordinación entre las administraciones afectadas. Cinco años no han sido suficientes para actuar, lo que pone en solfa la eficacia de las administraciones implicadas. No han sido conscientes de las consecuencias ecológicas, puesto que la proliferación de este molusco puede competir con especies autóctonas y afecta a la calidad del agua; no han sido conscientes de las consecuencias económicas, que son de primer orden, ni de las consecuencias en la agricultura o en la industria. Era necesario mayor control en las embarcaciones, mayor información en los embalses donde se practica la pesca deportiva, mayor vigilancia y va a ser necesaria mayor cantidad de dinero.