El Arga, desde dentro
Mon, 26/07/2004
Se conoce cada recodo, cada meandro, cada brazo ciego y cada canalización en los 60 kilómetros del Arga entre Puente la Reina y Funes, donde desemboca en el Aragón.
Para descubrir cada aspecto geomorfológico del afluente, Amaya Bescós Atín, estellesa de 38 años, se compró una canoa y recorrió metro a metro el río, donde midió, palmo a palmo, el fondo y las formas del Arga. Ahora ha plasmado toda la información recabada durante años en un estudio al que dio forma de tesis.
Atraída de los ríos con vida propia como el Arga que «se mueve, se corta o se escinde en brazos ciegos», Bescós ha logrado plasmar buena parte del río, de su cuenca y de sus zonas inundables en una cartografía «perfectamente fiel» que sirve de referencia para todos aquellos que deseen modificar, urbanizar o actuar en sus riberas. Empresas, instituciones, ayuntamientos y particulares se suman a los responsables de Ordenación del Territorio y de Protección Civil como principales interesados en conocer cómo actúa el río. «Quien sepa qué superficie es susceptible de inundación, tendrá menos posibilidades de perder bienes de valor», resume esta geógrafa e historiadora.
No quiso dejar ni un solo metro de río sin estudiar, de manera que tenía que aprovechar los meses de estiaje (julio, agosto y septiembre) para, desde dentro del Arga, poder medir todas sus formas. Gracias a un jalón, que le permitía trasladarse sin peligro a lo ancho del cauce, y a un teodolito (instrumento utilizado para medir ángulos) ha podido reproducir la geometría del cauce. Eso mientras fue atracción de vecinos y curiosos que, entre sorprendidos y divertidos, se acercaban a ver como trabajaba.
Peligros y zonas de baño
Además de disponer de todos los datos para representar en un mapa la red hidrográfica estudiada, Bescós conoció los peligros del Arga que puede llegar a medir entre 4 y 5 metros de profundidad en determinadas zonas, o las zonas de baño favorecidas por los brazos ciegos o balsas. Entre las conclusiones que sacó, destaca las ventajas de la canalización efectuada en muchos de sus tramos entre Puente la Reina y Funes.
Muchos ayuntamientos han ejecutado en los últimos años obras de canalización del Arga con el propósito de evitar inundaciones que echaran a perder cosechas o bienes muebles. Según las investigaciones de Bescós, que ha llegado a hacer un inventario de riadas desde 1527, antes de la canalización bastaba con 400 metros cúbicos de agua par segundo para que las inundaciones fuesen consideradas «importantes». Después de las obras, el caudal necesario para producir una inundación es de 900 metros cúbicos por segundo. Sin embargo, esta situación de seguridad acaba siendo «algo falsa», dado que si la cota de agua rebasa la controlada, las pérdidas son ahora muy superiores a las que podía haber antes. La razón no es otra que la confianza que ahora tienen agricultores, constructores y particulares en las obras de canalización, lo que les lleva a exponer bienes de mayor coste económico.
Sin obras de sujeción del cauce, los agricultores eran conscientes de que el agua podía invadir los llamados llanos de inundación. Ahora, sin embargo, el agua podría llevarse desde bienes hasta inundar bajeras, garajes y viviendas, ya que, cada vez más, se ha perdido, «casi inconscientemente», el miedo a las inundaciones.
Precisamente, los estudios del río permiten a Bescós concluir en la necesidad de ahondar en el conocimiento de las zonas inundables antes de que Ordenación del Territorio o cualquier entidad autorizada apruebe actuaciones en estas áreas. Para evitar problemas , recomienda elaborar una cartografía completa que sirvan de apoyo a quienes deseen actuar en las orillas de, en este caso, el río Arga. No sólo conocerán hasta dónde puede llegar una inundación sino de la fuerza del agua.
El estudio de Bescós, recogido en la tesis titulada Las inundaciones en el río Arga. Estudio hidrogeomorfológico, abarca no sólo la cartografía del afluente, sino su cuenca, y un estudio hidrológico del área, es decir, cuánto llueve, cómo llueve, cuándo y dónde llueve. «Este era el primer paso para saber qué cantidad de agua llegaba al Arga», y logró la información a través de 33 estaciones meteorológicas, de las que 19 estaban dentro de la cuenca de todo el río, y el resto fuera, pero con gran proximidad.
Fue esta primera aproximación a la cuenca del Arga, la que llevó a Bescós a interesarse en este río y, más concretamente, en el tramo entre Puente la Reina y Funes. Un espacio caracterizado «por meandros libres de riqueza extraordinaria desde el punto de vista geomorfológico».
La mayor cuenca de navarra
La cuenca del Arga tiene una superficie de 2.700 kilómetros cuadrados. «Un tercio de Navarra es cuenca de este río», señaló esta técnico de Viveros y Repoblaciones, que recordó cómo desde su nacimiento en Quinto Real, el Arga recoge las aguas de Ultzama, Larraun y Arakil, entre otras.
Amaya Bescós se especializó en ríos gracias a una beca con la que estudió en Francia. Una vez de vuelta en Navarra y trabajando como técnico en el departamento de Medio Ambiente del Gobierno de Navarra, detectó la necesidad de elaborar la red hidrográfica de la comunidad foral, es decir, de representar el agua en un mapa. Su «afición por el estudio» le llevó a tomar la decisión de doctorarse. Lo hizo en la Universidad de Alcalá de Henares, en Madrid, y ahora son los navarros los que se pueden beneficiar de su tesón.
Para descubrir cada aspecto geomorfológico del afluente, Amaya Bescós Atín, estellesa de 38 años, se compró una canoa y recorrió metro a metro el río, donde midió, palmo a palmo, el fondo y las formas del Arga. Ahora ha plasmado toda la información recabada durante años en un estudio al que dio forma de tesis.
Atraída de los ríos con vida propia como el Arga que «se mueve, se corta o se escinde en brazos ciegos», Bescós ha logrado plasmar buena parte del río, de su cuenca y de sus zonas inundables en una cartografía «perfectamente fiel» que sirve de referencia para todos aquellos que deseen modificar, urbanizar o actuar en sus riberas. Empresas, instituciones, ayuntamientos y particulares se suman a los responsables de Ordenación del Territorio y de Protección Civil como principales interesados en conocer cómo actúa el río. «Quien sepa qué superficie es susceptible de inundación, tendrá menos posibilidades de perder bienes de valor», resume esta geógrafa e historiadora.
No quiso dejar ni un solo metro de río sin estudiar, de manera que tenía que aprovechar los meses de estiaje (julio, agosto y septiembre) para, desde dentro del Arga, poder medir todas sus formas. Gracias a un jalón, que le permitía trasladarse sin peligro a lo ancho del cauce, y a un teodolito (instrumento utilizado para medir ángulos) ha podido reproducir la geometría del cauce. Eso mientras fue atracción de vecinos y curiosos que, entre sorprendidos y divertidos, se acercaban a ver como trabajaba.
Peligros y zonas de baño
Además de disponer de todos los datos para representar en un mapa la red hidrográfica estudiada, Bescós conoció los peligros del Arga que puede llegar a medir entre 4 y 5 metros de profundidad en determinadas zonas, o las zonas de baño favorecidas por los brazos ciegos o balsas. Entre las conclusiones que sacó, destaca las ventajas de la canalización efectuada en muchos de sus tramos entre Puente la Reina y Funes.
Muchos ayuntamientos han ejecutado en los últimos años obras de canalización del Arga con el propósito de evitar inundaciones que echaran a perder cosechas o bienes muebles. Según las investigaciones de Bescós, que ha llegado a hacer un inventario de riadas desde 1527, antes de la canalización bastaba con 400 metros cúbicos de agua par segundo para que las inundaciones fuesen consideradas «importantes». Después de las obras, el caudal necesario para producir una inundación es de 900 metros cúbicos por segundo. Sin embargo, esta situación de seguridad acaba siendo «algo falsa», dado que si la cota de agua rebasa la controlada, las pérdidas son ahora muy superiores a las que podía haber antes. La razón no es otra que la confianza que ahora tienen agricultores, constructores y particulares en las obras de canalización, lo que les lleva a exponer bienes de mayor coste económico.
Sin obras de sujeción del cauce, los agricultores eran conscientes de que el agua podía invadir los llamados llanos de inundación. Ahora, sin embargo, el agua podría llevarse desde bienes hasta inundar bajeras, garajes y viviendas, ya que, cada vez más, se ha perdido, «casi inconscientemente», el miedo a las inundaciones.
Precisamente, los estudios del río permiten a Bescós concluir en la necesidad de ahondar en el conocimiento de las zonas inundables antes de que Ordenación del Territorio o cualquier entidad autorizada apruebe actuaciones en estas áreas. Para evitar problemas , recomienda elaborar una cartografía completa que sirvan de apoyo a quienes deseen actuar en las orillas de, en este caso, el río Arga. No sólo conocerán hasta dónde puede llegar una inundación sino de la fuerza del agua.
El estudio de Bescós, recogido en la tesis titulada Las inundaciones en el río Arga. Estudio hidrogeomorfológico, abarca no sólo la cartografía del afluente, sino su cuenca, y un estudio hidrológico del área, es decir, cuánto llueve, cómo llueve, cuándo y dónde llueve. «Este era el primer paso para saber qué cantidad de agua llegaba al Arga», y logró la información a través de 33 estaciones meteorológicas, de las que 19 estaban dentro de la cuenca de todo el río, y el resto fuera, pero con gran proximidad.
Fue esta primera aproximación a la cuenca del Arga, la que llevó a Bescós a interesarse en este río y, más concretamente, en el tramo entre Puente la Reina y Funes. Un espacio caracterizado «por meandros libres de riqueza extraordinaria desde el punto de vista geomorfológico».
La mayor cuenca de navarra
La cuenca del Arga tiene una superficie de 2.700 kilómetros cuadrados. «Un tercio de Navarra es cuenca de este río», señaló esta técnico de Viveros y Repoblaciones, que recordó cómo desde su nacimiento en Quinto Real, el Arga recoge las aguas de Ultzama, Larraun y Arakil, entre otras.
Amaya Bescós se especializó en ríos gracias a una beca con la que estudió en Francia. Una vez de vuelta en Navarra y trabajando como técnico en el departamento de Medio Ambiente del Gobierno de Navarra, detectó la necesidad de elaborar la red hidrográfica de la comunidad foral, es decir, de representar el agua en un mapa. Su «afición por el estudio» le llevó a tomar la decisión de doctorarse. Lo hizo en la Universidad de Alcalá de Henares, en Madrid, y ahora son los navarros los que se pueden beneficiar de su tesón.