El Ebro es ideal para el siluro por su tranquilidad de aguas y turbidez
Sáb, 12/09/2009
La presencia de siluros devoradores de palomas en el tramo urbano del Ebro en Zaragoza, que ha despertado una notable sorpresa e interés en la capital, tiene una aplastante lógica científica: el Ebro es un río ideal para el desarrollo de esta especie, de hecho, lleva instalada más de 30 años. Sus aguas tranquilas y más o menos turbias suponen un hábitat perfecto para estos ejemplares, mejorado por la construcción del azud de Vadorrey, que ha remansado todavía más la corriente y ha subido el nivel del agua varios centímetros. Predador oportunista, come todo lo que se le pone por delante y actúa como limpiador de fondos, pero parece impensable que ataque al hombre, porque su forma de comer (engullendo las piezas enteras) lo hace imposible.
Es la explicación que dio ayer un experto en fauna silvestre, Javier González, profesor invitado por la Universidad de Zaragoza que trabaja en el galacho de La Alfranca. Que hay siluros en el curso del Ebro está constatado por la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), que ha localizado algunos ejemplares incluso a la altura de Tudela. Sin embargo, su comportamiento en el tramo urbano (que atrae cada día a numerosas personas hasta el puente de Piedra), ha llamado la atención, por sus ataques a las palomas que se acercan al río a beber.
Javier González aseguró, por el contrario, que este comportamiento "no es raro". Su presencia en el Ebro (fuera de los embalses de Mequinenza y Ribarroja, donde es muy conocido) no es de extrañar, pues se ha expandido de forma natural y también ayudado por los pescadores, que lo introducen donde conviene a los amantes de esta práctica deportiva. "El Ebro es un río ideal para el siluro, porque a esta especie le gustan los ríos tranquilos y más o menos turbios", comentó el especialista.
Respecto a la profundidad del cauce (los citados embalses suponen un hábitat notablemente profundo), el profesor González indicó que los siluros necesitan un mínimo, que se da en el tramo urbano del Ebro. De hecho, su entorno se ha visto mejorado por la construcción del azud de Vadorrey (obviamente, no son capaces de remontarlo, de lo que se deduce que ya estaban ahí cuando se construyó). Esa pequeña presa ha remansado más las aguas y les ha dado más profundidad (de un metro y medio garantizado en la época de estiaje).
Tampoco el comportamiento de estos animales es sorprendente, según el experto. El siluro se alimenta, sobre todo, de peces y cangrejos, "y esporádicamente de aves acuáticas". Pero como es "un predador oportunista" ha dado "un paso más" y ataca a las palomas, que son un alimento que tiene cerca en este tramo del Ebro.
De hecho, se hacen más grandes en función de la disponibilidad de las presas que tienen a su alrededor (los que se han visto en Zaragoza son de tamaño medio, de unos 40 o 50 kilos de peso, según se estima). "Si saben que en un punto determinado hay animales con ciertas costumbres, como las palomas que van al río a beber, siempre van allí", señaló González. Y añadió que lo habitual es que salgan a comer hacia el crepúsculo. Tampoco es extraño, manifestó, que saquen la cabeza del agua para comer de la forma en que lo hacen. "El salto no les supone mucho esfuerzo. Esta especie, como le pasa a la carpa, aguanta bastante fuera del agua".
CARNÍVOROS
Pese a su voracidad y a que es un predador oportunista, los especialistas dan por hecho que no atacará al hombre, "porque le viene grande". Los siluros engullen a sus presas (que suelen ser otros peces enfermos) "de una sola pieza", pues su gran boca hace de pinza y es en su garganta donde unos dientes "muy llamativos", similares a los colmillos de un pastor alemán, mastican el alimento. Por eso se piensa que no incluirán al hombre en su dieta, pues, para empezar, no podrían morderle.
Es la explicación que dio ayer un experto en fauna silvestre, Javier González, profesor invitado por la Universidad de Zaragoza que trabaja en el galacho de La Alfranca. Que hay siluros en el curso del Ebro está constatado por la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), que ha localizado algunos ejemplares incluso a la altura de Tudela. Sin embargo, su comportamiento en el tramo urbano (que atrae cada día a numerosas personas hasta el puente de Piedra), ha llamado la atención, por sus ataques a las palomas que se acercan al río a beber.
Javier González aseguró, por el contrario, que este comportamiento "no es raro". Su presencia en el Ebro (fuera de los embalses de Mequinenza y Ribarroja, donde es muy conocido) no es de extrañar, pues se ha expandido de forma natural y también ayudado por los pescadores, que lo introducen donde conviene a los amantes de esta práctica deportiva. "El Ebro es un río ideal para el siluro, porque a esta especie le gustan los ríos tranquilos y más o menos turbios", comentó el especialista.
Respecto a la profundidad del cauce (los citados embalses suponen un hábitat notablemente profundo), el profesor González indicó que los siluros necesitan un mínimo, que se da en el tramo urbano del Ebro. De hecho, su entorno se ha visto mejorado por la construcción del azud de Vadorrey (obviamente, no son capaces de remontarlo, de lo que se deduce que ya estaban ahí cuando se construyó). Esa pequeña presa ha remansado más las aguas y les ha dado más profundidad (de un metro y medio garantizado en la época de estiaje).
Tampoco el comportamiento de estos animales es sorprendente, según el experto. El siluro se alimenta, sobre todo, de peces y cangrejos, "y esporádicamente de aves acuáticas". Pero como es "un predador oportunista" ha dado "un paso más" y ataca a las palomas, que son un alimento que tiene cerca en este tramo del Ebro.
De hecho, se hacen más grandes en función de la disponibilidad de las presas que tienen a su alrededor (los que se han visto en Zaragoza son de tamaño medio, de unos 40 o 50 kilos de peso, según se estima). "Si saben que en un punto determinado hay animales con ciertas costumbres, como las palomas que van al río a beber, siempre van allí", señaló González. Y añadió que lo habitual es que salgan a comer hacia el crepúsculo. Tampoco es extraño, manifestó, que saquen la cabeza del agua para comer de la forma en que lo hacen. "El salto no les supone mucho esfuerzo. Esta especie, como le pasa a la carpa, aguanta bastante fuera del agua".
CARNÍVOROS
Pese a su voracidad y a que es un predador oportunista, los especialistas dan por hecho que no atacará al hombre, "porque le viene grande". Los siluros engullen a sus presas (que suelen ser otros peces enfermos) "de una sola pieza", pues su gran boca hace de pinza y es en su garganta donde unos dientes "muy llamativos", similares a los colmillos de un pastor alemán, mastican el alimento. Por eso se piensa que no incluirán al hombre en su dieta, pues, para empezar, no podrían morderle.