A 120 hectareas laboratory
Sun, 20/08/2006
Aprovechar al máximo los escasos recursos hídricos para obtener el máximo rendimiento de las explotaciones agrícolas aragonesas. Este es el objetivo de la Unidad de Suelos y Riegos del Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria (CITA) del Departamento de Ciencia, Tecnología y Universidad del Gobierno de Aragón.
120 hectáreas de fincas en la que unas 300 personas trabajan con la calidad de los suelos y su composición, con las distintas secuencias posibles de riegos --en todas sus dimensiones-- y con el impacto ambiental que generan las actividades agrarias.
Este es un resumen muy esquematizado de la ingente cantidad de proyectos científicos que se desarrollan en este espacio público de alta investigación situado en Montañana. El CITA se estructura en nueve áreas, todas ellas encaminadas a la optimización de los recursos ambientales y su aplicación en los trabajos agropecuarios.
Lola Quílez, física de profesión, es la responsable de la unidad de Suelos y Riegos. Recorre con un vehículo las distintas parcelas en las que los investigadores desarrollan sus trabajos. Una de las cosas de las que se siente más orgullosa es de la colección de almendros, una de las más importante del mundo, con más de 300 especies distintas. También son muy prestigiosas las explotaciones de chopos, viñas y cerezos. Incluso ya hay un convenio preparado con la Expo para reforestar el área de Ranillas con poblaciones arborícolas autóctonas.
El objetivo de estas colecciones es tener la mayor variedad para poder investigar y mezclarlas entre sí y obtener nuevas clases.
En otra parte, el maíz crece de forma irregular. Varias líneas de riego, unidas a unos depósitos, tienen la explicación: se investiga el riego con distintos grados de salinidad, así como otros componentes químicos. En otra parcela, una alfalfa agoniza al lado de un vigoroso campo del mismo tipo de plantación. Se examina ahí la capacidad que tiene cada plantación de aguantar distintos riegos. Desde los que reciben poca agua hasta los que tienen un exceso hídrico. Lola Quílez desmitifica el tópico de que el riego por inundación es un derroche de agua.
"Todo consiste en tener bien nivelado el campo y en saber reutilizar las aguas sobrantes" , afirma al lado de unas tomateras que sirven para regenerar la materia prima que luego se analiza en el laboratorio para crear frutos de mayor calidad.
El aprovechamiento del agua es una de las obsesiones de esta unidad. Unas hileras de pluviómetros rodean varios aspersores. Así se analiza cuánta cantidad de agua llega hasta aquí y se puede aprovechar mejor el riego por aspersión. Aquí se estudia la temperatura, las horas de riego, los vientos y la nivelación del terreno. Todo para no desperdiciar ni una gota.
120 hectáreas de fincas en la que unas 300 personas trabajan con la calidad de los suelos y su composición, con las distintas secuencias posibles de riegos --en todas sus dimensiones-- y con el impacto ambiental que generan las actividades agrarias.
Este es un resumen muy esquematizado de la ingente cantidad de proyectos científicos que se desarrollan en este espacio público de alta investigación situado en Montañana. El CITA se estructura en nueve áreas, todas ellas encaminadas a la optimización de los recursos ambientales y su aplicación en los trabajos agropecuarios.
Lola Quílez, física de profesión, es la responsable de la unidad de Suelos y Riegos. Recorre con un vehículo las distintas parcelas en las que los investigadores desarrollan sus trabajos. Una de las cosas de las que se siente más orgullosa es de la colección de almendros, una de las más importante del mundo, con más de 300 especies distintas. También son muy prestigiosas las explotaciones de chopos, viñas y cerezos. Incluso ya hay un convenio preparado con la Expo para reforestar el área de Ranillas con poblaciones arborícolas autóctonas.
El objetivo de estas colecciones es tener la mayor variedad para poder investigar y mezclarlas entre sí y obtener nuevas clases.
En otra parte, el maíz crece de forma irregular. Varias líneas de riego, unidas a unos depósitos, tienen la explicación: se investiga el riego con distintos grados de salinidad, así como otros componentes químicos. En otra parcela, una alfalfa agoniza al lado de un vigoroso campo del mismo tipo de plantación. Se examina ahí la capacidad que tiene cada plantación de aguantar distintos riegos. Desde los que reciben poca agua hasta los que tienen un exceso hídrico. Lola Quílez desmitifica el tópico de que el riego por inundación es un derroche de agua.
"Todo consiste en tener bien nivelado el campo y en saber reutilizar las aguas sobrantes" , afirma al lado de unas tomateras que sirven para regenerar la materia prima que luego se analiza en el laboratorio para crear frutos de mayor calidad.
El aprovechamiento del agua es una de las obsesiones de esta unidad. Unas hileras de pluviómetros rodean varios aspersores. Así se analiza cuánta cantidad de agua llega hasta aquí y se puede aprovechar mejor el riego por aspersión. Aquí se estudia la temperatura, las horas de riego, los vientos y la nivelación del terreno. Todo para no desperdiciar ni una gota.