Doñana´s experts denounce wastes coming from river Aznalcollar

Tue, 21/12/2004

Europa Press

La Estación Biológica de Doñana (EBD) denunció ayer que el río Agrio, que bordea la balsa minera de Aznalcóllar, sigue aportando elementos contaminantes al Guadiamar pese a los trabajos de restauración llevados a cabo en la zona tras la rotura de aquélla el 25 de abril de 1998. Según apuntaron fuentes de la Estación Biológica de Doñana consultadas por Europa Press, "no se puede descartar que sigan existiendo filtraciones de la balsa minera al río Agrio, cuyo cauce está enormemente contaminado y que aporta contaminantes al Guadiamar .
La denuncia viene a poner en duda la eficacia de las pantallas de protección subterráneas situadas en el entorno de la antigua balsa, donde unas bombas sacan las aguas contaminadas y las pasan a depuración antes de ser vertidas al Agrio. En este sentido, consideraron muy significativo los niveles de contaminación ya que se pueden medir hasta 17 kilómetros aguas abajo y siguen entrando día a día en la zona norte de la marisma del Guadalquivir .
Las fuentes consultadas criticaron que su propuesta para solucionar esta situación, un nuevo desplazamiento del cauce del río Agrio lejos de la antigua balsa, no haya recibido respuesta por parte de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir. Propusimos que el río Agrio fuera trasladado de sitio, una actuación que a pesar de lo que se pueda pensar, no es difícil , indicaron tras recordar que el cauce no tiene ya su trazado original y se podría acometer esta actuación sin demasiada inversión al tratarse de una orografía plana.
El río Guadiamar es afluente del Guadalquivir por la margen derecha y alimentador, cuando sus caudales son extraordinarios, de los humedales del parque Nacional de Doñana.
La Consejería de Medio Ambiente mantuvo ayer que desconocía la denuncia formulada desde la EBD, aunque un portavoz sostuvo que los datos a disposición de este departamento –el control de la balsa corresponde a la Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa– indican que la contaminación existente es residual y que permanece la duda de si la presencia de agua con metales pesados es producto de los arrastres naturales de materiales en la zona, eminentemente minera.
La denuncia realizada desde la EBD coincide con las formuladas en septiembre del 2001 por uno de sus investigadores, Miguel Ferrer, quien se hacía eco de que un informe de la Confederación Hidrográfica del Gualdiquivir ponía de relieve la presencia de filtraciones procedentes de la balsa.
En consonancia con asociaciones ecologistas, que mantenían que los niveles de metales pesados en la zona eran superiores a los históricos, Ferrer sostuvo que el nivel de aguas del Agrio y del Guadiamar bajaba en época estival y que el grado de contaminación aumentaba, alcanzando ésta hasta 20 kilómetros de longitud.
El sellado de la balsa y su impermeabilización a cargo de la empresa propietaria, Boliden Apirsa, culminó en el año 2001 tras unas obras valoradas en 36 millones de euros. Los trabajos desarrollados, un experimento sin precedentes, según la definición ofrecida en su día por miembros de los gobiernos central y andaluz por tratarse de la primera obra de esta magnitud que trataba de preservar un acuífero, contaron con el aval del presidente del Consejo Superior de Colegios de Ingenieros de Minas de España, Emilio Llorente, quien sostuvo que las actuaciones suponían un trabajo técnico de primera categoría que marcaba un hito en lo que a sellado de balsas mineras se refiere .
Las pantallas de contención subterráneas están compuestas por bentonita, una arcilla con gran poder de absorción, encargada de garantizar que no lleguen filtraciones tóxicas al río Agrio
La impermeabilización superior de la balsa, rellenada y sobre la que se plantó diversa vegetación, fue realizada a base de capas de arcillas para impedir que entrase agua de lluvia en el corazón del depósito, donde permanece el material tóxico. Las precipitaciones que no caen directamente sobre la cobertura de la balsa son recogidas en una red de canales perimetrales.
Las posibles filtraciones o movimientos de tierras que pudieran producirse son controlados por 52 sensores situados en la antigua balsa.
Los científicos dudan
de la eficacia de las pantallas de contención de las aguas contaminadas, situadas en torno a la balsa siniestrada en 1998 regeneración. La impermeabilización del depósito, sin precedentes en la historia minera, costó 36 millones de euros