Somalia vuelva a morir de hambre
Jue, 21/07/2011
Enviada especial Naciones Unidas puso ayer nombre y apellido a una de las peores crisis alimentarias que se recuerdan en África. En un anuncio que hizo saltar todas las alarmas de la ayuda internacional, la ONU declaró situación de «hambruna» en dos regiones del sur de Somalia, el epicentro de la crisis humanitaria que se ha gestado gracias al prolongado conflicto en el país y a una sequía que dura ya tres años.
El cóctel explosivo de la guerra civil, la ausencia de lluvias y la espiral del precio de los alimentos básicos ha empujado en los últimos meses a 12 millones de personas en Kenia, Somalia y Etiopía a una crisis humanitaria que está poniendo en jaque la supervivencia de una generación entera, con la vida de dos millones de niños en peligro. Se trata, para Oxfam, de la peor sequía y crisis alimentaria del siglo XXI.
Según los datos de Naciones Unidas, cerca de la mitad de la población en Somalia (3,7 millones de habitantes) está padeciendo los efectos de la hambruna. Una tragedia que en el campo de refugiados de Dadaab se traduce en una avalancha de refugiados que huyen de la catástrofe y llegan a un supuesto lugar de cobijo donde los escasos recursos no garantizan sus necesidades básicas.
Los somalíes que escapan principalmente del sur del país tardan una media de 30 días andando por el desierto, expuestos a la sequía y a la violencia de las milicias de Al Shabab, que controlan la parte meridional del país y que hace dos años expulsaron a las agencias humanitarias bajo la excusa de estar al servicio de Occidente.
La ausencia de una red humanitaria ha contribuido sin duda a cocinar una tragedia que está dejando estampas desoladoras en el Cuerno de África como no se veían desde principios de los 90.
La situación de «hambruna» se declara cuando los niveles de malnutrición entre niños superan el 30%, más de dos personas mueren al día por cada 10.000 y la comunidad afectada no tiene acceso a alimentos básicos. Los tres factores se cumplen con creces en Somalia, donde en algunas zonas del sur la malnutrición alcanza el 50% y fallecen seis menores de cinco años por cada 10.000 personas. Además, el precio de los alimentos está alcanzando picos históricos. El coste de la cesta básica ha aumentado un 50% en el sur de Somalia, mientras que algunos alimentos básicos como los cereales cuestan un 270% más que el año pasado.
Dadas tales condiciones, la ONU cifra la muerte de somalíes en varias «decenas de miles». La última sequía creado en 1991, cuando se derrumbó el Gobierno de Somalia.
En el año 2008, el recinto se declaró oficialmente lleno, si bien hoy Dadaab se ha convertido en el campo más congestionado y más grande del mundo.
Pese a la llegada de la ayuda humanitaria y la presencia de ONG, la situación no tiene visos de mejorar. La previsión de lluvias anuncia que la tierra seguirá seca hasta principios de 2012, una situación que podría catapultar la población del campo al medio millón de refugiados, empeorando aún más una situación nutricional alarmante, según Unicef.
La solución, según Benoit Collin, experto de la UE en gestión de sequía y reducción de desastres, es poner en marcha proyectos a pequeña escala «para construir resistencia a la sequía». En declaraciones a EL MUNDO, Collin asegura que no se puede echar la culpa del desastre al cambio climático, «sino a la falta de desarrollo y planificación».
El experto europeo sugiere poner en marcha un plan de contingencia «a meses vista de la sequía». «Se debe planear cómo mover el ganado, dónde almacenar el grano, la construcción de reservas de agua y la venta de parte del ganado para generar ingresos que permitan sobrevivir durante el período difícil de bajos ingresos», explica Collin.
El cóctel explosivo de la guerra civil, la ausencia de lluvias y la espiral del precio de los alimentos básicos ha empujado en los últimos meses a 12 millones de personas en Kenia, Somalia y Etiopía a una crisis humanitaria que está poniendo en jaque la supervivencia de una generación entera, con la vida de dos millones de niños en peligro. Se trata, para Oxfam, de la peor sequía y crisis alimentaria del siglo XXI.
Según los datos de Naciones Unidas, cerca de la mitad de la población en Somalia (3,7 millones de habitantes) está padeciendo los efectos de la hambruna. Una tragedia que en el campo de refugiados de Dadaab se traduce en una avalancha de refugiados que huyen de la catástrofe y llegan a un supuesto lugar de cobijo donde los escasos recursos no garantizan sus necesidades básicas.
Los somalíes que escapan principalmente del sur del país tardan una media de 30 días andando por el desierto, expuestos a la sequía y a la violencia de las milicias de Al Shabab, que controlan la parte meridional del país y que hace dos años expulsaron a las agencias humanitarias bajo la excusa de estar al servicio de Occidente.
La ausencia de una red humanitaria ha contribuido sin duda a cocinar una tragedia que está dejando estampas desoladoras en el Cuerno de África como no se veían desde principios de los 90.
La situación de «hambruna» se declara cuando los niveles de malnutrición entre niños superan el 30%, más de dos personas mueren al día por cada 10.000 y la comunidad afectada no tiene acceso a alimentos básicos. Los tres factores se cumplen con creces en Somalia, donde en algunas zonas del sur la malnutrición alcanza el 50% y fallecen seis menores de cinco años por cada 10.000 personas. Además, el precio de los alimentos está alcanzando picos históricos. El coste de la cesta básica ha aumentado un 50% en el sur de Somalia, mientras que algunos alimentos básicos como los cereales cuestan un 270% más que el año pasado.
Dadas tales condiciones, la ONU cifra la muerte de somalíes en varias «decenas de miles». La última sequía creado en 1991, cuando se derrumbó el Gobierno de Somalia.
En el año 2008, el recinto se declaró oficialmente lleno, si bien hoy Dadaab se ha convertido en el campo más congestionado y más grande del mundo.
Pese a la llegada de la ayuda humanitaria y la presencia de ONG, la situación no tiene visos de mejorar. La previsión de lluvias anuncia que la tierra seguirá seca hasta principios de 2012, una situación que podría catapultar la población del campo al medio millón de refugiados, empeorando aún más una situación nutricional alarmante, según Unicef.
La solución, según Benoit Collin, experto de la UE en gestión de sequía y reducción de desastres, es poner en marcha proyectos a pequeña escala «para construir resistencia a la sequía». En declaraciones a EL MUNDO, Collin asegura que no se puede echar la culpa del desastre al cambio climático, «sino a la falta de desarrollo y planificación».
El experto europeo sugiere poner en marcha un plan de contingencia «a meses vista de la sequía». «Se debe planear cómo mover el ganado, dónde almacenar el grano, la construcción de reservas de agua y la venta de parte del ganado para generar ingresos que permitan sobrevivir durante el período difícil de bajos ingresos», explica Collin.