We have water
Sun, 20/06/2004
Parece que las aguas vuelven literalmente a su cauce después de tantos años de decretazo y despropósitos, de falseamiento de la información y de presuntas soluciones aberrantes. La ciudadanía puede sentirse orgullosa. Sobre todo los hombres y mujeres de las Terres de l'Ebre, los más amenazados en su modo de vida, su entorno natural y su futuro por el Plan Hidrológico Nacional, y los más activos en su denuncia. Pero también los demás.
Una experiencia de realidad como ésta reconforta a todo aquel que no está dispuesto a abandonar su destino de forma exclusiva en manos de la clase dirigente. Y para los que, ante la adversidad, se empeñan en seguir afirmando que «no se puede hacer nada», este nuevo éxito de la movilización ciudadana es una demostración más de que sí se puede. De que vale la pena. Una prueba que viene a sumarse a esa otra experiencia anterior y reciente de la plataforma del No a la Guerra.
Se recupera el juego democrático: los ciudadanos y ciudadanas, cuando ejercen su soberanía, consiguen resultados. Requiere esfuerzo, constancia, sinsabores, pero hacer ejercicio de los derechos suele dar resultado. Tan sencillo como esto. Durante mucho tiempo ha habido en este país -y en muchos otros- una permanente y desencantada dejación de esos derechos. Quizás también de obligaciones.
Una dejadez más propia de una población acomodada y relegada a una permanente minoría de edad. Se hacía responsable de todo a la Administración pública que, abusando del paternalismo y el autoritarismo, pretendía saber siempre y en todo qué era lo más conveniente, ignorando incluso a expertos y técnicos.
Por fin los ciudadanos y ciudadanas empiezan a tomar cartas en los asuntos que les atañen, que en realidad son todos.
Lástima que la reacción sólo se produzca cuando nos encontramos entre la espada y la pared. Que esperemos siempre hasta el último momento, a vernos con un pie en el abismo, para abandonar el pasotismo de butaca.
El Plan Hidrológico Nacional y el consiguiente trasvase del Ebro ha sido suspendido y ya es historia. Sin embargo, no hay que bajar la guardia. El problema del agua subsiste. La alternativa ahora es la construcción de un reguero de plantas de desalinización a lo largo de la costa, porque es evidente que las zonas de la península que presuntamente se habrían beneficiado del trasvase siguen teniendo escasez de recursos hídricos. Con las plantas de desalinización tendrán agua, que es de lo que se trata, sin tanto gasto público y con muchísimo menos impacto medioambiental.Pero de todos modos, la solución a largo plazo pasa también por toda una tarea de educación cívica; a largo plazo, que contribuya a cambiar nuestros hábitos de consumo, de modo que todos y cada uno asumamos la responsabilidad de cuidar de este elemento, el agua. Un bien que debemos aprender a valorar y administrar.
«Lo riu és vida», decía el lema de la campaña ciudadana contra el trasvase. Por extensión, el agua es vida. Nos conviene evitar el despilfarro. El Mediterráneo no ha sido nunca una región adecuada para campos de golf ni dilapidaciones sin sentido. Nos falta cultura del agua.
Desde los parvularios, desde las instituciones.Del mismo modo que se ve la necesidad de educar para la paz, existe la necesidad urgente de educar en el respeto al medio ambiente, al entorno que nos permite vivir, como individuos y como especie.
Desde la ciudadanía, antes de que nuestros representantes se duerman en los laureles, exijamos también acciones definitivas en este sentido. Por el futuro. Y felicitemos a todos aquellos que hoy ven coronados con éxito su empeño.
Una experiencia de realidad como ésta reconforta a todo aquel que no está dispuesto a abandonar su destino de forma exclusiva en manos de la clase dirigente. Y para los que, ante la adversidad, se empeñan en seguir afirmando que «no se puede hacer nada», este nuevo éxito de la movilización ciudadana es una demostración más de que sí se puede. De que vale la pena. Una prueba que viene a sumarse a esa otra experiencia anterior y reciente de la plataforma del No a la Guerra.
Se recupera el juego democrático: los ciudadanos y ciudadanas, cuando ejercen su soberanía, consiguen resultados. Requiere esfuerzo, constancia, sinsabores, pero hacer ejercicio de los derechos suele dar resultado. Tan sencillo como esto. Durante mucho tiempo ha habido en este país -y en muchos otros- una permanente y desencantada dejación de esos derechos. Quizás también de obligaciones.
Una dejadez más propia de una población acomodada y relegada a una permanente minoría de edad. Se hacía responsable de todo a la Administración pública que, abusando del paternalismo y el autoritarismo, pretendía saber siempre y en todo qué era lo más conveniente, ignorando incluso a expertos y técnicos.
Por fin los ciudadanos y ciudadanas empiezan a tomar cartas en los asuntos que les atañen, que en realidad son todos.
Lástima que la reacción sólo se produzca cuando nos encontramos entre la espada y la pared. Que esperemos siempre hasta el último momento, a vernos con un pie en el abismo, para abandonar el pasotismo de butaca.
El Plan Hidrológico Nacional y el consiguiente trasvase del Ebro ha sido suspendido y ya es historia. Sin embargo, no hay que bajar la guardia. El problema del agua subsiste. La alternativa ahora es la construcción de un reguero de plantas de desalinización a lo largo de la costa, porque es evidente que las zonas de la península que presuntamente se habrían beneficiado del trasvase siguen teniendo escasez de recursos hídricos. Con las plantas de desalinización tendrán agua, que es de lo que se trata, sin tanto gasto público y con muchísimo menos impacto medioambiental.Pero de todos modos, la solución a largo plazo pasa también por toda una tarea de educación cívica; a largo plazo, que contribuya a cambiar nuestros hábitos de consumo, de modo que todos y cada uno asumamos la responsabilidad de cuidar de este elemento, el agua. Un bien que debemos aprender a valorar y administrar.
«Lo riu és vida», decía el lema de la campaña ciudadana contra el trasvase. Por extensión, el agua es vida. Nos conviene evitar el despilfarro. El Mediterráneo no ha sido nunca una región adecuada para campos de golf ni dilapidaciones sin sentido. Nos falta cultura del agua.
Desde los parvularios, desde las instituciones.Del mismo modo que se ve la necesidad de educar para la paz, existe la necesidad urgente de educar en el respeto al medio ambiente, al entorno que nos permite vivir, como individuos y como especie.
Desde la ciudadanía, antes de que nuestros representantes se duerman en los laureles, exijamos también acciones definitivas en este sentido. Por el futuro. Y felicitemos a todos aquellos que hoy ven coronados con éxito su empeño.