La alteración del eventual equilibrio químico establecido entre el agua subterránea y el terreno por el que circula, reflejada en la aparición de sustancias o compuestos extraños a los que configuran la calidad natural, sirve como indicador de la actividad humana.
Cuando esa alteración constituye un impacto negativo en el ecosistema hídrico o afecta al potencial del recurso para su utilización posterior, se puede hablar de contaminación.
La Ley de Aguas establece en su artículo 93 como definición de contaminación, “la acción y el efecto de introducir materias o formas de energía o inducir condiciones en el agua que, de modo directo o indirecto, impliquen una alteración perjudicial de su calidad en relación con los usos posteriores o con su función ecológica”. El concepto de contaminación queda referido, por tanto, al uso posterior del agua o a su función ecológica.
A diferencia de lo que ocurre en las aguas superficiales, la detección de la contaminación y la evaluación de sus efectos presenta mayores dificultades en el caso de las aguas subterráneas. En las aguas subterráneas, la degradación de la calidad se advierte con frecuencia cuando el proceso contaminante ha afectado a amplias zonas del acuífero.
La adopción de medidas correctoras, costosas y no siempre efectivas, se ve complicada por la complejidad de la evolución del contaminante en el terreno y la consiguiente dificultad para establecer un diagnóstico de las relaciones causa-efecto en dicho proceso.
No obstante, en las aguas subterráneas el poder depurador del terreno, en especial en acuíferos detríticos con porosidad intergranular y elevado contenido en minerales de arcilla o materia orgánica en la zona no saturada, puede atenuar o reducir a niveles aceptables el deterioro de la calidad. Este hecho constituye un facto positivo de protección natural no regulada del Dominio Público hidráulico y está íntimamente ligado al concepto de vulnerabilidad.
La vulnerabilidad de un acuífero a la contaminación expresa la sensibilidad de las aguas subterráneas a una alteración de la calidad originada por actividades humanas.
Esta vulnerabilidad es función de una serie de características intrínsecas del acuífero, referidas a la parte del terreno situada sobre la superficie piezométrica. Estas características incluyen aspectos mineralógicos, nivel de consolidación y figuración y grado de desarrollo del suelo vegetal.
Según esta definición, la vulnerabilidad dependerá de (Foster, 1991):
La zona no saturada puede constituir así una poderosa línea de defensa natural contra la contaminación en acuíferos libres.
Además, el grado de afección de las aguas subterráneas como consecuencia de un episodio contaminante está también condicionado por factores externos, unos de origen climatológico-pluviométrico y temperatura, y otros relativos a la carga contaminante (procedimiento y lugar de penetración del contaminante y movilidad y persistencia del contaminante).
La combinación de los factores indicados anteriormente determina el potencial de riesgo a la contaminación de las aguas subterráneas, siempre referido a una zona determinada.
Figura: Esquema de vulnerabilidad y riesgo.
Fuente: Calidad y contaminación de las aguas subterráneas
Los mecanismos de incorporación del contaminante al acuífero son de varios tipos:
Asimismo, los procesos que determinan el alcance y evaluación de la contaminación de las aguas subterráneas pueden resumirse en (Custodio y Llamas, 1976):
La tipología de sustancias contaminantes puede ser muy diversa abarcando desde iones inorgánicos simples a sustancias sintéticas orgánicas de composición compleja.
Podemos distinguir dos tipos de procesos contaminantes de las aguas subterráneas: los puntuales que afectan a zonas muy concretas y los difusos que provocan contaminación dispersa en zonas amplias, en las que no es fácil identificar el foco principal.
Algunas de las actividades que suelen provocar contaminación puntual son los lixiviados de vertederos de residuos urbanos, industriales, pozos sépticos, depósitos de residuos radiactivos o tóxicos mal aislados, etc.
Este tipo de contaminación es más intensa cerca del lugar donde se produce y va disminuyen a medida que nos alejamos de ella. Asimismo, la dirección que sigue el flujo del agua del subsuelo influye de manera importante en determinar en qué lugares los pozos tendrán aguas contaminadas y en cuales no.
La contaminación difusa puede estar causada por el uso excesivo de pesticidas y fertilizantes en la agricultura o la explotación excesiva de los acuíferos que facilita la intrusión marina por desplazamiento de la interfase entre los dos tipos de aguas.
Este tipo de contaminación es especialmente preocupante ya que suele alargarse en el tiempo y afecta a zonas muy extensas.
Las principales actividades humanas, causantes de contaminación de aguas subterráneas, pueden englobarse en los siguientes grupos:
Corregir la contaminación de las aguas subterráneas es prácticamente imposible por lo que es fundamental tomar medidas para evitar que se produzca. Entre las medidas que pueden tomarse están buscar lugares impermeables para los basureros o escombreras, depuración previa de los vertidos, utilización cuidadosa de fertilizantes y pesticidas así como tener especial precaución a la hora de almacenar bajo tierra residuos peligrosos.