The river of (bad) odor

Mon, 21/05/2012

ABC

Pasear a la orilla del Guadalmedina, el río que parte Málaga en dos, tiene poco encanto porque sólo se admira un cauce seco y feo, pero cruzarlo es imprescindible para casi todo en la ciudad. A su desembocadura se asoman varios bloques de viviendas y oficinas, hoteles y el Centro de Arte Contemporáneo (CAC), uno de los referentes culturales de la capital y poseedor de una agradable terraza en la que estos días se hace difícil estar. La culpa la tiene el hedor, acrecentado en las últimas semanas, que emana del último medio kilómetro del cauce antes de desaparecer en el mar. Pero no se trata de aguantar el mal olor durante el tiempo que dura un café o se atraviesa uno de los puentes, sino de las molestias que sufren los vecinos, acostumbrados (o resignados) a casi no poder abrir las ventanas cuando llega el calor y a las plagas de mosquitos que surgen por la suciedad y los lodos que se posan en el tramo final del río.

El problema parece estar ahí. La desembocadura del Guadalmedina, con la remodelación que se hizo en la década de los 80 del siglo pasado, quedó como una bolsa de agua estancada a la que no llegan las corrientes marinas. Y en cuanto baja la marea, como ocurre ahora, queda al descubierto toda la materia orgánica acumulada durante años en el lecho por los residuos que arrastran los desembalses de agua de la presa del Limonero, construida al norte de la ciudad para evitar inundaciones. La lámina de agua desaparece y aumenta el mal olor. «Paulatinamente, se ha ido acumulando lodo que es difícil de retirar porque ese fondo es una escollera y es muy complicado meter maquinaria», explica José Luis Rodríguez, gerente de la empresa municipal Emasa.

El Ayuntamiento ha intentado combatir el cieno acumulado en este tramo, aunque con un éxito relativo, más bien poco. Según Rodríguez, cada vez que se ha intentado descargar el lodo ha supuesto un desembolso de 150.000 euros. Se colocó un sistema de bombeo para renovar esa agua, refrescar la zona donde está estancado el líquido y combatir en la medida de lo posible el hedor. El plan surtió efecto, pero (según la versión municipal) las ampliaciones sucesivas de los muelles del puerto han aumentado el fango, que se ha extendido y ha terminado por inutilizar esas bombas de extracción.

Las quejas vecinales han aumentado y el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, ha reclamado a la Junta y a la Autoridad Portuaria un plan de choque «urgente» para dragar la desembocadura del río, operación de limpieza que a su juicio debería ser periódica, e incluso rediseñar el tramo final. La Delegación de Medio Ambiente acaba de recibir una misiva del regidor sobre este asunto y su intención ahora es estudiar la propuesta y comprobar cuál es su competencia. El Pleno municipal también aprobó recientemente una moción en este sentido y amplió su petición de colaboración a la Demarcación de Costas, responsable del dominio marítimoterrestre.

Para el gerente de Emasa, uno de los remedios posible sería rellenar el fondo para eliminar la escollera, obtener una superficie lisa y que la balsa de agua estancada no se adentrara tanto en el cauce como ahora. Mientras tanto, habrá que esperar a que suba la marea.