El 80% de los datos climáticos existentes no están disponibles en formato digital para consultas científicas
Mié, 27/07/2011
¿Puede el pasado ayudarnos a comprender el presente? Cuando se trata de indagar en los cambios climáticos que experimenta el planeta para comprenderlos mejor, sin duda.
Un estudio europeo reciente demuestra que la comprensión de los acontecimientos del pasado reciente nos permitiría ampliar nuestros conocimientos y reaccionar mejor ante las variaciones climáticas.
Este estudio se financió parcialmente a través del proyecto EURO4M («Iniciativa europea de evaluación a través del reanálisis y la observación»), que recibió cerca de 4 millones de euros del Tema «Espacio» del Séptimo Programa Marco de la UE (7PM). Estos hallazgos, publicados en la revista Climate Research, destacan la necesidad inminente de recuperar todos los datos registrados en soportes perecederos.
Dos investigadores procedentes del Centro en Cambio Climático (C3) de la Universidad Rovira i Virgili (URV, España) y la Unidad de Investigación Climática de la Universidad de East Anglia (UEA, Reino Unido) han descubierto que el 80% de los datos climáticos existentes no están disponibles en formato digital para consultas científicas, de manera que tan sólo el 20% de esta información puede utilizarse para realizar evaluaciones.
El Servicio de Información y Noticias Científicas (SINC) recoge las declaraciones de Manola Brunet, autora principal del estudio y directora del Centro para el Cambio Climático de la URV, que afirma que a pesar de que en Europa existen datos climáticos que se remontan al siglo XVII, «la comunidad científica tiene acceso a menos del 20% de la información registrada en el pasado».
No obstante, los investigadores apostillan que la situación de esta información en otros continentes es mucho más acuciante que en Europa. No se dispone de datos de África y Sudamérica debido a que las primeras observaciones meteorológicas comenzaron a mediados del siglo XIX.
«La imposibilidad de descifrar la información de los registros climáticos históricos plantea un problema socioeconómico, ya que nos impide gestionar los efectos presentes y futuros del cambio climático y del calentamiento del planeta», comentó la Dra. Brunet, corresponsable del estudio junto con Phil Jones, de la UEA.
Además de España, sólo Canadá, Países Bajos, Noruega y Estados Unidos permiten a los científicos acceder a parte de sus registros climáticos históricos. El resto de los países del mundo se niegan a poner estos datos a disposición de la comunidad científica o la población en general, a pesar de las peticiones de la Organización Mundial de Meteorología (OMM) de que modifiquen su postura.
Según la Dra. Brunet, para afrontar los retos políticos y jurídicos que plantea este problema, «los gobiernos deberían aprobar una resolución en el marco de las Naciones Unidas a fin de permitir el acceso a los datos climáticos históricos».
Ambos científicos sostienen que los servicios meteorológicos de los distintos países deberían digitalizar todos sus registros climáticos en formato papel. Estos datos se encuentran en archivos, bibliotecas y centros de investigación. El sistema de almacenamiento de la información dificulta tremendamente el acceso a la misma. Irónicamente, la finalidad del los servicios meteorológicos es ofrecer información de interés público a la población, no ocultarla.
Como señala la Dra. Brunet, «el objetivo fundamental es proporcionar un servicio meteorológico a la población, interesada en saber el tiempo que hará al día siguiente». Uno de los principales problemas es que la climatología, cuya misión es estudiar los distintos fenómenos atmosféricos característicos de una región, no realizar meras predicciones meteorológicas, se ha convertido en la gran «víctima», ya que los investigadores difícilmente pueden procurarse los fondos necesarios para digitalizar, desarrollar y normalizar los datos.
No obstante, cabe destacar la actitud colaborativa de los servicios climáticos de varios países europeos, así como de Canadá y Estados Unidos. Gracias a estos servicios, los investigadores pudieron explicar y contextualizar la ola de calor que azotó a la región oriental de Europa en 2010.
«Si dispusiésemos de todos los registros históricos, podríamos calcular con más precisión la periodicidad de estos fenómenos», afirmó la Dra. Brunet.
La comunidad investigadora es consciente de lo valiosa que resulta esta información para la ciencia, la sociedad y la economía.
Un estudio europeo reciente demuestra que la comprensión de los acontecimientos del pasado reciente nos permitiría ampliar nuestros conocimientos y reaccionar mejor ante las variaciones climáticas.
Este estudio se financió parcialmente a través del proyecto EURO4M («Iniciativa europea de evaluación a través del reanálisis y la observación»), que recibió cerca de 4 millones de euros del Tema «Espacio» del Séptimo Programa Marco de la UE (7PM). Estos hallazgos, publicados en la revista Climate Research, destacan la necesidad inminente de recuperar todos los datos registrados en soportes perecederos.
Dos investigadores procedentes del Centro en Cambio Climático (C3) de la Universidad Rovira i Virgili (URV, España) y la Unidad de Investigación Climática de la Universidad de East Anglia (UEA, Reino Unido) han descubierto que el 80% de los datos climáticos existentes no están disponibles en formato digital para consultas científicas, de manera que tan sólo el 20% de esta información puede utilizarse para realizar evaluaciones.
El Servicio de Información y Noticias Científicas (SINC) recoge las declaraciones de Manola Brunet, autora principal del estudio y directora del Centro para el Cambio Climático de la URV, que afirma que a pesar de que en Europa existen datos climáticos que se remontan al siglo XVII, «la comunidad científica tiene acceso a menos del 20% de la información registrada en el pasado».
No obstante, los investigadores apostillan que la situación de esta información en otros continentes es mucho más acuciante que en Europa. No se dispone de datos de África y Sudamérica debido a que las primeras observaciones meteorológicas comenzaron a mediados del siglo XIX.
«La imposibilidad de descifrar la información de los registros climáticos históricos plantea un problema socioeconómico, ya que nos impide gestionar los efectos presentes y futuros del cambio climático y del calentamiento del planeta», comentó la Dra. Brunet, corresponsable del estudio junto con Phil Jones, de la UEA.
Además de España, sólo Canadá, Países Bajos, Noruega y Estados Unidos permiten a los científicos acceder a parte de sus registros climáticos históricos. El resto de los países del mundo se niegan a poner estos datos a disposición de la comunidad científica o la población en general, a pesar de las peticiones de la Organización Mundial de Meteorología (OMM) de que modifiquen su postura.
Según la Dra. Brunet, para afrontar los retos políticos y jurídicos que plantea este problema, «los gobiernos deberían aprobar una resolución en el marco de las Naciones Unidas a fin de permitir el acceso a los datos climáticos históricos».
Ambos científicos sostienen que los servicios meteorológicos de los distintos países deberían digitalizar todos sus registros climáticos en formato papel. Estos datos se encuentran en archivos, bibliotecas y centros de investigación. El sistema de almacenamiento de la información dificulta tremendamente el acceso a la misma. Irónicamente, la finalidad del los servicios meteorológicos es ofrecer información de interés público a la población, no ocultarla.
Como señala la Dra. Brunet, «el objetivo fundamental es proporcionar un servicio meteorológico a la población, interesada en saber el tiempo que hará al día siguiente». Uno de los principales problemas es que la climatología, cuya misión es estudiar los distintos fenómenos atmosféricos característicos de una región, no realizar meras predicciones meteorológicas, se ha convertido en la gran «víctima», ya que los investigadores difícilmente pueden procurarse los fondos necesarios para digitalizar, desarrollar y normalizar los datos.
No obstante, cabe destacar la actitud colaborativa de los servicios climáticos de varios países europeos, así como de Canadá y Estados Unidos. Gracias a estos servicios, los investigadores pudieron explicar y contextualizar la ola de calor que azotó a la región oriental de Europa en 2010.
«Si dispusiésemos de todos los registros históricos, podríamos calcular con más precisión la periodicidad de estos fenómenos», afirmó la Dra. Brunet.
La comunidad investigadora es consciente de lo valiosa que resulta esta información para la ciencia, la sociedad y la economía.