Irrigation, the most importan water consumer
Sun, 04/07/2004
Los regadíos son los máximos consumidores del agua disponible; y éstos aumentan por el incremento de la población y el consumismo. Mientras tanto, la problemática del agua a nivel mundial resulta cada año más angustiosa. Un tercio de la población del planeta está sedienta: no sólo carece de agua para regar sus cultivos, sino que no dispone de agua potable para beber y cocinar.
Según la Comisión Mundial del Agua (de la ONU), mientras que los países ricos han desarrollado un 70 por ciento su capacidad de almacenamiento de agua en embalses, los países pobres sólo disponen de un 20 por ciento.
Se dice que no es cuestión de más embalses; mejor sería hacer un uso más racional del agua, reciclarla depurándola y estableciendo desaladoras de agua del mar, en lugar de los trasvases, costosos y lesivos para el medio ambiente, así como perjudiciales para las comarcas de origen.
Hace tiempo que se recomendó que el agua potable disponible se dedique básicamente al consumo humano, empleándose las aguas recicladas en cultivos, industrias y campos de golf. Sin embargo, a tan racional y apremiante planteamiento se sigue reaccionando sin entusiasmo ni operatividad, siendo muy escasos los proyectos y aún menos las realizaciones.
A nivel de países desarrollados, el consumo domiciliario es del orden del 6 por ciento del suministro global, porcentaje muy reducido en comparación con el 70 por ciento que consumen los cultivos de regadío. El cupo para el uso industrial y servicios es de un 10 por ciento y el resto, 14 por ciento, se pierde por conducciones defectuosas (media universal).
Los regadíos son tan gravosos que, por ejemplo, con el agua necesaria para el cultivo de siete hectáreas (equivalentes a siete campos de fútbol) durante un año es necesaria una media de 70 millones de litros, suficientes para abastecer a 2.000 habitantes durante el mismo tiempo, a razón de 100 litros diarios.
Respecto a Andalucía, en cuanto a recursos promediados disponibles (hectómetros cúbicos/año) se encuentra muy mal dotada, con sólo el 9,8 por ciento del total nacional, pues está ubicada en la mitad sur de la Península ( la España seca ), padeciendo un régimen pluviométrico irregular, con muchos años de sequía.
Esta desventaja se manifiesta claramente comparando ese 9,8 por ciento de recursos respecto al total nacional con nuestra población de 7.236.450 habitantes (censo de 1996), que suponen un 18,1 por ciento de la población nacional. Por consiguiente, en recursos hidráulicos Andalucía se encuentra a mitad de camino de lo que correspondería para igualarse a la media nacional de consumo.
En años de gran sequía, como fue el de 1999, se reconoció oficialmente que el 25 por ciento de los andaluces no teníamos asegurado el suministro de agua. La fuente de esta información, el Instituto Nacional de Estadística, informaba que en nuestra región los cultivos de regadío en sus tres modalidades: por inundación (la más gastosa), por aspersión y por goteo (éste último, escasamente difundido) era del 80,3 por ciento del agua suministrada por los embalses. El consumo urbano supuso el 11,0 por ciento y el resto, el 8,7 por ciento, fue consumido por las industrias. El déficit entre demanda y oferta –sobre todo referido a los regadíos–, se compensa con las extracciones de acuíferos (22,5 por ciento del total nacional).
En España, en el año 2000, la superficie de regadíos totalizaba 3.400.000 hectáreas (una hectárea equivale más o menos a la superficie de un campo de fútbol), es decir, 34.000 kilómetros cuadrados, un 7 por ciento de la superficie total del país. En Andalucía son 671.000 hectáreas, 6.710 kilómetros cuadrados, el 91 por ciento de la provincia de Cádiz.
El 17–03–2000, en Sevilla, la organización Ecologista en Acción, para mejorar la política hidráulica de Andalucía exigió al Gobierno que destinara parte sustancial de los recursos públicos en la modernización de los regadíos, establecer suficientes desalinizadoras y primar el regadío por goteo.
Según la Comisión Mundial del Agua (de la ONU), mientras que los países ricos han desarrollado un 70 por ciento su capacidad de almacenamiento de agua en embalses, los países pobres sólo disponen de un 20 por ciento.
Se dice que no es cuestión de más embalses; mejor sería hacer un uso más racional del agua, reciclarla depurándola y estableciendo desaladoras de agua del mar, en lugar de los trasvases, costosos y lesivos para el medio ambiente, así como perjudiciales para las comarcas de origen.
Hace tiempo que se recomendó que el agua potable disponible se dedique básicamente al consumo humano, empleándose las aguas recicladas en cultivos, industrias y campos de golf. Sin embargo, a tan racional y apremiante planteamiento se sigue reaccionando sin entusiasmo ni operatividad, siendo muy escasos los proyectos y aún menos las realizaciones.
A nivel de países desarrollados, el consumo domiciliario es del orden del 6 por ciento del suministro global, porcentaje muy reducido en comparación con el 70 por ciento que consumen los cultivos de regadío. El cupo para el uso industrial y servicios es de un 10 por ciento y el resto, 14 por ciento, se pierde por conducciones defectuosas (media universal).
Los regadíos son tan gravosos que, por ejemplo, con el agua necesaria para el cultivo de siete hectáreas (equivalentes a siete campos de fútbol) durante un año es necesaria una media de 70 millones de litros, suficientes para abastecer a 2.000 habitantes durante el mismo tiempo, a razón de 100 litros diarios.
Respecto a Andalucía, en cuanto a recursos promediados disponibles (hectómetros cúbicos/año) se encuentra muy mal dotada, con sólo el 9,8 por ciento del total nacional, pues está ubicada en la mitad sur de la Península ( la España seca ), padeciendo un régimen pluviométrico irregular, con muchos años de sequía.
Esta desventaja se manifiesta claramente comparando ese 9,8 por ciento de recursos respecto al total nacional con nuestra población de 7.236.450 habitantes (censo de 1996), que suponen un 18,1 por ciento de la población nacional. Por consiguiente, en recursos hidráulicos Andalucía se encuentra a mitad de camino de lo que correspondería para igualarse a la media nacional de consumo.
En años de gran sequía, como fue el de 1999, se reconoció oficialmente que el 25 por ciento de los andaluces no teníamos asegurado el suministro de agua. La fuente de esta información, el Instituto Nacional de Estadística, informaba que en nuestra región los cultivos de regadío en sus tres modalidades: por inundación (la más gastosa), por aspersión y por goteo (éste último, escasamente difundido) era del 80,3 por ciento del agua suministrada por los embalses. El consumo urbano supuso el 11,0 por ciento y el resto, el 8,7 por ciento, fue consumido por las industrias. El déficit entre demanda y oferta –sobre todo referido a los regadíos–, se compensa con las extracciones de acuíferos (22,5 por ciento del total nacional).
En España, en el año 2000, la superficie de regadíos totalizaba 3.400.000 hectáreas (una hectárea equivale más o menos a la superficie de un campo de fútbol), es decir, 34.000 kilómetros cuadrados, un 7 por ciento de la superficie total del país. En Andalucía son 671.000 hectáreas, 6.710 kilómetros cuadrados, el 91 por ciento de la provincia de Cádiz.
El 17–03–2000, en Sevilla, la organización Ecologista en Acción, para mejorar la política hidráulica de Andalucía exigió al Gobierno que destinara parte sustancial de los recursos públicos en la modernización de los regadíos, establecer suficientes desalinizadoras y primar el regadío por goteo.