Guadalquivir two faces
Sat, 26/06/2004
Nace en la Sierra de Cazorla, a 1.340 metros de altitud y durante sus casi cinco millones de años de vida ha marcado la historia de varias ciudades andaluzas.
Sin una fecha precisa de nacimiento, el valle del Guadalquivir se forma después del levantamiento de las tierras de Jaén y Albacete que separan el océano Atlántico del mar Mediterráneo. Después, el mar se fue desplazando paulatinamente hacia el oeste y el río Guadalquivir terminó desembocando en Sevilla. Era la época de los romanos, hace alrededor de 2000 años, cuando el río Guadalquivir no vivía su etapa dorada ni se llamaba de esta forma y cuando Cádiz aún era una isla. Desde los romanos hasta nuestros días, el río ha ido sufriendo cambios en su cauce y también ha influido en las tierras por donde pasaba. Hoy, el Guadalquivir desemboca en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz). Tiene una longitud de 650 kilómetros y 80 de ellos recorren el territorio situado entre Sevilla y Cádiz.
Muy lento, aunque rico en sedimentos, el río ha sufrido numerosos cambios de imagen. La civilización romana fue una de las que más buscó sacar partido al Guadalquivir para que pudiese ser navegable hasta Córdoba. Los textos históricos señalan que en la época del emperador Augusto las barcas de ribera, hoy casi piezas de museo, navegaban aguas arriba de la capital andaluza y llegaban hasta Córdoba.
En esa época también el río, denominado Beatis (que luego paso a llamarse Betis), empezaba a poner problemas: su inestable cauce y su poco calado no permitían a las embarcaciones avanzar. Los ingenieros romanos, tomando el ejemplo del río Tíber que baña la capital romana, levantaron diques y pequeñas presas para intentar la navegabilidad. Se consiguió y gracias a la navegación Betis vivió su primera época de esplendor
. Etapa musulmana
Córdoba-Sevilla-Algeciras es la ruta musulmana habitual de las embarcaciones que surcaban primero el río y después el mar. El río Betis pasó a llamarse Río Grande. Cinco días se tardaba en llegar a Algeciras desde la capital andaluza. En Sevilla, el río ofrecía su cara más amable y en su orilla se reunían las lavanderas. Aunque también tuvo su lado trágico: innumerables riadas que costaron cientos de vidas. En 1168, bajo el mandato del califa almohade Abu Yaqub Yusuf se produjo, según los historiadores, una de las inundaciones más terribles. Otros especialistas señalan el año 1201 como la peor crecida del río Guadalquivir que se desbordó desde Cádiz hasta Córdoba lo que provocó cuantiosos daños materiales y miles de víctimas. La época dorada del río coincidió con la del descubrimiento de América y el posterior establecimiento, en 1503, de la Casa de la Contratación en Sevilla. De la capital andaluza salen todas las expediciones al continente americano. A partir de aquí comienza la etapa de riqueza de Sevilla que, paradójicamente, no contó con la ayuda del río: su poco calado provocaba que los pecios encallasen y la lucha contra la corriente desesperaba a los navegantes.
Decadencia
Las dificultades en la navegación provocaron que, poco a poco, los capitanes de las embarcaciones se negasen a subir hasta Sevilla para descargar la mercancía y la actividad comercial se empieza a desarrollar en Cádiz. Los problemas para Sevilla se acrecentarían después cuando, por la disminución del calado y el crecimiento del tapón en la desembocadura, las riadas anegaron varias partes de Andalucía. En el siglo XVII, según varios estudios, el Guadalquivir se desbordó alrededor de 20 veces.
Un siglo después, los ingenieros se pusieron manos a la obra para intentar que las inundaciones no fueran tan regulares y para recuperar la navegabilidad del río, se había vuelto extremadamente dificultosa. Unas obras que llevaron a construir las llamadas 'cortas'. Un corte en el río gracias a un canal artificial que daba más calado al cauce y controlaba las crecidas. La 'corta de Merlina', situada en la entrada de Coria terminó con el famoso refrán de 'Coria de día, Coria de noche' que citaban con mofa los navegantes que tardaban 23 horas en llegar de la entrada de la localidad a la salida si seguían por la ruta original. La corta de Merlina de 1784 ahorró mucho tiempo y acortó la distancia entre Sanlúcar de Barrameda y Sevilla. Después vendrían otras ocho más hasta dejar el dibujo del río como lo conocemos en la actualidad. Un río 'recortado' alrededor de 50 kilómetros por el hombre y 'controlado'. Sin riadas, aunque contaminado hasta el mar, que necesita otro lavado de cara para recuperar su esplendor. Con retorno o no de otra etapa dorada, lo que es seguro es que el Guadalquivir seguirá mirando a Sevilla y al mar
Sin una fecha precisa de nacimiento, el valle del Guadalquivir se forma después del levantamiento de las tierras de Jaén y Albacete que separan el océano Atlántico del mar Mediterráneo. Después, el mar se fue desplazando paulatinamente hacia el oeste y el río Guadalquivir terminó desembocando en Sevilla. Era la época de los romanos, hace alrededor de 2000 años, cuando el río Guadalquivir no vivía su etapa dorada ni se llamaba de esta forma y cuando Cádiz aún era una isla. Desde los romanos hasta nuestros días, el río ha ido sufriendo cambios en su cauce y también ha influido en las tierras por donde pasaba. Hoy, el Guadalquivir desemboca en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz). Tiene una longitud de 650 kilómetros y 80 de ellos recorren el territorio situado entre Sevilla y Cádiz.
Muy lento, aunque rico en sedimentos, el río ha sufrido numerosos cambios de imagen. La civilización romana fue una de las que más buscó sacar partido al Guadalquivir para que pudiese ser navegable hasta Córdoba. Los textos históricos señalan que en la época del emperador Augusto las barcas de ribera, hoy casi piezas de museo, navegaban aguas arriba de la capital andaluza y llegaban hasta Córdoba.
En esa época también el río, denominado Beatis (que luego paso a llamarse Betis), empezaba a poner problemas: su inestable cauce y su poco calado no permitían a las embarcaciones avanzar. Los ingenieros romanos, tomando el ejemplo del río Tíber que baña la capital romana, levantaron diques y pequeñas presas para intentar la navegabilidad. Se consiguió y gracias a la navegación Betis vivió su primera época de esplendor
. Etapa musulmana
Córdoba-Sevilla-Algeciras es la ruta musulmana habitual de las embarcaciones que surcaban primero el río y después el mar. El río Betis pasó a llamarse Río Grande. Cinco días se tardaba en llegar a Algeciras desde la capital andaluza. En Sevilla, el río ofrecía su cara más amable y en su orilla se reunían las lavanderas. Aunque también tuvo su lado trágico: innumerables riadas que costaron cientos de vidas. En 1168, bajo el mandato del califa almohade Abu Yaqub Yusuf se produjo, según los historiadores, una de las inundaciones más terribles. Otros especialistas señalan el año 1201 como la peor crecida del río Guadalquivir que se desbordó desde Cádiz hasta Córdoba lo que provocó cuantiosos daños materiales y miles de víctimas. La época dorada del río coincidió con la del descubrimiento de América y el posterior establecimiento, en 1503, de la Casa de la Contratación en Sevilla. De la capital andaluza salen todas las expediciones al continente americano. A partir de aquí comienza la etapa de riqueza de Sevilla que, paradójicamente, no contó con la ayuda del río: su poco calado provocaba que los pecios encallasen y la lucha contra la corriente desesperaba a los navegantes.
Decadencia
Las dificultades en la navegación provocaron que, poco a poco, los capitanes de las embarcaciones se negasen a subir hasta Sevilla para descargar la mercancía y la actividad comercial se empieza a desarrollar en Cádiz. Los problemas para Sevilla se acrecentarían después cuando, por la disminución del calado y el crecimiento del tapón en la desembocadura, las riadas anegaron varias partes de Andalucía. En el siglo XVII, según varios estudios, el Guadalquivir se desbordó alrededor de 20 veces.
Un siglo después, los ingenieros se pusieron manos a la obra para intentar que las inundaciones no fueran tan regulares y para recuperar la navegabilidad del río, se había vuelto extremadamente dificultosa. Unas obras que llevaron a construir las llamadas 'cortas'. Un corte en el río gracias a un canal artificial que daba más calado al cauce y controlaba las crecidas. La 'corta de Merlina', situada en la entrada de Coria terminó con el famoso refrán de 'Coria de día, Coria de noche' que citaban con mofa los navegantes que tardaban 23 horas en llegar de la entrada de la localidad a la salida si seguían por la ruta original. La corta de Merlina de 1784 ahorró mucho tiempo y acortó la distancia entre Sanlúcar de Barrameda y Sevilla. Después vendrían otras ocho más hasta dejar el dibujo del río como lo conocemos en la actualidad. Un río 'recortado' alrededor de 50 kilómetros por el hombre y 'controlado'. Sin riadas, aunque contaminado hasta el mar, que necesita otro lavado de cara para recuperar su esplendor. Con retorno o no de otra etapa dorada, lo que es seguro es que el Guadalquivir seguirá mirando a Sevilla y al mar