Iguazú waterfalls are getting dry

Fri, 28/07/2006

La Vanguardia

'Vamos a tener que bailar la danza de la lluvia'. Jorge Flores, presidente del Ente Municipal de Turismo de Puerto Iguazú, admite que hay muy poca agua. Una excepcional sequía, la más pertinaz en los últimos setenta años, está dejando las cataratas en un estado penoso. Algunos saltos, como el llamado de las Dos Hermanas, el de Adán y Eva o el Bozetti han quedado notoriamente reducidos y otros, más pequeños, incluso han desaparecido.
La pasada semana, el caudal en las cataratas era de sólo 350 metros cúbicos por segundo, cuando lo habitual es que circulen hasta 1.500 metros cúbicos por segundo. Pero la situación se tornó dramática el lunes, cuando se midió un caudal de sólo 245 m3. En las agencias de viajes de Buenos Aires insisten en que la visita a las cataratas del Iguazú continúa siendo un destino apasionante, pero hace ya algunas semanas que el caudal de agua ha ido disminuyendo y ahora mismo se ve más piedra que agua desde las pasarelas que bordean los casi cuatro kilómetros de cataratas. Sin la cortina de agua que las oculta habitualmente, el basalto húmedo de las paredes, de más de 80 metros de altura, brilla bajo un sol tímido. Ayer se anunciaban lluvias, pero no se esperaba que remedien la situación. El ruido tampoco es el mismo.
Al desplomarse por saltos de hasta 82 metros de altura (una casa de 20 pisos), el río Iguazú se deja oír como un trueno perpetuo, que no cesa un solo instante y obliga a conversar a gritos a los turistas que se acercan hasta ese lugar, perdido en medio de la selva. Desde las pasarelas de madera, que bordean las cataratas, puede observarse perfectamente cómo millones y millones de litros de agua caen y se estrellan en el fondo levantando una finísima llovizna que deja empapados a los espectadores.
Aguas abajo, después del gran salto, camino ya de la garganta del Diablo, el Iguazú es navegable con lanchones neumáticos provistos de potentes motores, que acercan a los turistas hasta casi meterse bajo los titánicos telones de agua. Pero esto sucede en la época de lluvias, cuando el caudal del río supera habitualmente los 1.300 metros cúbicos por segundo. Ahora, el panorama es muy distinto.
Cuando comenzó a notarse la falta de caudal, en el lado argentino se apresuraron a decir que la culpa la tenían los brasileños, por retener las aguas en las presas existentes en su territorio, arriba del Iguazú. Pero ahora ya no hay dudas de que una sequía sin precedentes es lo que está cambiando el impresionante escenario, que en 1984 fue declarado por la Unesco patrimonio natural de la humanidad.
Las cataratas del Iguazú están ubicadas en la provincia de Misiones, al norte de Argentina, sobre la frontera con Brasil. Fueron descubiertas en el año 1541 por Álvar Núñez Cabeza de Vaca y se hallan en medio de dos parques naturales -uno argentino, brasileño el otro- con flora y la fauna variadísimas. La selva misionera alberga más de 2.000 especies conocidas de plantas: palmeras, orquídeas, claveles del aire, Palo Rosa, etcétera, y las más diversas especies animales: yaguaretés, guacamayos, tucanes, monos, tapires, mariposas multicolores. Ahora la selva sigue ahí, pero las cataratas parecen tristes y silenciosas.


Hace ya semanas
que el caudal ha ido bajando y ahora se ve más piedra que agua desde las pasarelas que bordean las cataratas


En las cataratas, el
caudal del río es de unos 1.500 metros cúbicos por segundo, pero el lunes se midieron sólo 245