Los expertos alertan de los "riesgos ocultos" de los ríos y los embalses
Mié, 24/08/2011
Los fondos irregulares, de profundidades variables y siempre invisibles para los ojos de los bañistas constituyen principal peligro al refrescarse en espacios naturales como ríos, embalses o presas. Así lo considera Alberto Garde Sesma, responsable del Grupo de Rescate Acuático de Bomberos de Navarra. Además, y ante el hecho de que los dos últimos ahogados no supieran nadar, apela a la responsabilidad individual y a la prevención como piezas claves para evitar ahogamientos, como los ocurridos en Eugi y Peralta, donde murieron dos jóvenes de 17 y 28 años respectivamente. En este último caso, el fallecido, padre de dos niñas y afincado en Peralta desde hacía 6 años, se hundió en una poza mientras se bañaba con tres amigos más y no pudo salir. "También es necesario bañarse en buenas condiciones. Esto significa respetar los tiempos de digestión, y por supuesto, sin haber consumido ningún tipo de sustancia", advierte Garde.
Pero incluso para los expertos nadadores bañarse en un río conlleva un sinfín de riesgos por las constantes variaciones en la orografía del terreno. Los diferentes cambios de caudal que experimentan los ríos, bien de forma natural por las lluvias o bien de forma artificial por la apertura de puertas de un embalse, hacen que el fondo de los ríos se encuentren siempre en movimiento. Por eso, otras prácticas que algunos jóvenes suelen hacer durante el verano, como saltar desde un puente o un lugar elevado, a una poza sin saber antes cuál es la profundidad exacta se convierte en una temeridad: "Es como jugar a la ruleta rusa. Donde el año pasado no había una roca, éste puede haberlo. Lo mejor es siempre comprobarlo", explica Alberto Garde. Además, en el fondo de algunos ríos o embalses, como sucede en el caso de Yesa, hay una gran acumulación de lodo y fango donde los bañistas inexpertos corren el riesgo de quedarse "clavados". Asimismo, en estos lugares es muy sencillo encontrarse con árboles sumergidos, que para el bañista son invisibles, pero en los que resulta muy sencillo quedar enganchado. Antonio Aretxabala Díez, profesor de Geotécnica de la Universidad de Navarra, también apela a la responsabilidad de cada uno: "El 90% de los ahogamientos en zonas naturales se debe al desconocimiento del medio más que la geología".
Pero incluso para los expertos nadadores bañarse en un río conlleva un sinfín de riesgos por las constantes variaciones en la orografía del terreno. Los diferentes cambios de caudal que experimentan los ríos, bien de forma natural por las lluvias o bien de forma artificial por la apertura de puertas de un embalse, hacen que el fondo de los ríos se encuentren siempre en movimiento. Por eso, otras prácticas que algunos jóvenes suelen hacer durante el verano, como saltar desde un puente o un lugar elevado, a una poza sin saber antes cuál es la profundidad exacta se convierte en una temeridad: "Es como jugar a la ruleta rusa. Donde el año pasado no había una roca, éste puede haberlo. Lo mejor es siempre comprobarlo", explica Alberto Garde. Además, en el fondo de algunos ríos o embalses, como sucede en el caso de Yesa, hay una gran acumulación de lodo y fango donde los bañistas inexpertos corren el riesgo de quedarse "clavados". Asimismo, en estos lugares es muy sencillo encontrarse con árboles sumergidos, que para el bañista son invisibles, pero en los que resulta muy sencillo quedar enganchado. Antonio Aretxabala Díez, profesor de Geotécnica de la Universidad de Navarra, también apela a la responsabilidad de cada uno: "El 90% de los ahogamientos en zonas naturales se debe al desconocimiento del medio más que la geología".