Water reserve falls to a level never seen since 1995
Wed, 05/10/2005
MADRID. Después de las reacciones encontradas por la decisión del Consejo de Ministros de no trasvasar ni una gota de agua desde el Tajo a los regadíos de la cuenca del Segura, la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, dijo ayer que con esta decisión su departamento espera poder garantizar el abastecimiento urbano en esta zona hasta octubre de 2006. Esto supone «tener garantizados los suministros» para entre 2,5 y 3 millones de personas de todo el sistema (provincias de Murcia, Alicante y Albacete) que abastecen los Canales del Taibilla para el próximo año.
En respuesta a las críticas vertidas desde el Sindicato central de regantes del Acueducto Tajo-Segura, que han pedido su dimisión y han convocado una veintena de concentraciones en los próximos días en otras tantas ciudades de Murcia, Alicante y Almería, Narbona aseguró que «si en julio se hubiera dado el cien por cien de las peticiones de los regantes, en estos momentos no se podría garantizar el abastecimiento a las poblaciones del Segura». «Sería pan para hoy y hambre para mañana», añadió.
Así las cosas, los datos con los que se cierra el año hidrológico (que abarca del 1 de octubre al 30 de septiembre) no dejan lugar al optimismo, y sí al desaliento, sobre todo si se comparan con los del año que cerró el anterior ciclo de sequía en nuestro país: 1995. Y es que hay que remontarse a ese año para encontrar unas reservas en los embalses peninsulares inferiores a las actuales. En los últimos diez años no había habido un mes de octubre con reservas por debajo de los 22.000 hectómetros cúbicos. El más cercano fue octubre de 2000, con 22.813 hectómetros almacenados. Hoy estamos en 20.973 hectómetros cúbicos (el 39%). Y la única cifra que hay por debajo corresponde precisamente a 1995, cuando la reserva hídrica al comienzo del otoño se situó en 13.350 hectómetros cúbicos. Es cierto que nos separan más de 7.000 hectómetros cúbicos, pero no lo es menos que eso es lo que ha descendido el agua embalsada desde julio. Por tanto, si, como advierten desde el Instituto Nacional de Meteorología, las lluvias del otoño no fueran suficientes para corregir el déficit hídrico, estos números podrían repetirse dentro de pocos meses.
Restricciones y producción agrícola
Lo peor es que estos números en forma de hectómetros llevaron asociadas en 1995 otras cifras: doce millones de personas sufrieron restricciones en el abastecimiento urbano, con los problemas más graves en Sevilla, Cádiz y Palma de Mallorca, y la producción agrícola experimentó una disminución anual de 1992 a 1995 entre 200.000 y 300.000 millones de pesetas respecto a los años anteriores y posteriores a ese ciclo de sequía. A todo ello habría que sumar los efectos ambientales, que nunca fueron cuantificados, o el dinero que se gastaron los agricultores de secano en contratar seguros ante el temor de que una situación así pudiera repetirse. Se ha repetido, y precisamente fueron éstos los que primero dieron la voz de alarma cuando desde el Ministerio de Medio Ambiente se hablaba de sequía meteorológica y no hidrológica. Finalmente, la sequía se ha convertido simplemente en severa y extrema, y los embalses, exhaustos, no saben cómo cuadrar un balance a todas luces negativo.
Ayer, ese balance arrojaba su peor cara en las cuencas de la vertiente mediterránea, con sus embalses al 29 por ciento de su capacidad, 17 puntos por debajo que el año anterior, lo que se traduce en un descenso de 8.824 hectómetros cúbicos. Como siempre, la del Segura, la única con déficit estructural, encabeza la lista de las más secas, con sólo 116 hectómetros cúbicos almacenados. Esto significa que está al 10,3 por ciento de su capacidad de embalse o, lo que es lo mismo, por debajo de la garantía de abastecimiento y riego, que muchos expertos sitúan en el 15 por ciento. Muy cerca de este límite están las reservas en la cuenca del Júcar, al 18,3 por ciento de su capacidad, una cifra que la sitúa por debajo de la media de los últimos cinco y diez años.
Cataluña, descenso acusado
Les siguen las Cuencas Internas de Cataluña, al 27,3 por ciento, que han perdido más de 40 puntos con respecto al año anterior, y la cuenca del Sur (29,4 por ciento de su capacidad), veinte puntos menos que el año anterior; y cierra la lista de las que vierten al Mediterráneo la cuenca del Ebro, al 37 por ciento de su capacidad, habiendo perdido sólo en la última semana cien hectómetros cúbicos.
En la vertiente atlántica, sólo se salvan las cuencas del norte peninsular (Galicia, Norte y Cuencas Internas del País Vasco), que superan en una media de cinco puntos la cantidad de agua embalsada en octubre del año pasado. La del Tajo tiene 3.663 hectómetros cúbicos de reserva, 1.800 hectómetros menos que el año anterior, mientras que la del Duero pierde en un año 726 hectómetros cúbicos y se sitúa al 37,6 por ciento de su capacidad. Por su parte, la cuenca del Guadalquivir pierde 30 puntos porcentuales respecto al año anterior, descendiendo sus reservas en más de 2.600 hectómetros cúbicos, en tanto que la del Guadiana almacena más de 4.700 hectómetros, al 57 por ciento de su capacidad de embalse. Unas cifras que nos dejan en manos de lo que nos depare el otoño y de lo que los ciudadanos seamos capaces de ahorrar.
En respuesta a las críticas vertidas desde el Sindicato central de regantes del Acueducto Tajo-Segura, que han pedido su dimisión y han convocado una veintena de concentraciones en los próximos días en otras tantas ciudades de Murcia, Alicante y Almería, Narbona aseguró que «si en julio se hubiera dado el cien por cien de las peticiones de los regantes, en estos momentos no se podría garantizar el abastecimiento a las poblaciones del Segura». «Sería pan para hoy y hambre para mañana», añadió.
Así las cosas, los datos con los que se cierra el año hidrológico (que abarca del 1 de octubre al 30 de septiembre) no dejan lugar al optimismo, y sí al desaliento, sobre todo si se comparan con los del año que cerró el anterior ciclo de sequía en nuestro país: 1995. Y es que hay que remontarse a ese año para encontrar unas reservas en los embalses peninsulares inferiores a las actuales. En los últimos diez años no había habido un mes de octubre con reservas por debajo de los 22.000 hectómetros cúbicos. El más cercano fue octubre de 2000, con 22.813 hectómetros almacenados. Hoy estamos en 20.973 hectómetros cúbicos (el 39%). Y la única cifra que hay por debajo corresponde precisamente a 1995, cuando la reserva hídrica al comienzo del otoño se situó en 13.350 hectómetros cúbicos. Es cierto que nos separan más de 7.000 hectómetros cúbicos, pero no lo es menos que eso es lo que ha descendido el agua embalsada desde julio. Por tanto, si, como advierten desde el Instituto Nacional de Meteorología, las lluvias del otoño no fueran suficientes para corregir el déficit hídrico, estos números podrían repetirse dentro de pocos meses.
Restricciones y producción agrícola
Lo peor es que estos números en forma de hectómetros llevaron asociadas en 1995 otras cifras: doce millones de personas sufrieron restricciones en el abastecimiento urbano, con los problemas más graves en Sevilla, Cádiz y Palma de Mallorca, y la producción agrícola experimentó una disminución anual de 1992 a 1995 entre 200.000 y 300.000 millones de pesetas respecto a los años anteriores y posteriores a ese ciclo de sequía. A todo ello habría que sumar los efectos ambientales, que nunca fueron cuantificados, o el dinero que se gastaron los agricultores de secano en contratar seguros ante el temor de que una situación así pudiera repetirse. Se ha repetido, y precisamente fueron éstos los que primero dieron la voz de alarma cuando desde el Ministerio de Medio Ambiente se hablaba de sequía meteorológica y no hidrológica. Finalmente, la sequía se ha convertido simplemente en severa y extrema, y los embalses, exhaustos, no saben cómo cuadrar un balance a todas luces negativo.
Ayer, ese balance arrojaba su peor cara en las cuencas de la vertiente mediterránea, con sus embalses al 29 por ciento de su capacidad, 17 puntos por debajo que el año anterior, lo que se traduce en un descenso de 8.824 hectómetros cúbicos. Como siempre, la del Segura, la única con déficit estructural, encabeza la lista de las más secas, con sólo 116 hectómetros cúbicos almacenados. Esto significa que está al 10,3 por ciento de su capacidad de embalse o, lo que es lo mismo, por debajo de la garantía de abastecimiento y riego, que muchos expertos sitúan en el 15 por ciento. Muy cerca de este límite están las reservas en la cuenca del Júcar, al 18,3 por ciento de su capacidad, una cifra que la sitúa por debajo de la media de los últimos cinco y diez años.
Cataluña, descenso acusado
Les siguen las Cuencas Internas de Cataluña, al 27,3 por ciento, que han perdido más de 40 puntos con respecto al año anterior, y la cuenca del Sur (29,4 por ciento de su capacidad), veinte puntos menos que el año anterior; y cierra la lista de las que vierten al Mediterráneo la cuenca del Ebro, al 37 por ciento de su capacidad, habiendo perdido sólo en la última semana cien hectómetros cúbicos.
En la vertiente atlántica, sólo se salvan las cuencas del norte peninsular (Galicia, Norte y Cuencas Internas del País Vasco), que superan en una media de cinco puntos la cantidad de agua embalsada en octubre del año pasado. La del Tajo tiene 3.663 hectómetros cúbicos de reserva, 1.800 hectómetros menos que el año anterior, mientras que la del Duero pierde en un año 726 hectómetros cúbicos y se sitúa al 37,6 por ciento de su capacidad. Por su parte, la cuenca del Guadalquivir pierde 30 puntos porcentuales respecto al año anterior, descendiendo sus reservas en más de 2.600 hectómetros cúbicos, en tanto que la del Guadiana almacena más de 4.700 hectómetros, al 57 por ciento de su capacidad de embalse. Unas cifras que nos dejan en manos de lo que nos depare el otoño y de lo que los ciudadanos seamos capaces de ahorrar.