El renacer de las lagunas. Las continuas precipitaciones de los últimos meses han provocado que humedales resecos como San Bartolomé o Juncosa hayan resurgido
Dom, 14/02/2010
La progresiva colmatación que viene sufriendo desde hace años la laguna Juncosa no ha impedido que, gracias a las intensas lluvias de los últimos meses, haya vuelto a renacer un invierno más. Tras años sin apenas agua, el humedal podrá afrontar los próximos meses con más fortaleza gracias a las precipitaciones que ha podido acumular desde finales del pasado mes de septiembre. De este modo, vuelve a recordar que existe y que tiene mucha vida, como lo corrobora las aves que ya han vuelto a sus aguas.
La Juncosa es la más pequeña de las tres que conforman el complejo endorreico de las lagunas y es, a su vez, la que más sufre los periodos de ausencia de lluvia. No en vano, estuvo completamente seca, según datos de la Consejería de Medio Ambiente, en 1997 y 2002. A unos metros de la Juncosa, y siguiendo por la cañada de Villarana, que en este tramo está prácticamente intransitable por las fuertes lluvias de los últimos meses (de hecho ha resurgido un pequeño arroyo que parte de la Juncosa), se encuentra el más grande de los tres humedales, la laguna Salada, que muestra todo su esplendor con una extensión que muy pocos recuerdan en los últimos años. Es la más importante del trío. No en vano fue incluida dentro del catálogo Ramsar, la máxima consideración para los humedales en el mundo (junto a la de Medina son las dos únicas lagunas inscritas de la provincia). Mientras, a unos 200 metros en dirección al norte, por la vereda de Palmones, se encuentra la tercera en discordia, la Chica, con una vegetación mucho menor pero también con una importante avifauna. El estado hídrico actual de ambas contrasta con el que tenían en 2002, que se secaron completamente tal y como apuntan las estadísticas de la Consejería de Medio Ambiente (estos humedales se surten únicamente de las precipitaciones y de las escorrentías de la zona). Tanto la Salada como la Chica soportan mejor los periodos sin precipitaciones que la Juncosa.
Las tres conforman el complejo endorreico de las lagunas, catalogado como reserva natural desde 1987. Sus grandes peligros siguen siendo la explotación agrícola de sus alrededores y las urbanizaciones ilegales. Ya en 1991 el vigente Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), en consonancia con la protección que se le iba asignando a la zona, establecía la necesidad de crear un plan especial de regeneración del medio cuyos objetivos eran la recuperación de la zona y el control de la parcelación urbanística. Sin embargo, se ha producido todo lo contrario, con una proliferación de las edificaciones ilegales en su entorno protegido (concretamente en el diseminado de El Barranco). A pesar de esto, el complejo sigue acumulando figuras de protección tales como Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), Lugar de Interés Comunitario (LIC), Zona de Especial Conservación (ZEC), Zona de Interés Comunitario (ZIC) y Espacio Natural Protegido de Andalucía (ENPA).
Otra laguna que ha renacido con las fuertes lluvias ha sido la de San Bartolomé, situada muy próxima al campo de golf de la Carretera de Sanlúcar siguiendo el Camino de las Huertas y el Tejar (un vial convertido prácticamente en urbano dado que está asfaltado y es utilizado mayormente para acceder a los diseminados ilegales de la zona). Este humedal soporta una fuerte presión urbanística por la proliferación de viviendas ilegales a sus alrededores desde hace años (como son los núcleos de Montes de Oca, la Estacadilla, Pago Serrano y Dos Palmeras). Sin embargo, estas lluvias han venido a recordar que allí hay una laguna. El nuevo PGOU contempla que toda la parcela en la que se encuentra el humedal quedará como suelo no urbanizable (se proyecta que estos suelos se destinen para parque público).
Rumbo al oeste, continuando por el Camino del Tejar, se llega hasta la laguna de las Siete Pilas. Rodeada también de parcelaciones ilegales ha vuelto a florecer gracias a las constantes lluvias desde finales del pasado otoño. Al igual que con la de San Bartolomé, todo el perímetro que aún no está edificado se destinará para parque público tratando así de preservarla. Mientras, muy próxima al límite con Jerez, en el extremo norte del término municipal, se presenta esplendorosa la laguna marisma del Pozo Lozano. Sobre ella vierten los arroyos del Toro, de Vicuña y del Hato de la Carne lo que ha provocado que haya aumentado su tamaño hasta inundar parte de los caminos que la rodean. Tampoco cuenta con una figura de protección específica por lo que el riesgo de contaminación de sus suelos es continuamente alto debido a la explotación agrícola, tal y como se advierte en el estudio de impacto ambiental del nuevo PGOU. Por el momento, no se contemplan desarrollos urbanísticos en sus proximidades tras anularse el previsto a espaldas de la hacienda Las Beatillas (que incluía, incluso, un campo de golf). Sin protección también se encuentran otras lagunas del término municipal tales como la del Gallo (situada al norte del término municipal) y la del Manchón del Hierro (ubicada en las faldas de la Sierra de San Cristóbal).
Y a todas ellas hay que sumarle la salina Santa María, un humedal artificial de casi 900 hectáreas de extensión que, con el paso de los años, se ha convertido en otro punto de especial interés ambiental por la avifauna que acoge. El conjunto de humedales del término municipal ocupa una superficie de 1.240 hectáreas, un verdadero patrimonio ambiental al que, por regla general, no se le presta toda la atención, y toda la protección, que este tesoro merece.
La Juncosa es la más pequeña de las tres que conforman el complejo endorreico de las lagunas y es, a su vez, la que más sufre los periodos de ausencia de lluvia. No en vano, estuvo completamente seca, según datos de la Consejería de Medio Ambiente, en 1997 y 2002. A unos metros de la Juncosa, y siguiendo por la cañada de Villarana, que en este tramo está prácticamente intransitable por las fuertes lluvias de los últimos meses (de hecho ha resurgido un pequeño arroyo que parte de la Juncosa), se encuentra el más grande de los tres humedales, la laguna Salada, que muestra todo su esplendor con una extensión que muy pocos recuerdan en los últimos años. Es la más importante del trío. No en vano fue incluida dentro del catálogo Ramsar, la máxima consideración para los humedales en el mundo (junto a la de Medina son las dos únicas lagunas inscritas de la provincia). Mientras, a unos 200 metros en dirección al norte, por la vereda de Palmones, se encuentra la tercera en discordia, la Chica, con una vegetación mucho menor pero también con una importante avifauna. El estado hídrico actual de ambas contrasta con el que tenían en 2002, que se secaron completamente tal y como apuntan las estadísticas de la Consejería de Medio Ambiente (estos humedales se surten únicamente de las precipitaciones y de las escorrentías de la zona). Tanto la Salada como la Chica soportan mejor los periodos sin precipitaciones que la Juncosa.
Las tres conforman el complejo endorreico de las lagunas, catalogado como reserva natural desde 1987. Sus grandes peligros siguen siendo la explotación agrícola de sus alrededores y las urbanizaciones ilegales. Ya en 1991 el vigente Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), en consonancia con la protección que se le iba asignando a la zona, establecía la necesidad de crear un plan especial de regeneración del medio cuyos objetivos eran la recuperación de la zona y el control de la parcelación urbanística. Sin embargo, se ha producido todo lo contrario, con una proliferación de las edificaciones ilegales en su entorno protegido (concretamente en el diseminado de El Barranco). A pesar de esto, el complejo sigue acumulando figuras de protección tales como Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), Lugar de Interés Comunitario (LIC), Zona de Especial Conservación (ZEC), Zona de Interés Comunitario (ZIC) y Espacio Natural Protegido de Andalucía (ENPA).
Otra laguna que ha renacido con las fuertes lluvias ha sido la de San Bartolomé, situada muy próxima al campo de golf de la Carretera de Sanlúcar siguiendo el Camino de las Huertas y el Tejar (un vial convertido prácticamente en urbano dado que está asfaltado y es utilizado mayormente para acceder a los diseminados ilegales de la zona). Este humedal soporta una fuerte presión urbanística por la proliferación de viviendas ilegales a sus alrededores desde hace años (como son los núcleos de Montes de Oca, la Estacadilla, Pago Serrano y Dos Palmeras). Sin embargo, estas lluvias han venido a recordar que allí hay una laguna. El nuevo PGOU contempla que toda la parcela en la que se encuentra el humedal quedará como suelo no urbanizable (se proyecta que estos suelos se destinen para parque público).
Rumbo al oeste, continuando por el Camino del Tejar, se llega hasta la laguna de las Siete Pilas. Rodeada también de parcelaciones ilegales ha vuelto a florecer gracias a las constantes lluvias desde finales del pasado otoño. Al igual que con la de San Bartolomé, todo el perímetro que aún no está edificado se destinará para parque público tratando así de preservarla. Mientras, muy próxima al límite con Jerez, en el extremo norte del término municipal, se presenta esplendorosa la laguna marisma del Pozo Lozano. Sobre ella vierten los arroyos del Toro, de Vicuña y del Hato de la Carne lo que ha provocado que haya aumentado su tamaño hasta inundar parte de los caminos que la rodean. Tampoco cuenta con una figura de protección específica por lo que el riesgo de contaminación de sus suelos es continuamente alto debido a la explotación agrícola, tal y como se advierte en el estudio de impacto ambiental del nuevo PGOU. Por el momento, no se contemplan desarrollos urbanísticos en sus proximidades tras anularse el previsto a espaldas de la hacienda Las Beatillas (que incluía, incluso, un campo de golf). Sin protección también se encuentran otras lagunas del término municipal tales como la del Gallo (situada al norte del término municipal) y la del Manchón del Hierro (ubicada en las faldas de la Sierra de San Cristóbal).
Y a todas ellas hay que sumarle la salina Santa María, un humedal artificial de casi 900 hectáreas de extensión que, con el paso de los años, se ha convertido en otro punto de especial interés ambiental por la avifauna que acoge. El conjunto de humedales del término municipal ocupa una superficie de 1.240 hectáreas, un verdadero patrimonio ambiental al que, por regla general, no se le presta toda la atención, y toda la protección, que este tesoro merece.