A study predicts several summers with extrem temperatures in the continent

Thu, 14/09/2006

El Mundo

El clima de los veranos en Europa experimentará en el futuro más variabilidad (alternancia de temperaturas altas y bajas), y un incremento de olas de calor como la que aconteció en el verano de 2003. Un equipo de investigadores del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y el Clima de la Universidad de Zúrich ha establecido las causas por las que se está produciendo este fenómeno regional vinculado al cambio climático.
Según el equipo que dirige Sonia Seneviratne, cuyo trabajo se publica hoy en la revista Nature, la variabilidad interanual prevista para Europa Central y Oriental se debe a que en los modelos informáticos se ha tenido en cuenta la interrelación entre el suelo y los primeros 1.000 metros de la atmósfera.
Medir la humedad de los primeros dos metros del suelo no es fácil. Desde hace poco tiempo los satélites cuentan con estos instrumentos. Estas mediciones demuestran la influencia de la humedad del suelo en el clima, que al ser calentado, se evapora. El ciclo se retroalimenta continuamente si existe la humedad.
Al tener en cuenta estas variables en los modelos informáticos, el resultado ha sido que las zonas verdes de Europa verán alteradas sus tipos de vegetación. Esto se traducirá en climas más secos, al existir menos transpiración de las plantas. La investigación concluye que Europa Central y Oriental se convertirán en una zona de transición entre climas secos y húmedos, un papel que actualmente desempeña la cuenca del mar Mediterráneo.
La variabilidad climática durante los meses de verano iría desde las grandes inundaciones acaecidas en los veranos de 2002 y 2005, a olas de calor como la del 2003. Estos acontecimientos recientes son el ejemplo de lo se convertirá en algo común.
El estudio no se refiere a la península Ibérica, porque el clima está bajo la influencia de los mares que la circundan, que mantienen asociados climas continentales y húmedos. Pero España y Portugal estarían afectados por el calentamiento global, que tiende a desplazar el clima de cada región hacia el Artico varios cientos de kilómetros.
«Aquí, la humedad del suelo no es notoria. Lo que más cuenta son las temperaturas, cuya tendencia es a subir. Incluso más que el promedio terrestre», afirma Ernesto Rodríguez Campo, jefe del Area de Evaluación y Modelización del Cambio Climático, del Instituto Nacional de Meteorología (INM).
Aunque la humedad del suelo todavía no juegue un papel relevante en los estudios del clima en España, pronto será una variable con la que se harán predicciones. «En un año, los satélites nos proporcionarán datos de la humedad terrestre. También incluiremos la irrigación agrícola, que no es lluvia, pero produce humedad», dice Rodríguez Campo. «La humedad en el suelo es como un grifo: si existe, la radiación la calienta, evapora y hasta puede llover. Si no, el calor aumenta continuamente», aclara.
Los estudios que realizan en el área que dirige Rodríguez tienen como destino la Oficina del Cambio Climático, del Ministerio de Medio Ambiente. Con ellos se elaboran las estrategias contra el calentamiento global, pero también para la adaptación al mismo, ante la imparable tendencia climática. Otra prueba de esa inercia es la subida constante de temperaturas durante los últimos 56 años en las capitales de provincia de nuestro país, como muestran las gráficas elaboradas por el catedrático de Física Antonio Ruiz de Elvira, con la estadística del INM.