La sequía deja las reservas en las peores cifras de la última década

Mon, 07/04/2008

La Opinión de Málaga

Aunque los gestores del abastecimiento de agua en la provincia coinciden en señalar que el ya cercano verano se afronta con ciertas garantías, la provincia vive en este cuarto año de sequía uno de sus peores momentos, con las reservas en las pantanos por debajo del 30%, pocas lluvias registradas y muchas obras pendientes para aumentar el caudal existente.
Los embalses están en los registros más bajos de la última década, sin apenas ganancias hídricas a lo largo de estos años de decreto de sequía y la comparación con los datos de 1998 ponen de manifiesto la difícil situación. Dicen los expertos que las sequías son cíclicas y los datos vienen a corroborarlo. Hace ahora nueve años, la provincia vivía una época complicada. En esas fechas, fue el interior el que más notó las necesidades de agua y se tuvo que recurrir a camiones cuba en puntos de Antequera, mientras que el Guadalhorce batallaba con obras de emergencia en busca de nuevos sondeos. En junio de 1999, cuando ya se hablaba de problemas hídricos, los pantanos se encontraban al 58,7% -en 1998 estaban al 89%-; en la actualidad, están al 28% de su capacidad, con La Viñuela, fundamental para la Axarquía, dando síntomas de agotamiento.
Es cierto que la climatología no ha acompañado desde que en 2005 se firmara el decreto de sequía, pero Málaga tampoco termina de ver esas obras que conseguirán que la falta de lluvias no afecten a su abastecimiento. De hecho, la única gran infraestructura que ha entrado en funcionamiento ha sido la desaladora de Marbella, una planta que se construyó en la época de Gil y que estuvo parada una década. Con una aportación de 20 hectómetros cúbicos, la instalación ha dado un descanso a las diezmadas reservas de la Costa del Sol, que ya está fuera del decreto, y ha permitido que la Concepción esté al 100%, pero la situación en el resto de la provincia dista mucho de ser la idónea. Esta misma semana, la Axarquía ha pedido su entrada en el decreto de sequía y dejará de llevar agua a la capital.
Previsiones. Precisamente Málaga capital afronta la temporada veraniega con garantías, según la empresa municipal de aguas, Emasa, pero no exenta de preocupación. La ciudad ha conseguido rebajar su consumo un 5% en enero y febrero en comparación con el mismo periodo del pasado año y Emasa cree que las reservas existentes permitirán abastecerse durante unos ocho o nueve meses.
Otro panorama es el que presenta el resto de la provincia. Según el director de la Cuenca Mediterránea Andaluza (CMA), Antonio Rodríguez Leal, este año es tan malo como el año que inició el periodo de sequía (2005). "Hemos tenido dos años malos y éste es muy malo, porque apenas ha llovido. En la Costa no habrá problemas y en el interior se plantearán las actuaciones de urgencia que sean necesarias". Rodríguez Leal admite que las presas están en mal momento, pero destaca que la dependencia del agua de los pantanos es menor.
Con sequía o sin ella, Málaga necesita obras de mayores dimensiones para asegurar de una vez por todas el abastecimiento. "Las administraciones están jugando bien sus cartas y la Junta está siendo ecuánime en sus declaraciones, la queja es que se podían haber hecho obras para aumentar las reservas, porque lo único que se ha hecho hasta ahora es mejorar la calidad y la eficacia de las instalaciones ya existentes", afirma el gerente de Emasa, José Luis Rodríguez. El caso de la capital es ejemplo de ello. La planta del Atabal le permitió aprovechar las aguas del sistema de pantanos del Guadalhorce, pero el pasado año vio como se quedaba sin un proyecto que le habría aportado más de 20 hectómetros al año: el azud de Cerro Blanco. Las protestas vecinales dieron al traste con una obra fundamental, que pretendía aprovechar los excedentes del río Grande.
En ese sentido, el director de la CMA recuerda que el agua de Cerro Blanco se aprovechará desde Aljaima (Cártama) para llevarla al Atabal. "No era la situación ideal, pero algo aportará".
Tampoco se han terminado de perfilar o finalizar obras consideradas de gran importancia, como la reutilización de las aguas residuales, la mejora del riego en la Axarquía y el Guadalhorce -en esa comarca se pierde entre el 40 y el 60% del caudal por fugas en las redes- o la obra recientemente anunciada para traer agua de la Costa a la capital. El gerente de Emasa aclara que este proyecto no es la esperada conducción entre ambas zonas, que implicaría contar con 1.000 litros por segundo. "Lo que se va a hacer es reformar las redes para permitir usar una arteria en sentido contrario". Aportará 200 litros por segundo.
En una cuestión en la que sí coinciden Emasa y la Junta es en la necesidad de recrecer La Concepción. El gerente de la empresa municipal de aguas, de hecho, apuesta por la construcción de más presas para aumentar el caudal. "Málaga tiene mucha agua en el Genal y el Guadiaro, que vierten cada año 700 hectómetros cúbicos al mar, pero ha faltado valor político para tomar ese tipo de decisiones", afirma. También el director de la CMA cree que la obra de la Concepción es "fundamental y necesaria". Rodríguez Leal confía en que en esta legislatura que ahora comienza se pueda acometer el recrecimiento de la presa del río Verde y espera que Junta y Gobierno central colaboren para sacar adelante este proyecto.
La llegada del buen tiempo y de los turistas acarreará, además, un importante aumento de la demanda de agua. A pesar del control del consumo, los pantanos vienen perdiendo desde que comenzó la sequía una media de 50 hectómetros cúbicos en verano, cifra que de repetirse este año podrían dejarlos en una situación casi dramática.

PUNTO DE VISTA: Necesidad de anticipación

Necesidad de anticipación
Por mucho mucho que los pueblos se empeñen en azorar a los dioses y practicar ritos de persuasión crepuscular, la sequía hace tiempo que dejó de ser un fenómeno sorprendente y de magnitud celeste. Sus ciclos están sobradamente estudiados y se repiten tanto como los periodos de recesión económica o los mundiales de fútbol en países sudamericanos. Sobre todo, en Andalucía, una tierra que, de acuerdo con la tendencia global de la naturaleza, no estará colmada de lluvias en las próximas décadas. Dadas las cosas, el sistema es francamente mejorable. En una península que tuviera propensión a quedarse sin víveres, la primera diposición sería proveerse de un almacén de latas de conservas, paraíso del bonito. Pero aquí el mecanismo no funciona. A pesar de la carestía de las lluvias, únicamente se ha llevado a cabo una obra de calado en los últimos años. Después de dos ciclos de sequía en dos décadas, sobran las excusas. Apelar a la bonhomía del cielo e impulsar gabinetes de crisis no vale como pretexto, la solución ya debería estar en funcionamiento. No se trata de invertir por invertir, pero sí de anticiparse a un fenómeno que ya no es un capricho aparatoso del destino. El problema es que los gobiernos se han acostumbrado a poner los ojos en lo inmediato. Solventar dificultades a los que vendrán parece menos rentable.