The water problem in Castilla-La Mancha
Wed, 22/03/2006
ALEJANDRO BALLESTERO Vicesecretario general del PP de Castilla-La Mancha
LA falta de planificación es la causa principal de que no se resuelvan los grandes problemas de nuestra región: El de la escasez de agua es uno de ellos, y puede ir a peor.
Hay tres circunstancias, todas ellas claras para la mayoría pero inexistentes durante años para el gobierno socialista de la región, que nos imponen un futuro con una demanda de agua mayor, si cabe, que la actual.
En primer lugar, la sequía -hoy coyuntural pero mañana quién sabe si estructural-, con un cambio climático que nos debe llevar a modificar ya los modelos de gestión de los recursos hídricos basados sólo en «mirar al cielo».
En segundo lugar, la falta de modernización de nuestra agricultura. Bono y Barreda se habrán hecho tantas fotos como podamos imaginar con los agricultores, pero son sólo sus gobiernos los responsables del pan para hoy y hambre para mañana que supone el basar las políticas agrarias casi exclusivamente en la subvención por la subvención, con lo que eso ha conllevado.
Apostar por la agricultura y el desarrollo rural de nuestra comunidad pasaba por modernizar los regadíos y creer en nuestros productos mejorando su comercialización y posicionamiento en los nuevos mercados. Hay regiones vecinas a las que el gobierno podía copiar en vez de provocar porque esas sí han creído y defendido a sus agricultores sin atajos ni engaños. La tercera circunstancia es que estamos inmersos en un desarrollo urbanístico y probablemente industrial que crea nuevas y mayores necesidades de agua.
Con este panorama, lo lamentable es echar un vistazo al presente y al pasado y preguntarse qué han hecho los gobernantes socialistas de Castilla-La Mancha tras permanecer casi veinticinco años en el poder. Por ejemplo: ¿Por qué seguimos con los embalses de hace cuarenta años? ¿Cuál han sido las obras hidráulicas acometidas por los gobiernos de Bono y Barreda? ¿Dónde están y qué se ha hecho los miles de millones que han pagado las comunidades receptoras por el uso del agua del trasvase? ¿Cuántos pueblos de nuestra región no beben agua en condiciones? ¿Y potable?
¿Qué nos ha aportado la política trasvasista de Bono y Barreda en estos años? ¿Dónde están las mejoras en infraestructuras de nuestra Comunidad a cambio de la solidaridad del Tajo-Segura?
Las respuestas reales nunca las tendremos, pero el solo hecho de que todas ellas se puedan seguir formulando a día de hoy pesan como una losa en la realidad presente y futura de nuestra tierra. Hay además otras dos preguntas que inciden especialmente en el futuro: ¿Cómo se explica el cambio de posición del PSOE de Castilla-La Mancha con respecto al PHN? ¿Y la pasividad de Barreda ante el apropiamiento del Ebro que Carod ha impuesto para Cataluña?
Cuando el PP aprobó por primera vez un PHN consensuado con todos los sectores y regiones, Castilla-La Mancha y Bono-Barreda vieron la luz en ese plan, cuya base era la toma de conciencia de que España es una Nación (con perdón) mitad seca y mitad húmeda, para solucionar con el trasvase del Ebro un problema que al sur del país y a nuestra autonomía nos afecta mas que a nadie.
Se planteaban además todas las obras hidráulicas necesarias que no habían realizado los gobiernos del PSOE y acciones concretas como el Plan Especial del Alto Guadiana. Un planteamiento global, ambicioso e inmediato que con el consenso de todos planificaba y ejecutaba el hoy y el mañana del agua para nosotros y para el resto de España.
Pues bien, Carod Rovira impone en las negociaciones con Zapatero que se derogue el aprobado trasvase del Ebro; es decir, que la obra central del PHN que llevaría el agua al sur de España y deshipotecaría el Tajo, no se haga. Siendo esto grave, lo absolutamente imperdonable es que el presidente de Castilla-La Mancha no haga nada y se pliegue a esta imposición sin protestar siquiera.
A partir de aquí, es fácil entender la actitud de Barreda, los acuerdos históricos que no existen, las descalificaciones a la oposición, las «guerras del agua» con los vecinos o los miles de millones gastados en campañas de publicidad. Todo es poco para desviar la atención de una realidad que lo convierte en el máximo responsable de ahogar el futuro de su propia tierra.
La falta de planificación y el anteponer los intereses del partido son una mala mezcla para poder siquiera pensar que quien ha hecho algo así puede afrontar con garantía los problemas del agua en una tierra que cada vez tiene más sed.
LA falta de planificación es la causa principal de que no se resuelvan los grandes problemas de nuestra región: El de la escasez de agua es uno de ellos, y puede ir a peor.
Hay tres circunstancias, todas ellas claras para la mayoría pero inexistentes durante años para el gobierno socialista de la región, que nos imponen un futuro con una demanda de agua mayor, si cabe, que la actual.
En primer lugar, la sequía -hoy coyuntural pero mañana quién sabe si estructural-, con un cambio climático que nos debe llevar a modificar ya los modelos de gestión de los recursos hídricos basados sólo en «mirar al cielo».
En segundo lugar, la falta de modernización de nuestra agricultura. Bono y Barreda se habrán hecho tantas fotos como podamos imaginar con los agricultores, pero son sólo sus gobiernos los responsables del pan para hoy y hambre para mañana que supone el basar las políticas agrarias casi exclusivamente en la subvención por la subvención, con lo que eso ha conllevado.
Apostar por la agricultura y el desarrollo rural de nuestra comunidad pasaba por modernizar los regadíos y creer en nuestros productos mejorando su comercialización y posicionamiento en los nuevos mercados. Hay regiones vecinas a las que el gobierno podía copiar en vez de provocar porque esas sí han creído y defendido a sus agricultores sin atajos ni engaños. La tercera circunstancia es que estamos inmersos en un desarrollo urbanístico y probablemente industrial que crea nuevas y mayores necesidades de agua.
Con este panorama, lo lamentable es echar un vistazo al presente y al pasado y preguntarse qué han hecho los gobernantes socialistas de Castilla-La Mancha tras permanecer casi veinticinco años en el poder. Por ejemplo: ¿Por qué seguimos con los embalses de hace cuarenta años? ¿Cuál han sido las obras hidráulicas acometidas por los gobiernos de Bono y Barreda? ¿Dónde están y qué se ha hecho los miles de millones que han pagado las comunidades receptoras por el uso del agua del trasvase? ¿Cuántos pueblos de nuestra región no beben agua en condiciones? ¿Y potable?
¿Qué nos ha aportado la política trasvasista de Bono y Barreda en estos años? ¿Dónde están las mejoras en infraestructuras de nuestra Comunidad a cambio de la solidaridad del Tajo-Segura?
Las respuestas reales nunca las tendremos, pero el solo hecho de que todas ellas se puedan seguir formulando a día de hoy pesan como una losa en la realidad presente y futura de nuestra tierra. Hay además otras dos preguntas que inciden especialmente en el futuro: ¿Cómo se explica el cambio de posición del PSOE de Castilla-La Mancha con respecto al PHN? ¿Y la pasividad de Barreda ante el apropiamiento del Ebro que Carod ha impuesto para Cataluña?
Cuando el PP aprobó por primera vez un PHN consensuado con todos los sectores y regiones, Castilla-La Mancha y Bono-Barreda vieron la luz en ese plan, cuya base era la toma de conciencia de que España es una Nación (con perdón) mitad seca y mitad húmeda, para solucionar con el trasvase del Ebro un problema que al sur del país y a nuestra autonomía nos afecta mas que a nadie.
Se planteaban además todas las obras hidráulicas necesarias que no habían realizado los gobiernos del PSOE y acciones concretas como el Plan Especial del Alto Guadiana. Un planteamiento global, ambicioso e inmediato que con el consenso de todos planificaba y ejecutaba el hoy y el mañana del agua para nosotros y para el resto de España.
Pues bien, Carod Rovira impone en las negociaciones con Zapatero que se derogue el aprobado trasvase del Ebro; es decir, que la obra central del PHN que llevaría el agua al sur de España y deshipotecaría el Tajo, no se haga. Siendo esto grave, lo absolutamente imperdonable es que el presidente de Castilla-La Mancha no haga nada y se pliegue a esta imposición sin protestar siquiera.
A partir de aquí, es fácil entender la actitud de Barreda, los acuerdos históricos que no existen, las descalificaciones a la oposición, las «guerras del agua» con los vecinos o los miles de millones gastados en campañas de publicidad. Todo es poco para desviar la atención de una realidad que lo convierte en el máximo responsable de ahogar el futuro de su propia tierra.
La falta de planificación y el anteponer los intereses del partido son una mala mezcla para poder siquiera pensar que quien ha hecho algo así puede afrontar con garantía los problemas del agua en una tierra que cada vez tiene más sed.