La balneoterapia en entredicho
Vie, 17/07/2009
En numerosos centros termales españoles hay pruebas de que sus aguas ya fueron usadas en tiempos de los romanos, pero los orígenes del turismo en España, tal como lo conocemos hoy en día, podemos situarlos en el siglo XVIII y, sobre todo, en el XIX. Evidentemente, el fenómeno de los balnearios era muy minoritario y sólo con el tiempo fue extendiéndose a las distintas capas sociales, sin llegar a ser jamás un fenómeno de masas. Muy posiblemente, este renovado interés por las aguas termales tenga que ver con dos hechos especialmente importantes. Por un lado, con el higienismo, concebido como una corriente terapéutica desarrollada por numerosos médicos desde finales del siglo XVIII. Y por otro, los avances que se produjeron en el campo de la química gracias, sobre todo, a los análisis de las aguas minerales. El Estado empezó a intervenir en la conservación y explotación de las fuentes. El Gobierno se reservaba la competencia de la inspección de los establecimientos en materia de salubridad, de buen orden y de policía sanitaria. La normativa de 1874 insistía en la declaración de utilidad pública de los establecimientos, con el propósito de poner freno a los abusos cometidos en décadas anteriores. En definitiva, mediante la intensificación del intervencionismo estatal, el Gobierno pretendía ejercer un control estricto en un terreno tan importante para la salud pública. De hecho, este reglamento, con algunas modificaciones, se mantuvo hasta 1931. Desde mediados del siglo XIX las inversiones en los balnearios españoles aumentaron, convirtiéndose algunos de ellos en auténticos establecimientos de lujo. Sin embargo, ninguno llegó a tener verdadera fama internacional. Ello hizo que la clientela de los balnearios españoles fuera fundamentalmente nacional. De la misma manera se puede hablar de un redescubrimiento de las aguas marinas, ya que muchos médicos vieron en los baños de mar un poderoso agente para la conservación de la salud. Estaríamos hablando, eso sí, de aguas marinas frías y no de las cálidas del Mediterráneo, cuya valoración positiva fue mucho más tardía.Durante los años veinte del siglo XIX los primeros bañistas buscaron disfrutar de las brisas marinas y de los baños de ola. La llegada de Isabel II a San Sebastián en el verano de 1845 a tomar los baños fue decisiva para la conversión de la ciudad en la capital del turismo español. La presencia de numerosos miembros de la Familia Real, así como de otras casas reales europeas, contribuyó a ello. Santander no se quedó atrás, y pronto se convirtió en uno de los centros turísticos más importantes de la España del siglo XIX y principios del XX. En cualquier caso, a pesar de que las playas del Cantábrico fueron las más visitadas, también en Andalucía se desarrollaron algunos centros turísticos. Fueron los casos, por ejemplo, de Cádiz, sobresaliendo Sanlúcar de Barrameda, y Málaga , que trató de explotar su playa y su cálido clima desde finales de siglo mediante la creación de la Sociedad Propagandista del Clima y Embellecimiento. La idea era emular a Niza o Cannes y convertirse en la capital de una supuesta Riviera española a la que los turistas pudiesen acudir en los meses menos cálidos del año. A este respecto, es preciso tener en cuenta que por entonces la costa mediterránea francesa ejercía cada vez un mayor atractivo. Aguas termales y aguas marinas fueron, por tanto, los dos recursos por excelencia para sentar las bases del turismo español en el siglo XIX. En un principio, centros termales y playas frías se podría decir que eran complementarios, ya que ambos fenómenos respondían al mismo paradigma higienista. Un paradigma que comenzó a resquebrajarse a finales del siglo XIX y, sobre todo, al comenzar el XX.Las medidas tomadas por las autoridades y los médicos fracasaban ante la alta mortalidad provocada por las enfermedades infecciosas como la fiebre amarilla y el cólera, poniendo de manifiesto que las medidas profilácticas tomadas no eran eficaces. Progresivamente, el fenómeno termal fue perdiendo peso en favor del turismo de playa, más adaptado a un nuevo paradigma emergente, en el que la diversión ganaba terreno frente a unas aguas minerales cuyas propiedades salutíferas se ponían cada vez más en tela de juicio.
CRONOLOGÍA
1816: Se crea el Cuerpo de médicos de Baño con Fernando VII.
1876: Se crea la primera AsociaciónCatalanista de Excursiones Científicas.
1877: Se funda la Sociedad Española de Hidrología Médica.
1889: Existían 188 sitios termales con las 1.865 fuentes de toda España.
1905: Real Decreto de creación de la Comisión Nacional de Turismo.
1918: Covadonga, primer Parque Nacional.
1963: Boom turístico. Visitan España 10 millones de turistas.
1974: Los visitantes bajan un 12 por ciento.
1975: Madrid es proclamada sede de la Org. Mundial de Turismo
1992: Tratado de Maastricht.2006: Crece el turismo laboral: el 16 por ciento de los turistas viaja por motivos de negocios.
CRONOLOGÍA
1816: Se crea el Cuerpo de médicos de Baño con Fernando VII.
1876: Se crea la primera AsociaciónCatalanista de Excursiones Científicas.
1877: Se funda la Sociedad Española de Hidrología Médica.
1889: Existían 188 sitios termales con las 1.865 fuentes de toda España.
1905: Real Decreto de creación de la Comisión Nacional de Turismo.
1918: Covadonga, primer Parque Nacional.
1963: Boom turístico. Visitan España 10 millones de turistas.
1974: Los visitantes bajan un 12 por ciento.
1975: Madrid es proclamada sede de la Org. Mundial de Turismo
1992: Tratado de Maastricht.2006: Crece el turismo laboral: el 16 por ciento de los turistas viaja por motivos de negocios.