El agua, mucho más que un simple recurso productivo

Tue, 22/03/2005

El Correo

Desde que el 22 de diciembre de 1993 la Asamblea General de las Naciones Unidas decretó el 22 de marzo como 'Día Mundial del Agua', todos los años la sociedad se hace eco de la importancia del agua como recurso vital e imprescindible. Este año, además, será el inicio del Decenio Internacional para la Acción (2005-2015) bajo el eslogan 'El agua, fuente de vida'. Probablemente el tema elegido para este ejercicio sea el que más se identifica con la idiosincrasia del término. Decía J. de la Bruyère que «no hay nada que los hombres más deseen conservar y menos cuiden que su propia vida». Resulta curioso que, siendo el agua el alma azul de nuestro planeta y fuente fundamental para el desarrollo de la vida, sea, a la vez, el recurso más castigado y degradado. No es sólo que las reservas de agua dulce se estén agotando (recordemos que actualmente 1.500 millones de personas carecen de acceso garantizado al agua potable y que en el año 2025 podrían ser 4.000 millones), sino que además la salud de los ecosistemas acuáticos ha entrado en una espiral de decadencia, fruto de nuestro modelo de desarrollo y de la tradicional política de gestión de aguas.
El afán productivista de crecer a cualquier coste ha desencadenado una crisis ecológica en los ecosistemas hídricos de consecuencias imprevisibles a medio y largo plazo. La construcción de más de 45.000 grandes presas en el mundo, la alteración del régimen de caudales de nuestros ríos, la rectificación del trazado de los cauces, la detracción de caudales, los encauzamientos, el dragado de cauces, la eliminación de los bosques de ribera, la falta de cobertura vegetal en las cuencas vertientes, los cambios en los usos del suelo de la llanura de inundación, la extensión de la superficie impermeable en los núcleos urbanos, la ocupación del dominio público hidráulico y los vertidos, entre otros, son los responsables de la agonía en la que se encuentran muchos de los ecosistemas de agua dulce. Los mismos que deberían ser fuente de vida y que sin embargo hemos convertido en canales de hormigón y pestilentes cloacas. Sabemos que las actividades humanas son el principal factor de distorsión del ciclo hidrológico, y, junto con las intervenciones antrópicas en los ecosistemas fluviales, son las principales responsables de la degradación del recurso.
Ante este panorama de desolación en el que están sumidos una parte importante de nuestros ríos, la necesidad de cambiar el rumbo del modelo de gestión de aguas parece obvia. El estructuralismo hidráulico ha entrado en crisis y el paradigma de la 'dominación de la naturaleza' resulta, cuando menos, inaceptable. Decía Tales de Mileto que «por vanidad el hombre complica la vida, pero el camino más fácil es el conforme con la naturaleza». Esta reflexión debería invitarnos a entender que el objetivo debe ser conocer mejor el comportamiento de la naturaleza, sus ciclos, su devenir y sus pautas de comportamiento, y, de esta manera, poder encajar en el puzzle nuestro modelo de desarrollo.
El agua es mucho más que un recurso-bien productivo, y no puede seguir siendo considerada y gestionada según los parámetros de un simple 'input' económico. Amén de una nueva y necesaria racionalidad económica en la gestión de las aguas para usos productivos, es preciso ensalzar la importancia de los valores patrimoniales, culturales, escénicos y lúdicos relacionados con el agua-territorio y que con frecuencia olvidamos. En el marco de la cuenca hidrográfica, los ríos, lagos, humedales y acuíferos no son simples almacenes de agua, sino ecosistemas vivos y complejos de cuya salud depende también la nuestra y la de las generaciones venideras.
Que este Día Mundial del Agua sirva para hacernos reflexionar y tomar conciencia de la valía del agua como recurso imprescindible para la vida. Hemos de hacer un esfuerzo por comprender la complejidad ecosistémica del agua en el marco de la cuenca vertiente y de acuerdo con los principios emanados de la Directiva Marco del Agua. Ojalá este decenio que ahora se inicia sea un decenio para la acción, para la planificación holística del agua, y para la adopción de medidas valientes y decididas que pongan fin al estructuralismo hidráulico. Ojalá se ensalce el valor de los ecosistemas de agua dulce como base de la vida y de la organización socioterritorial.