Salt desalination
Sat, 14/07/2012
¿Se acuerdan de cuando el PP tenía un faraónico plan hidrológico para repartir 1.000 hectómetros cúbicos de agua de Norte a Sur? ¿Y de cuando el PSOE se lo cargó y lo cambió por un plan de desaladoras, con debate ecológico incluido? Ocho años después, ¿qué fue de esas desaladoras tan resaladas? Pues prácticamente la mayoría están terminadas, pero apenas han entrado en servicio. Y «no nos han hecho falta», me explica Ángel Cajigas, director general de la Asociación Tecnológica para el Tratamiento del Agua (ATTA).
Es que los regantes se las han arreglado (comprando derechos y con trasvases existentes) y los desarrollos urbanísticos mediterráneos se frenaron en seco, lejos de lo que el gobernante imaginó. Y no ha habido sequía. «Sí, podrían haber sido proyectos menores. Una planta desaladora es escalable. Si ha de crecer, le añades bastidores».
El propagandismo dejó correr la cifra de 51 plantas. En realidad, novedad era una quincena, con el proyecto ya en marcha de Carboneras (Almería) y El Atabal (Málaga), que no desala agua marina, sino de embalse. Lo demás, arreglos y ampliaciones. Queda colgada Denia, que se retrasó. Y, claro, no se hará el Trasvase del Ebro.
Pero, terminadas o casi, las desaladoras apenas producen al 12% o 15% de su capacidad. ¿Y para eso se ha gastado España 2.500 millones (una gota de agua frente al charco de los 12.000 en zanjas y pistas de pádel de los Planes E)? «Las desaladoras son un elemento de garantía», aclara Cajigas. «Un seguro para cuando hay escasez». Solo que su agua sale carísima.
«El coste operativo es de personal y energía. Pero, es cierto, sale cara por metro cúbico, aunque no se le repercuta la inversión del Estado... La tecnología ha mejorado en recuperación de energía: se llega a bajar el consumo de 10 Kw a 3 Kw por metro cúbico con intercambiadores de energía, que reaprovechan la enorme presión que aún lleva el agua después de pasar por las membranas de filtro».
La tecnología está en el mercado. Hay varios fabricantes mundiales de membranas y bombas para inyectar el agua a presión. Al menos, el know how y diseño de las constructoras españolas se cotiza alto.
¿Y eso de que trabajen al 15%? «Porque no se deben dejar paradas. Se estropean. Se usan por turno los bastidores y así se garantiza que estén totalmente operativas cuando sean necesarias. El impacto del precio se diluye al mezclar ese agua con otras más baratas».
Es que los regantes se las han arreglado (comprando derechos y con trasvases existentes) y los desarrollos urbanísticos mediterráneos se frenaron en seco, lejos de lo que el gobernante imaginó. Y no ha habido sequía. «Sí, podrían haber sido proyectos menores. Una planta desaladora es escalable. Si ha de crecer, le añades bastidores».
El propagandismo dejó correr la cifra de 51 plantas. En realidad, novedad era una quincena, con el proyecto ya en marcha de Carboneras (Almería) y El Atabal (Málaga), que no desala agua marina, sino de embalse. Lo demás, arreglos y ampliaciones. Queda colgada Denia, que se retrasó. Y, claro, no se hará el Trasvase del Ebro.
Pero, terminadas o casi, las desaladoras apenas producen al 12% o 15% de su capacidad. ¿Y para eso se ha gastado España 2.500 millones (una gota de agua frente al charco de los 12.000 en zanjas y pistas de pádel de los Planes E)? «Las desaladoras son un elemento de garantía», aclara Cajigas. «Un seguro para cuando hay escasez». Solo que su agua sale carísima.
«El coste operativo es de personal y energía. Pero, es cierto, sale cara por metro cúbico, aunque no se le repercuta la inversión del Estado... La tecnología ha mejorado en recuperación de energía: se llega a bajar el consumo de 10 Kw a 3 Kw por metro cúbico con intercambiadores de energía, que reaprovechan la enorme presión que aún lleva el agua después de pasar por las membranas de filtro».
La tecnología está en el mercado. Hay varios fabricantes mundiales de membranas y bombas para inyectar el agua a presión. Al menos, el know how y diseño de las constructoras españolas se cotiza alto.
¿Y eso de que trabajen al 15%? «Porque no se deben dejar paradas. Se estropean. Se usan por turno los bastidores y así se garantiza que estén totalmente operativas cuando sean necesarias. El impacto del precio se diluye al mezclar ese agua con otras más baratas».