Un estudio da 20 años de vida a los regadíos murcianos si no se resuelve el déficit de la cuenca
Fri, 15/09/2006
Cuando las plantas no disponen de agua para la evaporización, sus poros se cierran, el CO2 no entra a la planta y la producción baja o se muere la cosecha.
Un kilo de trigo supone un gasto de 500 litros de agua; y un filete de ternera, un metro cúbico para regar el forraje del animal.
Los regadíos que dependen del Trasvase Tajo-Segura solamente han recibido este año hidrológico, que culmina el día 30, 39 hectómetros cúbicos de agua de la cabecera del Tajo.
En algunas zonas dependientes del trasvase se alcanza un déficit de hasta 6.400 metros cúbicos por hectárea.
En los años 60 se constituyeron zonas de riego infradotadas en cuanto a recursos asignados por cuestiones políticas y sociales.
La huerta de Europa convertida en tierra estéril en el año 2026. Ése es el panorama que augura, si persiste el déficit estructural de la cuenca del Segura, un estudio realizado por expertos de la Universidad de Córdoba y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), a petición del Sindicato Central de Regantes, y en el que se reflejan las necesidades y la situación actual de los regadíos murcianos dependientes del Trasvase Tajo-Segura.
El informe fue presentado ayer en Murcia por los autores del mismo, Francisco Villalobos, Francisco Orgaz y Elías Fereres, reconocidos expertos en asuntos de agua y agricultura, que cifraron la demanda anual de la cuenca en casi mil hectómetros cúbicos para que los cultivos alcancen la producción óptima. Entre las conclusiones del estudio se refleja que las aportaciones medias actuales del trasvase están por debajo de los 500 hectómetros, lo que sitúa el déficit anual de la cuenca del Segura en unos 475 hectómetros cúbicos; «una situación insostenible a medio y largo plazo». En concreto, según manifestó Fereres hace semanas, «algo más de veinte años» es lo que le quedaría de vida a los regadíos dependientes del agua del Tajo, que ocupan una superficie de casi 150.000 hectáreas entre Murcia, Alicante y Almería.
La razón expuesta ayer por los profesores y científicos en la presentación del estudio para advertir de una futura muerte del campo murciano es que la progresiva salinización del suelo que conlleva un período de escasez hídrica, como el actual, acaba por convertir un terreno fértil en una tierra inservible. Francisco Orgaz explicó que «ante la falta de agua, los agricultores del trasvase han concentrado los cultivos hortícolas en invierno, perdiendo la cosecha de verano, así como prácticas de riego deficitario, lo que ha hecho que la eficiencia y la productividad socioeconómica por metro cúbico de agua sea enorme».
Sin embargo, ni desarrollando la segunda fase del Trasvase Tajo-Segura -aportaciones de hasta mil hectómetros cúbicos- se podría satisfacer la demanda del regadío, ya que a los mil hectómetros asignados hay que restar el agua de abastecimiento para la Mancomunidad de los Canales del Taibilla, por lo que ni siquiera se podrían cubrir los 956,6 hm3 fijados como necesidad.
En este sentido, otro de los investigadores, Francisco Villalobos, culpó de este desfase entre las previsiones con las que se diseñó el trasvase y las necesidades reales a varios factores. Entre ellos, que se «sobreestimaron» las previsiones de aportes del río Segura o el cambio de cultivos hacia una agricultura muy intensiva, con varias cosechas al año. «Si se redujera la intensidad y la superficie, también se podría compensar dicho déficit», admitió Villalobos.
Un kilo de trigo supone un gasto de 500 litros de agua; y un filete de ternera, un metro cúbico para regar el forraje del animal.
Los regadíos que dependen del Trasvase Tajo-Segura solamente han recibido este año hidrológico, que culmina el día 30, 39 hectómetros cúbicos de agua de la cabecera del Tajo.
En algunas zonas dependientes del trasvase se alcanza un déficit de hasta 6.400 metros cúbicos por hectárea.
En los años 60 se constituyeron zonas de riego infradotadas en cuanto a recursos asignados por cuestiones políticas y sociales.
La huerta de Europa convertida en tierra estéril en el año 2026. Ése es el panorama que augura, si persiste el déficit estructural de la cuenca del Segura, un estudio realizado por expertos de la Universidad de Córdoba y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), a petición del Sindicato Central de Regantes, y en el que se reflejan las necesidades y la situación actual de los regadíos murcianos dependientes del Trasvase Tajo-Segura.
El informe fue presentado ayer en Murcia por los autores del mismo, Francisco Villalobos, Francisco Orgaz y Elías Fereres, reconocidos expertos en asuntos de agua y agricultura, que cifraron la demanda anual de la cuenca en casi mil hectómetros cúbicos para que los cultivos alcancen la producción óptima. Entre las conclusiones del estudio se refleja que las aportaciones medias actuales del trasvase están por debajo de los 500 hectómetros, lo que sitúa el déficit anual de la cuenca del Segura en unos 475 hectómetros cúbicos; «una situación insostenible a medio y largo plazo». En concreto, según manifestó Fereres hace semanas, «algo más de veinte años» es lo que le quedaría de vida a los regadíos dependientes del agua del Tajo, que ocupan una superficie de casi 150.000 hectáreas entre Murcia, Alicante y Almería.
La razón expuesta ayer por los profesores y científicos en la presentación del estudio para advertir de una futura muerte del campo murciano es que la progresiva salinización del suelo que conlleva un período de escasez hídrica, como el actual, acaba por convertir un terreno fértil en una tierra inservible. Francisco Orgaz explicó que «ante la falta de agua, los agricultores del trasvase han concentrado los cultivos hortícolas en invierno, perdiendo la cosecha de verano, así como prácticas de riego deficitario, lo que ha hecho que la eficiencia y la productividad socioeconómica por metro cúbico de agua sea enorme».
Sin embargo, ni desarrollando la segunda fase del Trasvase Tajo-Segura -aportaciones de hasta mil hectómetros cúbicos- se podría satisfacer la demanda del regadío, ya que a los mil hectómetros asignados hay que restar el agua de abastecimiento para la Mancomunidad de los Canales del Taibilla, por lo que ni siquiera se podrían cubrir los 956,6 hm3 fijados como necesidad.
En este sentido, otro de los investigadores, Francisco Villalobos, culpó de este desfase entre las previsiones con las que se diseñó el trasvase y las necesidades reales a varios factores. Entre ellos, que se «sobreestimaron» las previsiones de aportes del río Segura o el cambio de cultivos hacia una agricultura muy intensiva, con varias cosechas al año. «Si se redujera la intensidad y la superficie, también se podría compensar dicho déficit», admitió Villalobos.