Drought threatens the olive grove with losses up to 200 million
Fri, 10/02/2012
En el olivar se hablaría de una merma de cosecha para la próxima campaña de entre el 40 y el 50 por ciento, porque, una vez recogida la actual (que prácticamente está finalizando) y en cuanto desaparezca el frío intenso, el árbol, dependiendo de las reservas hídricas que contenga, «echará tallos para la aceituna en proporción y si el olivo nota que falta agua la carga que tenga prevista la va desechando».
Eso significa que una cosecha como la actual, de unas 260.000 toneladas, requiere de unos 500 litros de agua de lluvia sólo en invierno, más algo de agua en primavera. Por el momento, únicamente han caído en la provincia unos 200, así que las pérdidas alcanzarían algo más de 100.000 toneladas, lo que en valor monetario suponen, tirando por lo alto en el precio y yendo a una merma menor, unos 200 millones de euros, pero en el peor de los casos, a esa cantidad habría que añadirle otros 50 millones perdidos.
Para el cereal, la cosa no pinta tan mal, puesto que se trata de un cultivo que agradece la menor cantidad de agua que le caiga encima, «y si lloviera algo, se acabaría recuperando en parte», estimó, por su parte, el secretario general de Asaja-Córdoba, Carlos Molina. No obstante, a fecha de hoy, y habida cuenta de que el cereal cordobés -en su mayoría, trigo- se encuentra sobre todo en zona de secano, éste ya ha sufrido una pérdida de entre el 10 y el 20 por ciento, dependiendo de las comarcas. Lo que en valor monetario supone entre 1,8 y 2 millones de euros.
Cobos recordó, sin embargo, temporadas en las que se produjo una pérdida de la totalidad de la cosecha, entre 1992 y 1995, «y al paso que vamos, podría llegar a repetirse este año», con lo que el valor estimativo del cereal de la provincia, de unos 18 millones de euros, también desaparecería por completo.
En cuanto a los frutales, especialmente los cítricos y los ciruelos, que se concentran en la zona de Palma del Río y Fuente Palmera, al igual que las hortofrutícolas de la Vega, la sequía como tal no les está afectando, puesto que están en zona de regadío. El problema es que, según Molina, los agricultores se han visto en la necesidad de regar ya, cuando lo normal es haber empezado entre mayo y junio o, incluso, ya entrado el verano.
Esta circunstancia conlleva un gasto mayor de electricidad, agua (el precio es de entre nueve y doce céntimos por metro cúbico usado, según zonas) y mano de obra. «Los ajos, por ejemplo, que ya se están regando, necesitan cambiar los aspersores y para eso se necesita emplear a más gente que si se regaran por goteo».
También la dehesa del norte de la provincia acabará notando el estrés hídrico, tanto en el pasto para el ganado ovino y vacuno como en la bellota para el consumo del cerdo ibérico.
Eso significa que una cosecha como la actual, de unas 260.000 toneladas, requiere de unos 500 litros de agua de lluvia sólo en invierno, más algo de agua en primavera. Por el momento, únicamente han caído en la provincia unos 200, así que las pérdidas alcanzarían algo más de 100.000 toneladas, lo que en valor monetario suponen, tirando por lo alto en el precio y yendo a una merma menor, unos 200 millones de euros, pero en el peor de los casos, a esa cantidad habría que añadirle otros 50 millones perdidos.
Para el cereal, la cosa no pinta tan mal, puesto que se trata de un cultivo que agradece la menor cantidad de agua que le caiga encima, «y si lloviera algo, se acabaría recuperando en parte», estimó, por su parte, el secretario general de Asaja-Córdoba, Carlos Molina. No obstante, a fecha de hoy, y habida cuenta de que el cereal cordobés -en su mayoría, trigo- se encuentra sobre todo en zona de secano, éste ya ha sufrido una pérdida de entre el 10 y el 20 por ciento, dependiendo de las comarcas. Lo que en valor monetario supone entre 1,8 y 2 millones de euros.
Cobos recordó, sin embargo, temporadas en las que se produjo una pérdida de la totalidad de la cosecha, entre 1992 y 1995, «y al paso que vamos, podría llegar a repetirse este año», con lo que el valor estimativo del cereal de la provincia, de unos 18 millones de euros, también desaparecería por completo.
En cuanto a los frutales, especialmente los cítricos y los ciruelos, que se concentran en la zona de Palma del Río y Fuente Palmera, al igual que las hortofrutícolas de la Vega, la sequía como tal no les está afectando, puesto que están en zona de regadío. El problema es que, según Molina, los agricultores se han visto en la necesidad de regar ya, cuando lo normal es haber empezado entre mayo y junio o, incluso, ya entrado el verano.
Esta circunstancia conlleva un gasto mayor de electricidad, agua (el precio es de entre nueve y doce céntimos por metro cúbico usado, según zonas) y mano de obra. «Los ajos, por ejemplo, que ya se están regando, necesitan cambiar los aspersores y para eso se necesita emplear a más gente que si se regaran por goteo».
También la dehesa del norte de la provincia acabará notando el estrés hídrico, tanto en el pasto para el ganado ovino y vacuno como en la bellota para el consumo del cerdo ibérico.