Navarra Government publishes a book about urban hydraulic uses in Middle Age
Thu, 24/02/2005
El Departamento de Cultura y Turismo del Gobierno de Navarra ha publicado el libro titulado “Agua y ciudad. Aprovechamientos hidráulicos urbanos en Navarra (siglos XII-XIV)”, del que es autor David Alegría Suescun.
El libro está basado en la tesis doctoral del autor y se publica con un prólogo del catedrático de Historia Medieval, Ángel J. Martín Duque. Está editado en la Serie Histórica (nº 114) de las publicaciones del Departamento de Cultura y Turismo-Institución Príncipe de Viana y se vende al precio de 10 euros, en el Fondo de Publicaciones del Gobierno de Navarra y en librerías. La tirada es de 700 ejemplares.
En esta obra se examina la relación del agua con el urbanismo y la tecnología en localidades como Estella, Sangüesa, Puente la Reina, Pamplona, Olite, Tudela y San Juan de Pie de Puerto durante la época bajomedieval. En esa época, el agua se aprovechaba en menesteres como abastecimiento doméstico, regadío, fuerza motriz, evacuación de residuos y usos industriales (tinte, curtido), en más de una treintena de tipos de explotación: presas, azudes, bocales, acequias, norias, molinos harineros, batanes, trujales, tintorerías, tenerías, baños, aljibes, pozos, fuentes, canalizaciones, lavaderos, desagües, pesquerías, balsas, pontones, barcas, almadías y diferentes soluciones de defensas fluviales. Algunos de estos usos fueron exclusivos de los centros urbanos medievales.
Alegría Suescun da noticia de 427 recursos hidráulicos distintos, identificados en el territorio del Reino, entre otros, 52 molinos harineros, 40 pozos, 30 fuentes, 13 casas de baños, 6 tintorerías y 1 trujal.
El doblamiento y desarrollo urbano de las localidades se debía en gran medida a la cercanía del agua y el grado tecnológico de su explotación distinguía a las ciudades del mundo rural. En este sentido, Tudela era el polo industrial del reino, con gran número y variedad de aprovechamientos hidráulicos, aunque las poblaciones del Camino de Santiago contaron con mayor proporción de molinos por hogar, sin duda para atender la demanda añadida de peregrinos, viajeros y comerciantes.
La investigación de David Alegría recoge la existencia de auténticos barrios fluviales en muchas localidades y concluye que las ciudades medievales se caracterizaban no sólo por una gran presencia de agua, sino por el escrupuloso de las ordenanzas municipales respeto a la cadena de uso de aguas limpias y sucias. El suministro doméstico, el riego y los molinos harineros tenían prioridad sobre otros destinos. Las actividades contaminantes casi siempre se localizaban en la salida de los cursos fluviales, relegadas a áreas específicas ubicadas extramuros. El agua y su uso determinaba también el rango social. Las premisas de cantidad, calidad y accesibilidad de agua se cumplían mejor en castillos, monasterios y casas privilegiadas, primero de forma privada y luego pública. Contar con un caño o un desagüe propio era, sin duda, signo de distinción social y económica.
En época medieval se inició una explotación sistemática de recursos naturales que hasta entonces habían pertenecido al ámbito silvestre: el agua de los ríos, la madera de los bosques y el hierro de las entrañas de la tierra. El segundo capítulo del libro de Alegría Suescun expone los sistemas de riego, pesca fluvial, molinos y otras formas de explotación y de propiedad de recursos hidráulicos que se dieron en Navarra, concordantes con las que se conocen en el resto de la Península Ibérica y Europa, y que constituían en general desarrollos de modelos tardorromanos y árabes, algunos de los cuales han llegado hasta nuestros días.
En este marco general, en Navarra se registraron algunos aportes propios que cesaron mediados del siglo XIV, cuando el reino sucumbió en una fase de arcaísmo tecnológico y se tuvo que llamar a técnicos foráneos.
En el régimen de propiedad del agua y de su uso, Navarra ofrece algunas particularidades, como la obligación de construir molinos con materiales baratos. El rey, las órdenes religiosas y la naciente burguesía impulsaron el desarrollo hidráulico y, en una fase posterior, los concejos y las cofradías, en especial en la Ribera. Aparecen algunos ejemplos paradigmáticos de multipropiedad, como los “molinos del puente” de Tudela, donde beneficios y gastos se prorrateaban entre una nutrida amalgama social de titulares. La explotación por cuenta ajena generalmente se articulaba por medio de alquileres, donde la disputa radicaba en la asunción de los gastos de mantenimiento de las instalaciones. En la localidad de Villava hay datado (1254) un estatuto de los trabajadores textiles del batán que acaso sea el más antiguo de los que se Península Ibérica. Alegría Suescun calcula que el concurso del agua podía representar aproximadamente un 20% de la fiscalidad urbana y el sector a un 15% de los trabajadores, por lo que ocupaba una escala socioeconómica intermedia, aunque su uso fue un elemento clave en los cambios registrados en la estructura económica de la sociedad
El libro está basado en la tesis doctoral del autor y se publica con un prólogo del catedrático de Historia Medieval, Ángel J. Martín Duque. Está editado en la Serie Histórica (nº 114) de las publicaciones del Departamento de Cultura y Turismo-Institución Príncipe de Viana y se vende al precio de 10 euros, en el Fondo de Publicaciones del Gobierno de Navarra y en librerías. La tirada es de 700 ejemplares.
En esta obra se examina la relación del agua con el urbanismo y la tecnología en localidades como Estella, Sangüesa, Puente la Reina, Pamplona, Olite, Tudela y San Juan de Pie de Puerto durante la época bajomedieval. En esa época, el agua se aprovechaba en menesteres como abastecimiento doméstico, regadío, fuerza motriz, evacuación de residuos y usos industriales (tinte, curtido), en más de una treintena de tipos de explotación: presas, azudes, bocales, acequias, norias, molinos harineros, batanes, trujales, tintorerías, tenerías, baños, aljibes, pozos, fuentes, canalizaciones, lavaderos, desagües, pesquerías, balsas, pontones, barcas, almadías y diferentes soluciones de defensas fluviales. Algunos de estos usos fueron exclusivos de los centros urbanos medievales.
Alegría Suescun da noticia de 427 recursos hidráulicos distintos, identificados en el territorio del Reino, entre otros, 52 molinos harineros, 40 pozos, 30 fuentes, 13 casas de baños, 6 tintorerías y 1 trujal.
El doblamiento y desarrollo urbano de las localidades se debía en gran medida a la cercanía del agua y el grado tecnológico de su explotación distinguía a las ciudades del mundo rural. En este sentido, Tudela era el polo industrial del reino, con gran número y variedad de aprovechamientos hidráulicos, aunque las poblaciones del Camino de Santiago contaron con mayor proporción de molinos por hogar, sin duda para atender la demanda añadida de peregrinos, viajeros y comerciantes.
La investigación de David Alegría recoge la existencia de auténticos barrios fluviales en muchas localidades y concluye que las ciudades medievales se caracterizaban no sólo por una gran presencia de agua, sino por el escrupuloso de las ordenanzas municipales respeto a la cadena de uso de aguas limpias y sucias. El suministro doméstico, el riego y los molinos harineros tenían prioridad sobre otros destinos. Las actividades contaminantes casi siempre se localizaban en la salida de los cursos fluviales, relegadas a áreas específicas ubicadas extramuros. El agua y su uso determinaba también el rango social. Las premisas de cantidad, calidad y accesibilidad de agua se cumplían mejor en castillos, monasterios y casas privilegiadas, primero de forma privada y luego pública. Contar con un caño o un desagüe propio era, sin duda, signo de distinción social y económica.
En época medieval se inició una explotación sistemática de recursos naturales que hasta entonces habían pertenecido al ámbito silvestre: el agua de los ríos, la madera de los bosques y el hierro de las entrañas de la tierra. El segundo capítulo del libro de Alegría Suescun expone los sistemas de riego, pesca fluvial, molinos y otras formas de explotación y de propiedad de recursos hidráulicos que se dieron en Navarra, concordantes con las que se conocen en el resto de la Península Ibérica y Europa, y que constituían en general desarrollos de modelos tardorromanos y árabes, algunos de los cuales han llegado hasta nuestros días.
En este marco general, en Navarra se registraron algunos aportes propios que cesaron mediados del siglo XIV, cuando el reino sucumbió en una fase de arcaísmo tecnológico y se tuvo que llamar a técnicos foráneos.
En el régimen de propiedad del agua y de su uso, Navarra ofrece algunas particularidades, como la obligación de construir molinos con materiales baratos. El rey, las órdenes religiosas y la naciente burguesía impulsaron el desarrollo hidráulico y, en una fase posterior, los concejos y las cofradías, en especial en la Ribera. Aparecen algunos ejemplos paradigmáticos de multipropiedad, como los “molinos del puente” de Tudela, donde beneficios y gastos se prorrateaban entre una nutrida amalgama social de titulares. La explotación por cuenta ajena generalmente se articulaba por medio de alquileres, donde la disputa radicaba en la asunción de los gastos de mantenimiento de las instalaciones. En la localidad de Villava hay datado (1254) un estatuto de los trabajadores textiles del batán que acaso sea el más antiguo de los que se Península Ibérica. Alegría Suescun calcula que el concurso del agua podía representar aproximadamente un 20% de la fiscalidad urbana y el sector a un 15% de los trabajadores, por lo que ocupaba una escala socioeconómica intermedia, aunque su uso fue un elemento clave en los cambios registrados en la estructura económica de la sociedad