The Riaño reservoir (Leon) celebrates 25 years of "drama and deceit" to those affected
Mon, 09/07/2012
Hace un cuarto de siglo ocho pueblos del valle leonés de Riaño fueron desalojados a la fuerza para ser anegados y acoger sobre sus tierras un embalse desproporcionado, un proyecto urgente que supuso "un drama y un engaño" para sus vecinos y que tiempo después no ha cumplido con su propósito.
Los miles de habitantes forzados a abandonar sus casas con una actuación policial sin precedentes son ahora los protagonistas de la exposición "Memoria de un valle sepultado", de la artista Carmen Sopeña, un repertorio de imágenes que se inaugura hoy en el nuevo Riaño "en recuerdo de lo que ocurrió en aquella época, lo que se ha perdido y las personas que faltan", ha relatado a Efe por teléfono.
El montaje consta de ocho fotografías de un metro cuadrado de tamaño de cada uno de los pueblos desaparecidos bajo el agua, algunas piezas elaboradas con árboles secos de la orilla del pantano y una representación de un mural que se encontraba en una casa del antiguo Riaño, con el propósito de evocar la memoria de valle destruido por un proyecto "que arrasó con todo".
La artista, que perdió la visión del ojo derecho por un pelotazo de goma lanzado por los agentes del orden, ha recordado que el desalojo fue "espeluznante" debido a una actuación "muy agresiva" de la Guardia Civil, que trató a los habitantes del valle "como a delincuentes" para obligar a abandonar en "poco tiempo" y "sin consideración" todo su pasado.
Sopeña afronta ahora, "con mucho ánimo e ilusionada", la nueva exposición que ha promovido con apenas financiación económica y con la esperanza de que el valle no olvide nunca sus raíces.
En 1965 comenzaron las obras, pero se retrasaron hasta 1987 por las dramáticas y multitudinarias protestas contra la ejecución de la presa, aunque finalmente se consiguió cerrar el valle de forma oficial, con "mucha prisa", el 31 de diciembre de ese mismo año, según ha relatado en una conversación telefónica con Efe el escritor y naturalista Ramiro Pinto, exmiembro de la plataforma Los Verdes.
"Si hubiera pasado un día más se habría impedido la construcción del embalse", ha señalado Pinto, ya que en marzo de 1988 se aprobó una ley de evaluación de impacto ambiental con carácter retroactivo al 1 de enero de ese año, que hubiera considerado inviable el proyecto.
Natural de Madrid y afincado en León, este activista participó en las movilizaciones cuando tenía 25 años para evitar que 84.000 hectáreas de la montaña leonesa fueran sepultadas por 651 millones de metros cúbicos de agua, el nivel máximo que acepta la presa.
Esa acumulación de recursos hídricos ha alterado, según el experto, la densidad atmosférica y la regulación de lluvias en la zona, y ha reducido las precipitaciones de agua y nieve en la comarca desde el llenado del embalse.
"Lo que facilita la lluvia es toda la masa forestal que se ha eliminado" para convertir el valle en un pantano, ha apuntado Pinto, quien ha defendido que los embalses "son necesarios" para el regadío y para el almacenaje de agua pero en su justa proporción.
El naturalista ha lamentado que esta obra hidráulica haya supuesto el fin de la economía y de la cultura de la montaña leonesa, un proyecto que "se presentó como un clamor de los agricultores y que después todo ha sido una farsa"
"Un fracaso" -ha proseguido- de "un modelo basado en la corrupción de las subvenciones", que comprometió unas "inversiones enormes cuya eficiencia y rentabilidad es cero" y que provocó la recalificación de tierras de secano para convertirse a regadío como "una carta a los Reyes Magos".
Los miles de habitantes forzados a abandonar sus casas con una actuación policial sin precedentes son ahora los protagonistas de la exposición "Memoria de un valle sepultado", de la artista Carmen Sopeña, un repertorio de imágenes que se inaugura hoy en el nuevo Riaño "en recuerdo de lo que ocurrió en aquella época, lo que se ha perdido y las personas que faltan", ha relatado a Efe por teléfono.
El montaje consta de ocho fotografías de un metro cuadrado de tamaño de cada uno de los pueblos desaparecidos bajo el agua, algunas piezas elaboradas con árboles secos de la orilla del pantano y una representación de un mural que se encontraba en una casa del antiguo Riaño, con el propósito de evocar la memoria de valle destruido por un proyecto "que arrasó con todo".
La artista, que perdió la visión del ojo derecho por un pelotazo de goma lanzado por los agentes del orden, ha recordado que el desalojo fue "espeluznante" debido a una actuación "muy agresiva" de la Guardia Civil, que trató a los habitantes del valle "como a delincuentes" para obligar a abandonar en "poco tiempo" y "sin consideración" todo su pasado.
Sopeña afronta ahora, "con mucho ánimo e ilusionada", la nueva exposición que ha promovido con apenas financiación económica y con la esperanza de que el valle no olvide nunca sus raíces.
En 1965 comenzaron las obras, pero se retrasaron hasta 1987 por las dramáticas y multitudinarias protestas contra la ejecución de la presa, aunque finalmente se consiguió cerrar el valle de forma oficial, con "mucha prisa", el 31 de diciembre de ese mismo año, según ha relatado en una conversación telefónica con Efe el escritor y naturalista Ramiro Pinto, exmiembro de la plataforma Los Verdes.
"Si hubiera pasado un día más se habría impedido la construcción del embalse", ha señalado Pinto, ya que en marzo de 1988 se aprobó una ley de evaluación de impacto ambiental con carácter retroactivo al 1 de enero de ese año, que hubiera considerado inviable el proyecto.
Natural de Madrid y afincado en León, este activista participó en las movilizaciones cuando tenía 25 años para evitar que 84.000 hectáreas de la montaña leonesa fueran sepultadas por 651 millones de metros cúbicos de agua, el nivel máximo que acepta la presa.
Esa acumulación de recursos hídricos ha alterado, según el experto, la densidad atmosférica y la regulación de lluvias en la zona, y ha reducido las precipitaciones de agua y nieve en la comarca desde el llenado del embalse.
"Lo que facilita la lluvia es toda la masa forestal que se ha eliminado" para convertir el valle en un pantano, ha apuntado Pinto, quien ha defendido que los embalses "son necesarios" para el regadío y para el almacenaje de agua pero en su justa proporción.
El naturalista ha lamentado que esta obra hidráulica haya supuesto el fin de la economía y de la cultura de la montaña leonesa, un proyecto que "se presentó como un clamor de los agricultores y que después todo ha sido una farsa"
"Un fracaso" -ha proseguido- de "un modelo basado en la corrupción de las subvenciones", que comprometió unas "inversiones enormes cuya eficiencia y rentabilidad es cero" y que provocó la recalificación de tierras de secano para convertirse a regadío como "una carta a los Reyes Magos".