El caudal ecológico del eje del Ebro marcará el futuro del Delta
Mié, 02/11/2011
Kilómetros de canales, acequias, lagunas, bahías y salinas surcan el Delta del Ebro. Una gran llanura aluvial de más de 320 kilómetros cuadrados formada por capas de hasta cien metros de profundidad de sedimentos arrastrados por el río desde hace siglos. Más de una cuarta parte es parque natural de importancia internacional, valorado también con la carta europea de turismo sostenible, y en la actualidad pendiente de la Unesco para convertirse en Reserva de la Biosfera. Pero su riqueza pende del Plan Hidrológico del Ebro que aún tiene que salir a información pública y del caudal ecológico que se reserve una vez se fije previamente el del eje del Ebro. Y ello, sin mencionar la amenaza del trasvase.
La propia dinámica del río --regulado por una cadena de embalses-- ha modificado, e incluso reducido, la extensión de esta desembocadura. Los expertos aseguran que el mar se lleva los sedimentos que no se reponen. Además, el propio peso fruto de la compactación natural de los sedimentos hace que se esté hundiendo. Y la cuña de agua salada está penetrando cada vez al disminuir los caudales dulces.
Esto hace que su futuro pase por el volumen mínimo de agua del Ebro que se vaya a reservar. Porque el caudal será fundamental para conservar esta joya natural, que combina interminables campos de arroz con miradores en los que observar alguna de las 381 especies de aves catalogadas, una masa vegetal inconfundible y peces y mariscos de todo tipo. Y es que, tras el arrozal, plantado en unas 22.000 hectáreas, el turismo sostenible se ha convertido en el mayor motor del lugar.
Una visita al lugar evidencia hasta qué punto es importante esa mezcla de agua dulce y salada, origen de una peculiar biodiversidad característica de las zonas húmedas. Basta, por ejemplo, con realizar uno de los trayectos en barca que las diferentes empresas turísticas asentadas en las bahías proponen para acercar al visitante a las bateas de mejillones, ostras y almejas. Lugares con encanto donde la información termina con una degustación de los productos denominación de origen que confirman las peculiaridades gastronómicas resultado de la combinación de las dos masas de agua.
O un paseo o una ruta en bicicleta por las playas y calas dibujadas entre los distintos pueblos localizados en el Delta y los innumerables campos de arroz. Porque es precisamente el arrozal el que modela el paisaje del Delta, el que lo convierte en una zona húmeda de importancia internacional y el que mantiene la riqueza de especies (angulas, salmonetes, corvinas, langostinos, flamencos o gaviotas).
Y entrar en el mundo del arroz y el sistema hidrológico que permite inundar la tierra es también una manera de acercarse al enclave. Precisamente son los centros de interpretación y ecomuseos, además de las excursiones propuestas, la mejor guía para el visitante, quien, al final del recorrido, hasta distinguirá el arroz bomba del bahía.
La propia dinámica del río --regulado por una cadena de embalses-- ha modificado, e incluso reducido, la extensión de esta desembocadura. Los expertos aseguran que el mar se lleva los sedimentos que no se reponen. Además, el propio peso fruto de la compactación natural de los sedimentos hace que se esté hundiendo. Y la cuña de agua salada está penetrando cada vez al disminuir los caudales dulces.
Esto hace que su futuro pase por el volumen mínimo de agua del Ebro que se vaya a reservar. Porque el caudal será fundamental para conservar esta joya natural, que combina interminables campos de arroz con miradores en los que observar alguna de las 381 especies de aves catalogadas, una masa vegetal inconfundible y peces y mariscos de todo tipo. Y es que, tras el arrozal, plantado en unas 22.000 hectáreas, el turismo sostenible se ha convertido en el mayor motor del lugar.
Una visita al lugar evidencia hasta qué punto es importante esa mezcla de agua dulce y salada, origen de una peculiar biodiversidad característica de las zonas húmedas. Basta, por ejemplo, con realizar uno de los trayectos en barca que las diferentes empresas turísticas asentadas en las bahías proponen para acercar al visitante a las bateas de mejillones, ostras y almejas. Lugares con encanto donde la información termina con una degustación de los productos denominación de origen que confirman las peculiaridades gastronómicas resultado de la combinación de las dos masas de agua.
O un paseo o una ruta en bicicleta por las playas y calas dibujadas entre los distintos pueblos localizados en el Delta y los innumerables campos de arroz. Porque es precisamente el arrozal el que modela el paisaje del Delta, el que lo convierte en una zona húmeda de importancia internacional y el que mantiene la riqueza de especies (angulas, salmonetes, corvinas, langostinos, flamencos o gaviotas).
Y entrar en el mundo del arroz y el sistema hidrológico que permite inundar la tierra es también una manera de acercarse al enclave. Precisamente son los centros de interpretación y ecomuseos, además de las excursiones propuestas, la mejor guía para el visitante, quien, al final del recorrido, hasta distinguirá el arroz bomba del bahía.