The rainfalls have descend in Spain 8% between 1931 and 2005

Wed, 11/10/2006

ABC

«El desarrollo no es exactamente crecimiento, ni el crecimiento implica necesariamente bienestar, ni éste significa felicidad». Así resumía ayer el director ejecutivo del
«El desarrollo no es exactamente crecimiento, ni el crecimiento implica necesariamente bienestar, ni éste significa felicidad». Así resumía ayer el director ejecutivo del Observatorio de la Sostenibilidad de España (OSE), Luis Jiménez Herrero, las dificultades para alcanzar la meta del desarrollo sostenible. Una situación que no se da en España, según el Informe Sostenibilidad en España 2006, que ayer presentó la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona.

Y es que, a pesar de que el informe pone de manifiesto que la economía sigue creciendo en renta per cápita, lo hace basándose en la construcción y el consumo privado, lo que aparte de tener unos efectos negativos sobre la cohesión económica y social del país, conlleva también fuertes impactos ambientales. Es más, de todos los indicadores de sostenibilidad analizados en este análisis, nuestro país sólo recibe una puntuación positiva en el caso de los espacios protegidos, verdaderos oasis en un territorio cada vez más fragmentado y artificial.

Ineficiencia energética

Este crecimiento económico lleva consigo un consumo de energía cada vez mayor, pero en España está aumentando por encima de las tasas del PIB. Así, el consumo de energía se ha multiplicado por 2,5 en el periodo 1973-2005. En este sentido, Narbona señaló en la presentación de este informe que el presidente del Gobierno ya ha encargado al

Ministerio de Industria un estudio que incluya un escenario a 30 años de las necesidades energéticas de España, con el fin de diseñar políticas energéticas con una sostenibilidad ambiental, social y económica.

Hay que tener en cuenta que tres cuartas partes de las emisiones de gases contaminantes son de CO2 de origen energético. Situación que habría que revertir a tenor de los datos de emisiones que sitúan a nuestro país cada vez más lejos de los objetivos fijados en el protocolo de Kioto de lucha contra el cambio climático.

El futuro próximo estará determinado por el cambio climático y su posible impacto negativo sobre los recursos hídricos, por la intensificación de la construcción en el litoral y por el aumento del turismo. En este sentido, y según se advierte en el informe del Observatorio de la Sostenibilidad, el cambio climático provocará la «mediterraneización» del norte peninsular y la «aridización» del sur, tanto por el aumento de la temperatura como por la reducción de los recursos hídricos.

Un descenso de las precipitaciones que el informe cifra en un 8 por ciento de promedio entre 1931 y 2005, si bien el periodo analizado no es homogéneo. Así, hay unos años de menor precipitación entre 1943 y 1959, un aumento posterior hacia el inicio de los años 80 y, desde entonces, un comportamiento muy variable hasta el presente, con algún año muy lluvioso y otros muy secos, especialmente los dos últimos.

Unos cambios que se evidencian también por un aumento de la temperatura. En España se aprecia un ligero calentamiento hasta finales de los años 40, y un enfriamiento posterior hasta el inicio de la década de los 70. A partir de ahí se inicia una tendencia al calentamiento que persiste hasta ahora, especialmente acusada a finales de los años 90. En promedio, el calentamiento de los últimos 75 años es de unos 0,6 grados centígrados.

Riesgo de desertización

La consecuencia más evidente de los cambios de temperatura y precipitaciones es la desertificación. Un tercio de la superficie de nuestro país sufre riesgo de desertificación alto o muy alto. Las comunidades autónomas con mayor superficie con riesgo de erosión son Murcia, Canarias y Comunidad Valenciana.

Pero además de esta pérdida de suelo por culpa de la erosión, el hombre se está encargando del resto. Según señaló el director del OSE, el transporte está teniendo grandes impactos por emisiones y ocupación del suelo con efectos irreversibles. Como ejemplo basta una cifra: entre 1987 y 2000 la superficie destinada a autopistas, autovías y terrenos asociados aumento un 149%.