Andalucía faces the autumn with the fewer water reserve in dams since the last important drought
Sun, 03/09/2006
La lluvia ha vuelto a ser rácana con Andalucía este año. El periodo de 12 meses usado por los meteorólogos, que empieza en septiembre y acaba en agosto, corrobora que el periodo 2005-2006 recién finalizado ha sido un año seco. Según los datos del Instituto Nacional de Meteorología, las precipitaciones acumuladas hasta el 31 de agosto se han quedado un 24% por debajo de la media histórica en la comunidad. Una falta de lluvias que se añade a la que ya tuvo lugar en el periodo 2004-2005, el más seco en medio siglo. La reserva de agua en los pantanos nunca había sido tan exigua en la última década.
La Junta de Andalucía, que gestiona las cuencas de la costa, y la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, que depende del Ministerio de Medio Ambiente, ya pusieron en marcha este año varias medidas para restringir el consumo de agua y dar prioridad a los abastecimientos urbanos. Eso y las reservas heredadas del periodo 2003-2004 (aquel verano acabó con los pantanos al 71% de su capacidad y los acuíferos recargados) han permitido salvar el primer asalto de la sequía con cortes de suministro puntuales.
Pero la concatenación de dos años secos ha dejado muy maltrechas las reservas de agua embalsada, lo que incrementa la presión sobre los acuíferos que surten a muchas localidades de comarcas serranas y de la costa, sobre todo en las provincias orientales. En septiembre de 2005, tras 12 meses de una ausencia extrema de lluvias, los embalses de las cinco cuencas andaluzas estaban al 40%. Un año después, el agua almacenada en las presas apenas llega al 30% de su capacidad máxima, el registro más bajo desde 1995. Si la sequía climatológica se confirma en los próximos 12 meses, varios sistemas de abastecimiento urbano tendrán problemas para garantizar el suministro.
La comparación con la última gran sequía es aún prematura. En aquella ocasión se sucedieron cuatro años muy secos y las infraestructuras hidráulicas eran menores. En 1995, Andalucía afrontaba el otoño en una situación desesperada. Casi la mitad de la población (3,5 millones de personas) sufría cortes de agua prolongados y en muchos pantanos, salvo los de la cuenca del Guadiana, no quedaba ni una gota.
Ahora, los nuevos modos de gestión de agua (reutilización, ahorro, modernización de regadíos), la mayor la capacidad de embalse (un 15% más) y la entrada en funcionamiento de algunas desaladoras (aunque varios proyectos aún no han arrancado), aumentan el margen de maniobra. Pero el crecimiento sostenido de la demanda (Andalucía es la comunidad que más agua destina a riego y la que tiene un mayor promedio de consumo urbano) y la repetición de años secos dan cuerpo a la amenaza de otra gran sequía.
Recorte para los riegos
La Junta de Andalucía ya creó a finales del año pasado un comité de sequía para gestionar la situación más comprometida, la que enfrentaban Málaga y Granada en la cuenca mediterránea andaluza. Las otras cuencas que gestiona la Agencia Andaluza del Agua, en la costa atlántica, son las que se encuentran en mejor situación. En Cádiz, la Agencia acordó un recorte del 15% para los riegos que dependen de las presas del Guadalete y de un 30% para la zona del Barbate. En Huelva, con los pantanos del Guadiana casi a la mitad de su capacidad aún no ha sido necesario. Este verano ha habido cortes de agua en una decena de localidades de ambas provincias, pero aquí el problema es el déficit crónico en la conexión con infraestructuras hidráulicas y la dependencia de pozos sobreexplotados.
El deterioro de la situación hídrica en estos 12 meses ha sido mayor en la cuenca del Guadalquivir, que concentra el 70% del agua embalsada en Andalucía. En primavera, la Confederación Hidrográfica dejó el agua destinada a riego en un 60% por debajo de la dotación normal como medida de precaución para asegurar los abastecimientos urbanos. Una decisión que mermará la producción agraria, aunque los mejores resultados del cultivo de secano (por la ausencia de heladas y la concentración de lluvias en invierno y el principio de primavera) compensará parte de las pérdidas.
Pese al ahorro en el agua del riego, los pantanos que suministran a localidades como Jaén, Córdoba y Granada ya están cerca de la situación de emergencia, que obliga a recurrir a sondeos de agua subterránea y fijar objetivos de ahorro. El objetivo es garantizar que hay reservas suficientes para un año si la sequía se mantiene.
La mancomunidad del Condado (Jaén), que depende del embalse del Dañador y los municipios de la zona norte de Córdoba (presa de Sierra Boyera) están también en una situación vulnerable.
Sin embargo, Sevilla, que fue una de las provincias más afectadas por la sequía anterior, tiene agua garantizada para los dos próximos años, aunque ya se han tomado las primeras medidas de apoyo (reserva de agua mezclada del Guadalquivir, conexión con el embalse del Pintado). En Almería, que ha sido la provincia más cercana a su media histórica de lluvias en los dos últimos años y depende casi en exclusiva del agua subterránea, aún no hay situaciones de alerta.
La Junta de Andalucía, que gestiona las cuencas de la costa, y la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, que depende del Ministerio de Medio Ambiente, ya pusieron en marcha este año varias medidas para restringir el consumo de agua y dar prioridad a los abastecimientos urbanos. Eso y las reservas heredadas del periodo 2003-2004 (aquel verano acabó con los pantanos al 71% de su capacidad y los acuíferos recargados) han permitido salvar el primer asalto de la sequía con cortes de suministro puntuales.
Pero la concatenación de dos años secos ha dejado muy maltrechas las reservas de agua embalsada, lo que incrementa la presión sobre los acuíferos que surten a muchas localidades de comarcas serranas y de la costa, sobre todo en las provincias orientales. En septiembre de 2005, tras 12 meses de una ausencia extrema de lluvias, los embalses de las cinco cuencas andaluzas estaban al 40%. Un año después, el agua almacenada en las presas apenas llega al 30% de su capacidad máxima, el registro más bajo desde 1995. Si la sequía climatológica se confirma en los próximos 12 meses, varios sistemas de abastecimiento urbano tendrán problemas para garantizar el suministro.
La comparación con la última gran sequía es aún prematura. En aquella ocasión se sucedieron cuatro años muy secos y las infraestructuras hidráulicas eran menores. En 1995, Andalucía afrontaba el otoño en una situación desesperada. Casi la mitad de la población (3,5 millones de personas) sufría cortes de agua prolongados y en muchos pantanos, salvo los de la cuenca del Guadiana, no quedaba ni una gota.
Ahora, los nuevos modos de gestión de agua (reutilización, ahorro, modernización de regadíos), la mayor la capacidad de embalse (un 15% más) y la entrada en funcionamiento de algunas desaladoras (aunque varios proyectos aún no han arrancado), aumentan el margen de maniobra. Pero el crecimiento sostenido de la demanda (Andalucía es la comunidad que más agua destina a riego y la que tiene un mayor promedio de consumo urbano) y la repetición de años secos dan cuerpo a la amenaza de otra gran sequía.
Recorte para los riegos
La Junta de Andalucía ya creó a finales del año pasado un comité de sequía para gestionar la situación más comprometida, la que enfrentaban Málaga y Granada en la cuenca mediterránea andaluza. Las otras cuencas que gestiona la Agencia Andaluza del Agua, en la costa atlántica, son las que se encuentran en mejor situación. En Cádiz, la Agencia acordó un recorte del 15% para los riegos que dependen de las presas del Guadalete y de un 30% para la zona del Barbate. En Huelva, con los pantanos del Guadiana casi a la mitad de su capacidad aún no ha sido necesario. Este verano ha habido cortes de agua en una decena de localidades de ambas provincias, pero aquí el problema es el déficit crónico en la conexión con infraestructuras hidráulicas y la dependencia de pozos sobreexplotados.
El deterioro de la situación hídrica en estos 12 meses ha sido mayor en la cuenca del Guadalquivir, que concentra el 70% del agua embalsada en Andalucía. En primavera, la Confederación Hidrográfica dejó el agua destinada a riego en un 60% por debajo de la dotación normal como medida de precaución para asegurar los abastecimientos urbanos. Una decisión que mermará la producción agraria, aunque los mejores resultados del cultivo de secano (por la ausencia de heladas y la concentración de lluvias en invierno y el principio de primavera) compensará parte de las pérdidas.
Pese al ahorro en el agua del riego, los pantanos que suministran a localidades como Jaén, Córdoba y Granada ya están cerca de la situación de emergencia, que obliga a recurrir a sondeos de agua subterránea y fijar objetivos de ahorro. El objetivo es garantizar que hay reservas suficientes para un año si la sequía se mantiene.
La mancomunidad del Condado (Jaén), que depende del embalse del Dañador y los municipios de la zona norte de Córdoba (presa de Sierra Boyera) están también en una situación vulnerable.
Sin embargo, Sevilla, que fue una de las provincias más afectadas por la sequía anterior, tiene agua garantizada para los dos próximos años, aunque ya se han tomado las primeras medidas de apoyo (reserva de agua mezclada del Guadalquivir, conexión con el embalse del Pintado). En Almería, que ha sido la provincia más cercana a su media histórica de lluvias en los dos últimos años y depende casi en exclusiva del agua subterránea, aún no hay situaciones de alerta.