El agua, debate aplazado
Sun, 13/01/2008
Finalmente, la Generalitat, a través del Departament de Medi Ambient, ha previsto el traslado a Barcelona de agua en barcos cisterna, dentro del plan de emergencia destinado a evitar cortes de suministro como consecuencia de la sequía extrema que sufre el territorio catalán desde hace varios meses. De no cambiar la situación, los buques -con una capacidad de unos 300.000 litros cada uno- traerán agua de la desalinizadora de Carboneras, en Almería, y de la cuenca del Ródano, en Francia. También se baraja transportar por vía marítima agua sobrante del minitrasvase del Ebro que llega a Tarragona. El empleo de barcos para abastecer de agua el área metropolitana fue propuesto ya en el año 2005, pero entonces el Govern no lo consideró oportuno. Otra de las opciones que hoy están sobre la mesa es la interconexión de la mencionada red de Tarragona, abastecida con agua del Ebro, con el sistema Ter-Llobregat, mediante una tubería de menos de diez kilómetros. Esta obra no estaría lista antes del verano de este año.
La actual sequía, sobre cuyas consecuencias advirtió recientemente el president Montilla, es un gran problema para Catalunya. El nivel de los embalses catalanes ha bajado cerca del 30%, un panorama nada halagüeño si las lluvias no se producen en las próximas semanas. Pero no se trata de un asunto aislado sino de un agudo déficit estructural, que no ha sido abordado con suficiente ambición hasta ahora. Barcelona y su cinturón, donde se concentran el 75% de la población y la mayor parte de la industria del país, presenta una demanda hídrica creciente que, desde hace tiempo, se ha revelado muy superior a las previsiones que se manejan. Recordemos que la gran desalinizadora de El Prat de Llobregat, una de las mayores de Europa, no entrará en funcionamiento hasta el año próximo. Además de seguir políticas de ahorro y de divulgar una nueva cultura del agua, nuestros responsables políticos deben reabrir seriamente este debate, que se vio frenado abruptamente en su día a causa de la polémica generada por el Plan Hidrológico Nacional del PP y por el trasvase del Ebro que se contenía en él, ampliamente contestado en las comarcas del sur de Catalunya.
Es hora ya de que se analicen serenamente las alternativas de abastecimiento que pueden convenir a las necesidades ordinarias y de crecimiento del país, teniendo en cuenta que el consumo doméstico es la parte menor y que, desgraciadamente, todavía se despilfarran muchos recursos hídricos en los usos agrícolas. No es bueno que un exceso de prudencia o de dogmatismo frene un debate del que sólo vemos, de manera recurrente, las derivadas más urgentes cuando la sequía enciende las alarmas. Sectores destacados de la sociedad civil, como los ingenieros industriales de Catalunya, reclaman soluciones definitivas. En un contexto en el que las grandes infraestructuras se han convertido en motivo de preocupación general, es lógico que también el agua esté en los primeros puestos de la lista de prioridades estratégicas de nuestros gobernantes.
La actual sequía, sobre cuyas consecuencias advirtió recientemente el president Montilla, es un gran problema para Catalunya. El nivel de los embalses catalanes ha bajado cerca del 30%, un panorama nada halagüeño si las lluvias no se producen en las próximas semanas. Pero no se trata de un asunto aislado sino de un agudo déficit estructural, que no ha sido abordado con suficiente ambición hasta ahora. Barcelona y su cinturón, donde se concentran el 75% de la población y la mayor parte de la industria del país, presenta una demanda hídrica creciente que, desde hace tiempo, se ha revelado muy superior a las previsiones que se manejan. Recordemos que la gran desalinizadora de El Prat de Llobregat, una de las mayores de Europa, no entrará en funcionamiento hasta el año próximo. Además de seguir políticas de ahorro y de divulgar una nueva cultura del agua, nuestros responsables políticos deben reabrir seriamente este debate, que se vio frenado abruptamente en su día a causa de la polémica generada por el Plan Hidrológico Nacional del PP y por el trasvase del Ebro que se contenía en él, ampliamente contestado en las comarcas del sur de Catalunya.
Es hora ya de que se analicen serenamente las alternativas de abastecimiento que pueden convenir a las necesidades ordinarias y de crecimiento del país, teniendo en cuenta que el consumo doméstico es la parte menor y que, desgraciadamente, todavía se despilfarran muchos recursos hídricos en los usos agrícolas. No es bueno que un exceso de prudencia o de dogmatismo frene un debate del que sólo vemos, de manera recurrente, las derivadas más urgentes cuando la sequía enciende las alarmas. Sectores destacados de la sociedad civil, como los ingenieros industriales de Catalunya, reclaman soluciones definitivas. En un contexto en el que las grandes infraestructuras se han convertido en motivo de preocupación general, es lógico que también el agua esté en los primeros puestos de la lista de prioridades estratégicas de nuestros gobernantes.