Drought and illegal wells dry Las Tablas de Daimiel

Mon, 20/02/2006

El País

Daimiel
La madera del embarcadero cruje, está reseca. Hace un año, esta pasarela era una puerta a la enorme laguna plagada de aves y peces del parque nacional de las Tablas de Daimiel, en Ciudad Real. Hoy sólo se ve tierra y polvo. Las Tablas están bajo mínimos: sólo tienen 40 hectáreas encharcadas; cuando el año pasado eran más de 1.000. La sequía y decenas de miles de pozos ilegales son los responsables. Pese a que la situación es dramática, la Confederación del Guadiana, del Ministerio de Medio Ambiente, ha aumentado la dotación para riego.
Joaquín es uno de los nueve guardas del parque. Nacido en Daimiel hace 49 años, lleva 18 años trabajando en las Tablas. 'Hace un año íbamos en barca por aquí. Ahora -señala al suelo- se ven las huellas de los todoterreno. Todo es tierra y polvo', mueve la cabeza. Tiene la piel curtida y piensa lo que va a decir antes de hablar. Es difícil pensar que este matorral sea en el papel una de las mayores lagunas de España. El suelo es polvo, ni siquiera lodo. Es casi imposible imaginar las garzas, ánades, aguiluchos y aves migratorias que anidan aquí cada año. Alrededor sólo hay carrizo, un matorral que coloniza en sequía.
El parque nacional (uno de los 14 que existen en España) superó el curso 2004-2005 con nota, pese a ser el más seco desde que hay registros. 'Veníamos de años buenos y teníamos reservas. Pero el segundo año de sequía ha sido terrible', explica en su despacho el director del parque, Manuel Carrasco, que depende del Ministerio de Medio Ambiente a la espera de la transferencia a la Junta de Castilla-La Mancha.
En el año hidrológico 2004-2005 (de septiembre a agosto) cayeron sobre el parque 221,9 litros de lluvia por metro cuadrado. La cifra es la mitad de la media histórica. Pese a ello, las Tablas tenían en enero del año pasado 1.000 hectáreas encharcadas. La superficie con agua era superior a la media, porque el paraje rara vez ha alcanzado las 1.600 hectáreas encharcables. Desde septiembre de 2005 han caído 143 litros (cifra ridícula porque el otoño es la temporada más lluviosa) y esta vez la superficie encharcada se ha reducido a mínimos nunca vistos desde la terrible sequía de 1990-1995. Entonces, a la situación actual se llegó en 1995, tras un ciclo seco de años.
Las 40 hectáreas de agua son en gran parte ficticias. Los ríos Guadiana y Cigüela, que al rebosar forman el parque, están secos. No llevan ni gota. Su cauce es un reguero de piedras. Los responsables del parque bombean agua del subsuelo y han taponado el Guadiana para que el agua no corra. Como el terreno es llano, el agua se queda más o menos estable. El viento crea minúsculas olas. A 11 kilómetros están los ojos del Guadiana, pero sólo porque un cartel lo dice. Hace 20 años dejaron de manar.
La sequía es el problema coyuntural, pero el más grave es el estructural: la sobreexplotación del acuífero 23, una gigantesca bolsa de agua de 500.000 hectáreas. En los años 60 almacenaba 12.500 hectómetros cúbicos de agua. Había tanta agua (cada hectómetro equivale a un volumen como el estadio Santiago Bernabéu) que rebosaba por todas partes en ojos y formaba lagunas y ríos. Se llamaba La Mancha húmeda y ya no queda nada.
En los años 60 había 1.500 pozos y hoy unos 70.000, según la Confederación Hidrográfica del Guadiana. Nadie sabe la cifra exacta porque la mayoría son ilegales (alegales, según los agricultores). Cada año extraen más de 400 hectómetros, el doble del agua que llega, según Carrasco. En los últimos 25 años, el nivel del acuífero ha bajado 20 metros, el equivalente a 2.500 hectómetros, según un estudio de octubre de 2005 del Instituto Geológico y Minero de España (IGME), del Ministerio de Fomento. Como explica Carrasco, 'no hay que ser economista por Harvard para darse cuenta de que si cada año sacas el doble de lo que entra, acabas sin nada'. Miguel Ángel Hernández, de Ecologistas en Acción, critica que la sobreexplotación haya puesto en peligro el parque nacional.
Junto al cartel que anuncia la entrada al reseco parque, los agricultores preparan las tuberías para regar el cereal con agua de pozo. En la comarca se riega cereal, pero también maíz (que consume mucha agua), remolacha y la viña. Los pozos han permitido el desarrollo económico de la zona.
El secretario general de la organización agraria Asaja en Castilla-La Mancha, José María Fresneda, admite que 'las Tablas están jodidas', pero defiende a los agricultores: 'Es gente que hace 10 años, en la última sequía abrió un pozo para que no se le secara la viña. No se pueden cerrar los pozos, si acaso incentivar cambios a cultivos que consuman menos agua. Es como si a usted le quitan el ordenador, su medio de trabajo, sólo porque lo compró sin papeles'. Fresneda advierte de que cerrar todos los pozos 'supondría una guerra civil' y afirma que en este caso 'la realidad social está por encima de la ley'.
Ante la situación, el ministerio anunció en junio pasado mediante una nota 'una moratoria en las actuaciones sancionadoras en el Alto Guadiana hasta que se supere la actual situación excepcional de sequía', en línea con las demandas de Fresneda y de la Junta de Castilla-La Mancha, del PSOE. Eso suponía dejar en el cajón 5.000 expedientes sancionadores. El PP acusó a Medio Ambiente de prevaricar y el ministerio después aseguró que la palabra moratoria estaba mal empleada. Hace dos semanas rectificó el borrador de Ley de Aguas que presentó al Consejo Asesor de Medio Ambiente y que proponía una amnistía a los pozos ilegales.
El departamento que dirige Cristina Narbona cesó hace un mes al presidente de la confederación y al comisario de aguas por no cumplir la moratoria y por la presión de la Junta de Castilla-La Mancha, según todas las fuentes consultadas.
El recién nombrado presidente de la Confederación del Guadiana, Enrique Calleja, afirma que 'muchos pozos son ilegales por el encorsetamiento de la ley' y apuesta por encontrar una solución con consenso, no a base de sanciones. Pese a que Calleja admite la situación dramática de las Tablas, la confederación, dependiente del ministerio, ha aprobado un régimen de extracciones para 2006 que aumenta el agua para riego, algo que mermará aún más el parque. El acuerdo destina 213 hectómetros para riego, 43 más que en 2005 y va en contra del resto de confederaciones del ministerio que desde hace un año restringen el agua de riego para garantizar el consumo.
El director del parque, Manuel Carrasco, admite que la decisión 'es difícil de entender'. 'En años de sequía, lo normal es que se recorte el riego', argumenta. Carrasco no pide el fin de los pozos, 'sino que puedan convivir las Tablas con la agricultura'.
La convivencia no será este año. Las aves ya no irán a Daimiel, buscarán otros humedales. Quienes no se pueden ir son los peces, nutrias y anfibios que viven allí. Las Tablas de Daimiel y la naturaleza han vuelto a perder.