8,5 km
Alar del Rey le debe su existencia
al Canal de Castilla. Aquí decidieron los ingenieros conectar
el río Pisuerga con el Canal. El kilómetro Cero
no puede ser más emblemático, pues es un punto donde se
dan cita no sólo el Canal y el río, sino también
la vía del ferrocarril y una carretera. Da para meditar: ¿quién
pudo más? ¿el Canal o el tren? ¿la vía o
la caretera?
El lugar es delicioso. A este lado
del río, algunos molinos en ruinas. Al otro lado, una alameda
con su merendero, y una caída de agua que nos trae un agradable
murmullo.
Después podemos pasear por
Alar, localidad del Rey y de nueva planta. Le falta el encanto de la
tradición, que es suplido por la dársena del Canal y su
esclusa de retención. Y sus antiguas mazmorras. Y sus grandes
almacenes. Y las argollas donde atracaban las barcazas.
Nos ponemos en marcha por el camino
de la margen derecha y, conforme salimos de Alar, el aire se llena de
luz. Llegamos a Barrio de San Vicente, donde verenos la primera
esclusa del Canal.
Al llegar a San Quirce veremos
la segunda. Podemos pasear por este pequeño pueblo, con casas
de barro y piedra, y con una simpática iglesia dedicada a San
Miguel. En lo alto, la ermita del Cristo. Merece la pena
subir para contemplar un inmenso panorama: la histórica Peña
Amaya, la montaña palentina, la huerta de Herrera,
y el Canal que asemeja una larga cinta plateada y húmeda, que
fertiliza la vega.
Todavía dos esclusas más
y, en la cuarta -donde existe una central eléctrica restaurada
que podemos visitar-, nos desviamos del Canal hacia Herrera de Pisuerga,
pues si seguimos nos encontraremos el paso cortado al llegar cruce del
Canal con el Pisuerga, y tendríamos que volver hacia Herrera.
Además, merece la pena pasear
por Herrera, que goza de otro buen balcón para contemplar las
riberas del Canal y del río, además
de poseer un precioso arco -reliquia de la muralla- y una agradable
plaza porticada. En la parte alta, donde ahora se levanta la plaza de
Toros, se levantó el Castillo.
En la parte baja del pueblo visitaremos
la ermita de la Piedad, que suele estar abierta. La iglesia parroquial,
del siglo XVI, contiene
bellos retablos. Al salir diremos adiós al monumento al cangrejo
autóctono, ¿quién sabe si lo volveremos a ver?
De momento, en los bares han aprendido a servir el otro cangrejo. No
está mal, pero no es lo mismo.