El Agua también mata
Vie, 18/09/2009
A principios de los años setenta, la mayor parte de la población rural de Bangladesh obtenía su agua potable de estanques poco profundos y, cada año, cerca de un cuarto de millón de niños moría de enfermedades transmitidas por el agua. Ante este problema, varias organizaciones internacionales, encabezadas por Unicef, destinaron millones de dólares a la perforación de pozos tubulares en Bangladesh, a fin de procurar agua limpia a la población. De esta forma, se redujo la alta incidencia de enfermedades diarreicas, contribuyendo a disminuir en un 50% la tasa de mortalidad infantil. Paradójicamente, aquellos pozos que salvaron tantas vidas, ahora constituyen una amenaza potencial debido a la presencia de arsénico en el agua extraída.
Además, según diversos informes de la FAO, la presencia de arsénico en aguas subterráneas podría representar un problema aún mayor: estudios realizados en Bangladesh y en otras partes del sur de Asia, concluyen que la exposición al arsénico no sólo se debe a su presencia en el agua potable, sino que también de manera indirecta en los cultivos alimentarios regados con aguas subterráneas contaminadas.
El arsénico es un elemento natural perteneciente al grupo de los metaloides; se presenta raramente sólido, principalmente en forma de sulfuros. El arsénico disuelto en el agua potable constituye uno de los problemas más graves de contaminación, llegándose a convertir incluso en un veneno mortal: una dosis única de sólo 125g basta para ocasionar la muerte a una persona. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el límite máximo permisible de arsénico en agua potable es de 0,01 mg/L, sin embargo en el caso de Bangladesh, el contenido de arsénico en las aguas analizadas ha llegado hasta 50 ppb, una cantidad cinco veces más alta de la recomendada.
Los efectos sobre la salud de la exposición al arsénico pueden ser extremadamente graves, ya que en algunos casos, dichos efectos no empiezan a manifestarse hasta después de 8 a 10 años de exposición. El efecto más característico de la exposición oral al arsénico inorgánico a largo plazo es un patrón de cambios en la piel, incluidos la hiperpigmentación e hipopigmentación, llegándose a convertirse en algunos casos en cáncer de piel.
Esto es lo que ha ocurrido en el caso de Bangladesh, donde el problema de los altos niveles de arsénico en numerosos pozos excavados, someros y profundos, se detectó por primera vez en 1993, confirmándose posteriormente en el año 1995. La falta de análisis de la calidad del agua extraída unida a la necesidad de agua potable en una zona con elevada sequía, han agravado un problema que se remonta a más de 30 años. Según datos del 2008 del Centro Nacional de Información para la Mitigación del arsénico, el riesgo de beber agua contaminada con niveles superiores a los recomendados afecta a unos 20 millones de personas. El Gobierno reconoce que actualmente se están tratando a más de 38.000 pacientes por diferentes patologías relacionadas con el arsénico. Sin embargo, los enfermos pueden ser más ya que muchas personas sufren cáncer sin saberlo o han fallecido sin que se esclarezcan las causas reales de su muerte.
Por si este problema no fuera suficiente, el arsénico podría estar ya acumulándose en los campos de cultivo, ya que gran parte de las cosechas del país se riegan con agua contaminada, desconociéndose el impacto que podría tener este hecho en la cadena alimenticia. De los estudios realizados se desprende que los niveles de arsénico presente en los granos de distintas variedades de arroz de Bangladesh (alimento básico más importante de Asia, y que en el caso de Bangladesh ocupa el 70% de las calorías consumidas) alcanzaron 1,8 ppm, en comparación con niveles de apenas 0,05 ppm en Europa y EE.UU.
Desde que se supo de la existencia del problema de contaminación de las aguas en los pozos tubulares a principios de los años noventa, se realizaron diversas campañas de concienciación a la población autóctona, marcando los pozos con pintura: verde para pozos seguros y rojo si están contaminados. Pero ni siquiera todos los pozos han sido revisados y la necesidad de agua potable obliga al consumo ante el desconocimiento de si el agua que se está utilizando está limpia o no. Según los últimos datos conocidos, de los 8,8 millones de pozos que hay, sólo un 55% han sido revisados y certificados. De ellos, 1,4 millones están envenenados, lo que supone un 29% de los pozos revisados. Una cifra aterradora que podría seguir creciendo.
Determinar el origen de los elevados niveles de arsénico ha sido objeto de debate durante muchos años. De acuerdo con los estudios hidrogeológicos del Banco Mundial, y financiados por el Departamento Británico para el Desarrollo Internacional, el arsénico proviene de las fuentes himalayas de los rios Ganges y el Brahmaputra. Los aluviones en esta región son más extensos y espesos que en otras regiones del globo terrestre y las aguas subterráneas tardan cientos de años en filtrarse a través de esos depósitos antes de llegar al mar. Durante ese tiempo, van impregnándose de arsénico. Unido a este proceso natural, se descubrió que el arsénico se encuentra adherido a partículas de óxidos de hierro, que en ambientes anaerobios, son utilizados por unas bacterias para realizar el ciclo de respiración. De esta forma, dichas bacterias metabolizan el hierro y el arsénico adherido a él, haciendo que ambos elementos se disuelvan en el agua.
Ante esta grave situación, son muchas las soluciones que se plantean a este problema. La primera de ellas, el cese del consumo de agua contaminada tanto para beber como para riego. Sin embargo, la precaria situación en la que se encuentra el país no hace muy factible esta opción como forma de evitar la sobreexposición al arsénico.
Una excelente estrategia sería optimizar el aprovechamiento del agua de riego en el cultivo de arroz, empleando hasta un 40% menos de agua en las cosechas. Al reducirse el suministro de arsénico, las condiciones del suelo se volverían más aeróbicas, reduciéndose al mínimo la solubilidad del arsénico y, por lo tanto, también su absorción.
En cualquier caso, son necesarias actuaciones inmediatas para evitar que la contaminación perdure con el paso del tiempo. El uso compartido de pozos entubados inocuos y de agua de lluvia, la recogida de agua de estanques, el empleo de medios de purificación o filtros, la excavación de pozos profundos de aguas subterráneas y la aplicación de técnicas sencillas de eliminación del arsénico (coagulación con hierro y aluminio, adsorción por alúmina activa, intercambio iónico o filtración por membrana), son algunas de las estrategias que actualmente se están llevando a cabo. Sin embargo, está en manos de las organizaciones internacionales la inversión de tiempo y dinero suficientes que ayuden a paliar completamente este envenenamiento colectivo.
Además, según diversos informes de la FAO, la presencia de arsénico en aguas subterráneas podría representar un problema aún mayor: estudios realizados en Bangladesh y en otras partes del sur de Asia, concluyen que la exposición al arsénico no sólo se debe a su presencia en el agua potable, sino que también de manera indirecta en los cultivos alimentarios regados con aguas subterráneas contaminadas.
El arsénico es un elemento natural perteneciente al grupo de los metaloides; se presenta raramente sólido, principalmente en forma de sulfuros. El arsénico disuelto en el agua potable constituye uno de los problemas más graves de contaminación, llegándose a convertir incluso en un veneno mortal: una dosis única de sólo 125g basta para ocasionar la muerte a una persona. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el límite máximo permisible de arsénico en agua potable es de 0,01 mg/L, sin embargo en el caso de Bangladesh, el contenido de arsénico en las aguas analizadas ha llegado hasta 50 ppb, una cantidad cinco veces más alta de la recomendada.
Los efectos sobre la salud de la exposición al arsénico pueden ser extremadamente graves, ya que en algunos casos, dichos efectos no empiezan a manifestarse hasta después de 8 a 10 años de exposición. El efecto más característico de la exposición oral al arsénico inorgánico a largo plazo es un patrón de cambios en la piel, incluidos la hiperpigmentación e hipopigmentación, llegándose a convertirse en algunos casos en cáncer de piel.
Esto es lo que ha ocurrido en el caso de Bangladesh, donde el problema de los altos niveles de arsénico en numerosos pozos excavados, someros y profundos, se detectó por primera vez en 1993, confirmándose posteriormente en el año 1995. La falta de análisis de la calidad del agua extraída unida a la necesidad de agua potable en una zona con elevada sequía, han agravado un problema que se remonta a más de 30 años. Según datos del 2008 del Centro Nacional de Información para la Mitigación del arsénico, el riesgo de beber agua contaminada con niveles superiores a los recomendados afecta a unos 20 millones de personas. El Gobierno reconoce que actualmente se están tratando a más de 38.000 pacientes por diferentes patologías relacionadas con el arsénico. Sin embargo, los enfermos pueden ser más ya que muchas personas sufren cáncer sin saberlo o han fallecido sin que se esclarezcan las causas reales de su muerte.
Por si este problema no fuera suficiente, el arsénico podría estar ya acumulándose en los campos de cultivo, ya que gran parte de las cosechas del país se riegan con agua contaminada, desconociéndose el impacto que podría tener este hecho en la cadena alimenticia. De los estudios realizados se desprende que los niveles de arsénico presente en los granos de distintas variedades de arroz de Bangladesh (alimento básico más importante de Asia, y que en el caso de Bangladesh ocupa el 70% de las calorías consumidas) alcanzaron 1,8 ppm, en comparación con niveles de apenas 0,05 ppm en Europa y EE.UU.
Desde que se supo de la existencia del problema de contaminación de las aguas en los pozos tubulares a principios de los años noventa, se realizaron diversas campañas de concienciación a la población autóctona, marcando los pozos con pintura: verde para pozos seguros y rojo si están contaminados. Pero ni siquiera todos los pozos han sido revisados y la necesidad de agua potable obliga al consumo ante el desconocimiento de si el agua que se está utilizando está limpia o no. Según los últimos datos conocidos, de los 8,8 millones de pozos que hay, sólo un 55% han sido revisados y certificados. De ellos, 1,4 millones están envenenados, lo que supone un 29% de los pozos revisados. Una cifra aterradora que podría seguir creciendo.
Determinar el origen de los elevados niveles de arsénico ha sido objeto de debate durante muchos años. De acuerdo con los estudios hidrogeológicos del Banco Mundial, y financiados por el Departamento Británico para el Desarrollo Internacional, el arsénico proviene de las fuentes himalayas de los rios Ganges y el Brahmaputra. Los aluviones en esta región son más extensos y espesos que en otras regiones del globo terrestre y las aguas subterráneas tardan cientos de años en filtrarse a través de esos depósitos antes de llegar al mar. Durante ese tiempo, van impregnándose de arsénico. Unido a este proceso natural, se descubrió que el arsénico se encuentra adherido a partículas de óxidos de hierro, que en ambientes anaerobios, son utilizados por unas bacterias para realizar el ciclo de respiración. De esta forma, dichas bacterias metabolizan el hierro y el arsénico adherido a él, haciendo que ambos elementos se disuelvan en el agua.
Ante esta grave situación, son muchas las soluciones que se plantean a este problema. La primera de ellas, el cese del consumo de agua contaminada tanto para beber como para riego. Sin embargo, la precaria situación en la que se encuentra el país no hace muy factible esta opción como forma de evitar la sobreexposición al arsénico.
Una excelente estrategia sería optimizar el aprovechamiento del agua de riego en el cultivo de arroz, empleando hasta un 40% menos de agua en las cosechas. Al reducirse el suministro de arsénico, las condiciones del suelo se volverían más aeróbicas, reduciéndose al mínimo la solubilidad del arsénico y, por lo tanto, también su absorción.
En cualquier caso, son necesarias actuaciones inmediatas para evitar que la contaminación perdure con el paso del tiempo. El uso compartido de pozos entubados inocuos y de agua de lluvia, la recogida de agua de estanques, el empleo de medios de purificación o filtros, la excavación de pozos profundos de aguas subterráneas y la aplicación de técnicas sencillas de eliminación del arsénico (coagulación con hierro y aluminio, adsorción por alúmina activa, intercambio iónico o filtración por membrana), son algunas de las estrategias que actualmente se están llevando a cabo. Sin embargo, está en manos de las organizaciones internacionales la inversión de tiempo y dinero suficientes que ayuden a paliar completamente este envenenamiento colectivo.