Portugal perderá las cosechas de todo el país si no llueve en unas semanas
Sat, 26/02/2005
El Gobierno luso prepara 150 millones de euros en líneas de crédito para paliar los daños de la sequía Portugal vive sumido en un estado de incoherencia. Y esta vez no es ni por la sucesión fulgurante de gobiernos de todos los colores, ni por los estragos de una crisis económica empeñada en romper el país en dos. La incoherencia viene ahora del clima. La campiña lusa tiene aspecto de final de verano, pero el frío del invierno hace crujir los huesos de los campesinos más curtidos. La situación es muy grave. Límite, según el Gobierno, y catastrófica, según los agricultores. Los cereales han desterrado el verde sin siquiera recibirlo y los árboles muestran un preocupante aspecto otoñal, con copas languidas entreveradas de hojas secas y amarillas. Los efectos del invierno más extrañamente veraniego del último siglo son ya alarmantes. Según explica a La Voz el secretario de Estado de Agricultura del Gobierno luso, David Geraldes, la sequía aún no es irreversible, pero el problema está llegando a un punto sin retorno: «Los cultivos no están todavía comprometidos. Si lloviera pronto, estas semanas, aún podría revertirse el efecto en algunas zonas. Pero si no, podemos perder las cosechas», analizaba, antes de puntualizar que las previsiones meteorológicas anuncian lo peor. «Si sigue así, los daños podrían perjudicar la próxima siembra». Ganado moribundo Y no sólo los cultivos están en peligro. Los pastos también se han esfumado, tras cuatro meses sin ver caer más gotas que las que hace dos días provocó un avión cargado de productos químicos. En el centro y el sur, las consecuencias son dramáticas. La sequía se ha unido a la lengua azul, una enfermedad animal que impide vender o trasladar el ganado, para arruinar a buena parte del sector: sin pasto para las vacas ni dinero para comprarlo por la imposibilidad de obtener ingresos de un ganado enfermo, a los empresarios sólo les quedan animales moribundos y bolsillos vacíos. O «descapitalizados», según la definición del secretario de Estado. Al norte de Oporto es otro cantar. La costumbre lusa de guardar forraje en palleiros, como hacen sus vecinos gallegos, ha evitado a los ganaderos una ruinosa dependencia de los pastos ahora arrasados por la sequía. Eso sí, los cultivos están igual de destrozados que en el resto del país. La crisis ha llegado incluso a rozar el sur de Galicia, donde vinicultores y productores de frutas como el kiwi dan el año por perdido. La magnitud de los daños es tal que el Estado luso ya ha pedido a Bruselas permiso para activar créditos por valor de 150 millones, que se sumarán a compensaciones de hasta 3.000 euros para cada explotación ganadera infectada por la lengua azul. Los fondos que quiere crear Lisboa servirán, por un lado, para que los afectados puedan comprar alimentos y, por otro, para financiar sistemas de riego, pozos y mecanismos contra la sequía. Bombardeos insuficientes Entre esos remedios para la falta de lluvia no tendrá un especial protagonismo el experimento de la Universidad Lusófona, que hace dos días provocó precipitaciones bombardeando nubes desde un avión armado de yoduro de plata y clorato cálcico. El secretario de Estado de Agricultura asegura que el proyecto merece la pena, pero no cree que sea la solución. «Es muy limitado», apunta, en una respuesta que corroboran los padres del experimento. La reacción química sólo genera lluvia justo en la zona en la que actúa el avión, y para lograr el objetivo son además precisos unos ingredientes que hace tiempo que abandonaron el país: las nubes. Porque ayer en Portugal brillaba de nuevo un incoherente sol de invierno.